Académica argentina visitante cuestiona el enfoque de educación emocional en uso
Enero 17, 2024

Académica será parte del primer Congreso de Educación y Pedagogía

Ana Abramowski: “La educación emocional es una propuesta conservadora bajo un manto de rupturismo”

10 enero de 2024

Ana Abramowski es profesora y licenciada en Ciencias de la Educación (Universidad Nacional del Rosario), magíster en Ciencias Sociales con Mención en Educación (FLACSO) y doctora en Educación (Universidad de Buenos Aires). Se desempeña como investigadora del área Educación de FLACSO, sede Argentina, donde coordina el Núcleo de Estudios Sociales sobre la Intimidad, los Afectos y las Emociones. Además, es profesora de la Maestría en Educación de la Universidad de San Andrés, Argentina, y de la Maestría en Educación, Imagen y Lenguajes Contemporáneos de la Universidad Nacional de Rosario.

Su área de especialización es la pedagogía, siendo sus principales temas de investigación los afectos docentes, las emociones y la educación contemporánea. Junto con Santiago Canevaro, es compiladora de Pensar los afectos. Aproximaciones desde las ciencias sociales y las humanidades (UNGS, 2017) y autora de Maneras de querer. Los afectos docentes en las relaciones pedagógicas (Paidós, 2010).

Abramowski próximamente visitará nuestro país para dictar la charla magistral inaugural del Primer Congreso de Educación y Pedagogía de la Universidad de Chile, evento que se realizará del 11 al 12 de enero en Santiago. En medio de los últimos preparativos de su viaje, la académica conversó con este medio sobre su mirada crítica respecto al abordaje de la educación emocional por parte de la política pública y los organismos internacionales, cuestionando algunas premisas básicas que suelen eludir un análisis más reflexivo.

– ¿Con qué tipo de apoyo deberían contar las y los docentes ante el desafío de la emocionalización y terapeutización de lo educativo?

Es importante situar el tema. Este es un fenómeno de alcance global. Se están multiplicando las perspectivas teóricas y también políticas de lo que, en Argentina y Chile, se llama educación emocional, al mismo tiempo que el aprendizaje socioemocional o el desarrollo de habilidades socioemocionales. Entonces, es importante tener en cuenta que estamos en un momento en el que se prioriza este tipo de políticas que aparecieron en documentos ministeriales y de organismos internacionales.

Hay mucha proliferación de documentos, también hay capacitaciones de docentes de distintos ámbitos, privados y públicos, y está entrando a las prácticas áulicas. También hay mucho material que se está produciendo en la prensa para trabajar las emociones. Mi perspectiva es crítica respecto de estas políticas por muchos motivos, y mi sugerencia es mirar y entender de qué se tratan. Por qué de repente aparecen estas sugerencias insistentes de que los docentes tienen que trabajar la cuestión emocional, que tiene que tener un espacio en el currículum, que hay que ver si ese espacio es una materia o una actividad. Esas cosas van siendo diferentes en los distintos países, pero para mí, ante todo, hay que preguntar por qué: ¿por qué de repente aparecen estas sugerencias de trabajo con las emociones que tienen ciertas particularidades? El trabajo con las emociones desde la perspectiva de la educación emocional es uno de autorregulación, control de los impulsos y también de expresión emocional.

Antes había mucho énfasis en la autorregulación y el control, ahora aparece el desplazamiento, que también propone cierta cuestión más vinculada a la expresividad, pero siempre las emociones son competencias, habilidades, algo a trabajar, a gestionar, a administrar. Y con vínculos, porque la sociedad requiere que manejemos nuestras emociones, porque el mercado laboral nos pide habilidades blandas. Existen estas nuevas tendencias de algunos teóricos que dicen que es más importante “saber ser” que “saber hacer”, entonces hay que ser empático. Se habla de comunicación asertiva y todo es un montón de rasgos de la personalidad que serían valiosos para el desempeño laboral y para el desempeño en la vida social. También se dice que la educación emocional es un enfoque preventivo de conductas riesgosas y ahí aparecen los consumos de drogas, embarazos precoces… Entonces para mí lo primero es preguntar por qué, ¿por qué de repente son las emociones las que vienen a resolver problemas o las que nos vienen a garantizar que tengamos trabajo?

En este ámbito, se les pide a los docentes que pongan en juego recursos emocionales, de la personalidad, que ellos mismos se autorregulen, y ahí quizás no nos resulta tan simpático. Porque se acepta cuando decimos “los alumnos, los chicos, las chicas se tienen que autorregular y no tienen que ser impulsivos; tienen que aprender a convivir”. No obstante, si como docente, como una adulta que trabajó, que se formó, que estudió, me dicen que me tengo que autorregular, yo miraría con cierto reparo. ¿Qué es eso de que los docentes se tienen que autorregular en sus emociones? En este marco de una sociedad que está emocionalizada en muchas aristas, vemos que las emociones están en el centro de la escena, que tienen un valor de verdad incuestionable.

Sobre tu pregunta, en un principio diría que antes de ir a buscar los recursos emocionales, de ver cómo se trabaja esto en el aula, como docente que soy también, además de investigar estos temas, diría: ¿por qué me están pidiendo que me autorregule?, ¿por qué me están pidiendo que regule a los demás con estrategias de control de estrés, mindfulness, masajes, yoga o canciones?, ¿hacia dónde van esas propuestas?, y no ir tan rápidamente a buscar esos recursos emocionales que supuestamente tenemos que manejar para educar emocionalmente a las nuevas generaciones.

– Usted plantea que la educación emocional esconde un conservadurismo ¿Qué hace falta para concientizar sobre ello a quienes le asocian un carácter rupturista?

A priori, las emociones tienen buena prensa. Como decía antes, vivimos en una época que nos incita todo el tiempo a decir lo que sentimos, que pone el valor de la felicidad ante todo, la relajación, el bienestar, y estamos todo el tiempo incitados a decir lo que sentimos. Si entras a una librería, autoayuda es lo primero que ves. Todo es cómo ser feliz, cómo manejar tus emociones, cómo tener una buena pareja, cómo conseguir tu amor, cómo curarte.

O sea, sos vos individualmente haciéndolo y gestionando tus emociones, entonces aparentemente está buenísimo, porque ¿quién diría que no está bueno expresarse? El tema es que, volviendo al ámbito escolar, cuando empezamos a ver los documentos, todas esas emociones que a priori pensamos que tienen que ver con nuestro desenvolvimiento pleno y con poder decir lo que sentimos, empieza a ser todo demasiado encorsetado: la paleta de emociones para sentir es esta, es acotada, son los emojis, y van siendo útiles en función de su instrumentalidad. Entonces, decir que una emoción es una competencia ya no está tan en consonancia con eso de “¡Qué bueno, vamos a sentir!”. Son competencias sabidas que tienes que usar para tu trabajo y ahí esa cuestión tan rupturista empieza a verse no tan rupturista.

Es una propuesta conservadora bajo un manto de rupturismo, usando tu expresión, y creo que tiene que ver con que hay mucha moralización allí. Es llamativo que no se usa la palabra “moral”, pero todo el tiempo las emociones están siendo juzgadas y evaluadas: “Control emocional para que los jóvenes no se droguen”, “Control emocional para que las jóvenes no tengan embarazos precoces”. Hay una sanción respecto a las conductas juveniles que se pretende resolver a partir de proponerles que se controlen y hay mucha moralización en esas propuestas. Pero casualmente –o no– no está presente la palabra “moral”.

Algunos autores dicen que hay una suerte de tráfico de valores morales camuflados detrás de propuestas emocionales. Y hay otra palabra que es central en relación al conservadurismo, que tiene que ver con la “adaptación”. La educación emocional expresamente dice que las personas tienen que adaptarse al entorno y una adaptación al entorno siempre es conservadora y no rupturista. No es: “Miremos el mundo. ¿Qué problemas encontramos en él? ¿Cómo podemos cambiarlos?”. Es: “Adáptate al entorno, que va a ser difícil, incierto, riesgoso”.

– En el enfoque socioemocional en la agenda educativa de la pandemia usted afirma que en los textos publicados por organismos internacionales “se habla de ‘conductas’ a ser adquiridas a partir del aprendizaje socioemocional, poniendo al amplio espectro de la educación ciudadana bajo la órbita de lo emocional” ¿Qué consecuencias políticas, sociales y educativas acarrea lo anterior?

Como lineamiento de política educativa me parece que tiene que ver, por un lado, con un ajuste de la educación al mercado laboral y a los requerimientos del mercado laboral y, en este sentido, habilidades blandas. Y eso para la educación es conservador, pretender que la educación meramente se adapte al mercado y no pueda proponer un diálogo con el mercado laboral, una pregunta acerca de qué quieren hacer las personas y por qué tenemos que ajustarnos a las demandas del mercado. Por otro lado, hay una voluntad de regular el conflicto social con las conductas adaptativas. Me parece que ahí, en términos de ciudadanía, es muy acotada.

Hay un psicólogo español que se llama Edgar Cabanas, que dice que estamos en la época de los “psiudadanos” y que la ciudadanía está psicologizada y emocionalizada. Cuando pensamos en qué tipo de ciudadanos queremos formar, hay muchas cuestiones vinculadas a pensar la conflictividad social no como un problema, sino situarla en la época y pensarla, y no sólo pensar que hay que regularla y controlarla. Pensar en si el mundo en el que vivimos nos parece justo, nos parece igual o necesita ser transformado. Me parece que desde la ciudadanía uno puede pensar en el mundo en que vivimos, en qué tipo de ciudadanos queremos ser, en los derechos, y hay un montón de cosas que –si se psicologizan y emocionalizan– se desplazan hacia un ámbito de lo que algunos llaman “la responsabilización individual por los éxitos y los fracasos”. Esta idea del sujeto empresario de sí: “Vos tenés que gestionarte, coachearte a vos mismo y salir a batallarla solo”. Porque hay otra cuestión que es el individualismo estas propuestas. Si te sale bien, serás el responsable de tu éxito, y si te sale mal, serás responsable de tu fracaso. Eso también es una visión bastante acotada de la sociedad y de la ciudadanía. ¿En qué medida hay otras cuestiones que están quedando ausentes en el vocabulario de la educación emocional?

– ¿Por qué los organismos internacionales optan por explicar problemas sociales y educativos complejos con vocabulario de la psicología y el management? ¿Cree que es intencionado?

Quizás sí. En los organismos internacionales y sus documentos no sólo hablan de educación emocional, entonces ahí habría que abrir el espectro de los lineamientos internacionales de políticas educativas y nos iríamos a otros ámbitos, pero cuando se meten en la cuestión emocional, es bien sesgado. Y aparte es interesante cómo, hace 10 o 20 años, empieza a aparecer este sesgo hacia lo emocional.

Creo que lo más importante es que, cuando los organismos internacionales se ponen a hablar de esto, nos preguntemos por qué y hacia dónde van esas políticas. Es un tema difícil, porque todos sentimos. Nadie quiere que le roben el ámbito de sentir, y pareciera que cuando estamos criticando esto, estamos criticando a las emociones o al sentir per se, entonces se dan diálogos desencontrados, malentendidos o mezcolanzas.

¿Qué estamos discutiendo cuando discutimos estas políticas? Para mí, en primer lugar, hay algo que está apareciendo de manera novedosa y tenemos que poder entender qué está pasando allí, qué noción de emoción y educación prevalecen allí, cómo hay un diálogo con la época. Y de ahí empezar a discutir esto, no darlo por sentado como algo inevitable, como si pareciera que no nos queda otra que ir para este lado. Sí, los lineamientos de los organismos internacionales tienen voluntad de delinear políticas en un sentido amplio y tenemos que advertir que están presentes en esta temática.

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