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Victoria Villarruel, el ariete de Milei que reivindica la dictadura y se opone al aborto y las bodas gay
Hija, sobrina y nieta de militares, la candidata a la vicepresidencia agita la batalla cultural de la ultraderecha en Argentina

El 7 de diciembre de 2021, la legisladora electa Victoria Villarruel (Buenos Aires, 48 años) entró con paso firme a la Cámara de Diputados de Argentina para tomar posesión de su cargo. “Por las víctimas del terrorismo, sí, juro”, dijo esta abogada, nacida en una familia militar un año antes del último golpe de Estado. Su juramento recibió silbidos desde algunas bancas, pero era una reacción para la que estaba preparada. En sus mítines, la número dos del partido de ultraderecha La Libertad Avanza (LLA) hacía meses que instaba a los argentinos a “no sentir vergüenza por defender la vida, la libertad y la propiedad”, a no dejarse silenciar ni a pedir permiso por expresar sus ideas y valores. Erigida en cruzada de una batalla cultural para transformar Argentina, Villarruel se fundió ese día en un abrazo con Javier Milei, el economista que encabeza el partido, y enfiló hacia su escaño con una gran sonrisa.
Villarruel es hoy candidata a vicepresidenta por LLA. En ese momento, dos años atrás, era casi una desconocida para el gran público argentino, aunque no para los organismos de derechos humanos ni para la familia castrense. Nieta, hija y sobrina de integrantes de las Fuerzas Armadas de Argentina, su trampolín a la política fue la reivindicación de las víctimas de los ataques realizados por las guerrillas en los años setenta a través de su agrupación, el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv) y lo que autodenomina la “memoria completa”. La inclusión de Villarruel en la fórmula presidencial hizo que la base inicial de jóvenes que seguían a Milei a través de las redes sociales se ampliase con integrantes de la derecha más reaccionaria.
La primogénita del matrimonio de Eduardo Villarruel y Diana Destéfani nació el 13 de abril de 1975 en la capital argentina. Era bebé cuando su padre, integrante del Ejército, fue enviado al norte del país como parte del Operativo Independencia —iniciado en democracia y continuado en dictadura— contra guerrilleros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). A diferencia de otros militares condenados por violaciones de derechos humanos perpetradas durante ese operativo, considerado el puntapié inicial del terrorismo de Estado, el teniente coronel nunca estuvo en el radar judicial. El oficial de inteligencia Ernesto Villarruel, tío de la diputada, sí. En 2015, un juez lo procesó por el presunto delito de privación ilegal de la libertad en el centro clandestino de detención El Vesubio, aunque después decidió no avanzar contra él al considerar que no estaba en condiciones de salud para afrontar un proceso.
Revolución conservadora
La fórmula liderada por Milei y Villarruel fue la más votada en las elecciones primarias del pasado 13 de agosto, con casi el 30% de los votos. Las encuestas —que no anticiparon ese triunfo— sitúan ahora a la dupla como favorita para las generales del 22 de octubre. Mientras Milei promete un cambio radical en las políticas económicas —con la dolarización como mascarón de proa—, Villarruel abandera una revolución conservadora contra el aborto, la diversidad sexual y las políticas de igualdad de género que han situado a Argentina a la vanguardia de estos derechos en Latinoamérica.
“Defiendo el derecho a la vida porque la vida comienza en la concepción y así como yo tuve derecho a nacer quiero que pueda tenerlo cualquier otro ser humano más allá de si es o no deseado. No es una cuestión de religión, es biología pura y quien la niega vive en un oscurantismo que nos está costando vidas inocentes”, responde Villarruel por escrito a EL PAÍS. La candidata ha expresado durante la campaña que es partidaria de derogar la ley de interrupción voluntaria del embarazo aprobada en 2020, pero evita contestar si, de lograrlo, buscará que se persiga penalmente a las mujeres que aún así lleven adelante su decisión de abortar. En los dos últimos años, el sistema de salud de Argentina registró más de 130.000 abortos.
La agenda conservadora hermana a Villarruel con el bolsonarismo en Brasil, el trumpismo en Estados Unidos y con Vox en España, con quien mantiene vínculos desde hace años a través de su vicepresidente, el hispanoargentino Javier Ortega Smith-Molina. “Como dicen mis queridos amigos de Vox en España: si amás a tu país y te animás a decirlo, sos facho. Si te quejás de cómo te ahorcan con los impuestos, no sos solidario y sos facho. Si no estás de acuerdo con el feminismo hembrista y con la ideología de género que discrimina entre los hombres y las mujeres y privilegia a unos sobre otros, sos machista y por supuesto sos facho. Si defendés tu casa o tu tierra y exigís al Gobierno que no te la usurpen los delincuentes o los mapuches sos racista y por supuesto sos facho. Los progres nos impusieron la dictadura de lo políticamente correcto y nos miran desde su dudoso pedestal de superioridad moral mientras nos callan”, decía la candidata en el cierre de la campaña electoral en 2021.
Los lazos en España de Villarruel fueron el puente para conectar a Milei con Vox. El partido de Santiago Abascal recibió al economista con los brazos abiertos el pasado octubre y él les correspondió. “Siempre me voy a sentir cómodo entre aquellos que defienden la libertad frente a todas las amenazas que se ciernen sobre ella, como el comunismo que la azota”, dijo Milei en un festival organizado por el partido ultra a las afueras de Madrid.
La melena larga y lacia de Villarruel carece del protagonismo de la de su compañero de fórmula. La candidata usa un maquillaje sobrio y sus gestos son menos histriónicos que los de Milei. Pero su moderación desaparece al hablar, lo que ha convertido en blanco de numerosas críticas. “Cada injuria que me dijeron, genocida, fascista, racista, homofóbica, negacionista, todo eso lo recibo con una sonrisa”, agregaba en otro mitin.
Seguridad y defensa
De llegar a la Casa Rosada, tendrá a su cargo las carteras de Seguridad y Defensa. A diferencia de los recortes anticipados por Milei en áreas como ciencia, salud y educación, la candidata promete ampliar el presupuesto militar. Las Fuerzas Armadas protagonizaron seis golpes de Estado entre 1930 y 1976. Desfinanciadas desde el fin de la última dictadura, han dejado de ser un actor relevante en la política argentina, que este año celebra 40 años ininterrumpidos de democracia.
La diputada busca el apoyo de las bases conservadoras para su primer y gran caballito de la batalla cultural: dinamitar el consenso sobre los delitos de lesa humanidad perpetrados por la dictadura y cambiar el relato sobre la violencia política de los años setenta.
La pelea incluye el lenguaje. En sus discursos rechaza “la dictadura del pensamiento único”, “la dictadura de las minorías”, pero evita usar ese término para nombrar al régimen que gobernó Argentina entre marzo de 1976 y diciembre de 1983. Habla, en cambio, de Gobierno de facto. “Lo ocurrido en Argentina fue un conflicto armado interno, una guerra de baja intensidad”, decía la candidata a principios de 2021 en una charla difundida a través de sus redes sociales sobre la década de los setenta. Para la diputada, la historia que se cuenta en escuelas y universidades es “parcial y tergiversada” porque silencia la violencia ejercida por organizaciones guerrilleras como el ERP y Montoneros, de origen peronista. Considera “un mito” la cifra de 30.000 desaparecidos defendida por los organismos como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.
Villarruel arremete a menudo contra estas organizaciones y sus referentes, símbolos de la lucha por los derechos humanos en Argentina. La semana pasada disparó sus dardos contra la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto. “La verdad es que Carlotto ha sido un personaje bastante siniestro para nuestro país porque con ese cariz de abuelita buena la realidad es que ha justificado el terrorismo”, sostuvo Villarruel. La hija de la presidenta de Abuelas, Laura Carlotto, era militante de la Juventud Universitaria Peronista cuando fue secuestrada en noviembre de 1977. Estaba embarazada de tres meses. Los militares la tuvieron detenida en un centro clandestino hasta que se puso de parto, el 28 de junio de 1978. Dio a luz esposada en una camilla del Hospital Militar y le arrebataron al recién nacido. Laura fue asesinada dos meses más tarde y su hijo creció en una familia que lo crió como propio; vivió sin conocer su verdadera identidad hasta 2014.
“Viene a reclamar algo cuando tendría que estar admitiendo que por supuesto puede sentir dolor por la muerte de su hija, pero tiene que contar que su hija era combatiente de Montoneros. Entonces digamos todo. Carlotto es una gran muestra de la gran hipocresía de la izquierda”, señaló Villarruel. Carlotto, de 92 años, le respondió: “45 años hace que estoy luchando y arriesgando la vida; me quisieron matar. Eso es mi vida. No tiene sentido lo que diga esta bestia porque así es, no es un ser humano, es una bestia”.
Reuniones con Videla
La candidata a vicepresidenta visitó al dictador Jorge Rafael Videla, fallecido en 2013, cuando estaba en la cárcel. Lo hizo, dice, como parte de la investigación para sus libros —Los llaman… jóvenes idealistas y Los otros muertos—, en los que reúne los nombres de más de un millar de víctimas de las guerrillas.
Como parte de la delgada línea sobre la que camina, admite que en la dictadura se cometieron violaciones de los derechos humanos y dice que le parece bien que los crímenes sean juzgados, pero exige el mismo trato para los integrantes del ERP y de Montoneros. “Mi familia sufrió al terrorismo, aunque afortunadamente sin padecer el fallecimiento de un ser querido. Pero me gustaría destacar la historia de Arturo Mor Roig, un español que vivió en Argentina, donde formó su familia, se dedicó a la política y fue asesinado por Montoneros en plena democracia. España nunca reclamó por él ni hizo valer sus derechos frente a la discriminación entre víctimas que hizo el Estado argentino”, responde. “He demandado legalmente que se le otorgue el derecho a las víctimas del terrorismo de llevar a los estrados a los terroristas, cuestión que el Estado ha denegado en protección de su impunidad”, añade. La Justicia considera prescritos los crímenes que denuncia Villarruel.
Su influencia sobre Milei se ha hecho más evidente con el paso de los meses. El candidato a presidente por La Libertad Avanza se había mantenido alejado del debate sobre la cifra de desaparecidos, pero al ser preguntado en una rueda de prensa en Tucumán respondió que el hecho de “que la izquierda haya logrado imponer en la batalla cultural este tipo de cuestiones no quiere decir que sea verdad”. “¿Me podés mostrar la lista completa de los 30.000 desaparecidos?”, le preguntó a una periodista. La semana pasada, Milei usó el pasado en Montoneros de su rival por Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, para atacarla. “Están poniendo una candidata a presidenta que tiró bombas en los setenta”, señaló. “Yo superé la violencia”, le respondió Bullrich. Villarruel ha logrado que su agenda quede en el centro del debate.
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¿Quién es Victoria Villarruel, la defensora de la familia militar que secunda a Javier Milei?
La abogada de 48 años se abrió paso en la política desde su militancia en las organizaciones de “memoria completa”. Su enemistad con Cecilia Pando le valió que el marido de la otra dirigente negacionista le recordara las visitas al dictador Videla. Hija de la familia militar, Villarruel podría ser vicepresidenta y estar a cargo de ministerios de seguridad, defensa e inteligencia.
La abogada de 48 años –que se congratula de haber corrido hacia la derecha la discusión política en la Argentina con consignas como “no son 30.000” y que es uno de los nexos de Vox en la región– será quien monitoree las áreas de seguridad, defensa e inteligencia si LLA gana las elecciones. A diferencia de otras áreas como la ciencia, la salud o la educación, Villarruel promete más presupuesto para la familia uniformada.
Victoria es la primera de las dos hijas del matrimonio conformado por Eduardo Marcelo Villarruel y Diana Destéfani. Nació el 13 de abril de 1975, un año y medio después del casamiento. Es, aunque le cueste admitirlo, una hija de los ‘70 y, como marcó la periodista Ximena Tordini en la revista Crisis, una integrante de la familia militar.
Cuando nació su primera hija, Eduardo Villarruel estaba destinado en el cuartel de Villa Martelli. Cuando Victoria cumplió el año, Villarruel estaba en el Operativo Independencia, la antesala tucumana del genocidio que implementó la última dictadura. En la Guerra de Malvinas, fue el segundo jefe de la Compañía de Comandos 602, detrás de Aldo Rico. Fue prisionero de los ingleses. La democracia lo encontró trabajando en la Secretaría General del Ejército dentro del Departamento de Comunicación Social.
En junio de 1987 –en plena efervescencia de las sublevaciones militares que habían llevado a la Obediencia Debida– se negó a jurar por la Constitución Nacional, lo que le valió una sanción de 40 días de arresto. Fue señalado por la revista El Periodista como uno de los militares “delirantes” que querían matar a Raúl Alfonsín, algo que él negó ante el Ejército. En un reclamo administrativo, afirmó: “He intervenido en la lucha contra la subversión, tanto en el ambiente urbano como rural”. Falleció durante la pandemia y jamás fue investigado.
Su tío Ernesto Guillermo Villarruel fue detenido en octubre de 2015 por orden del juez Daniel Rafecas por crímenes cometidos en el centro clandestino conocido como Vesubio. Tampoco fue juzgado porque se lo declaró incapaz para afrontar el proceso.
La historia oficial de Victoria Villarruel
Victoria Villarruel se recibió de abogada en 2003 –el mismo año en que Néstor Kirchner llegó al gobierno e impulsó la reapertura de los procesos contra los genocidas–. Para entonces, Villarruel era parte de una organización que se había formado una década antes y se llamaba Asociación Unidad Argentina (Aunar). Este grupo que tenía como líder a Fernando Exequiel Verplaetsen, exjefe de inteligencia del Comando de Institutos Militares con asiento en Campo de Mayo, se opuso fervientemente a la derogación del decreto que había firmado Fernando de la Rúa para impedir las extradiciones de quienes eran investigados por crímenes de lesa humanidad en el exterior cuando las leyes de amnistía lo impedían en el país.
La diputada no suele contar ese paso por Aunar ni por otra organización pro-militar, como quedó en claro en la entrevista que le concedió al sociólogo Cristian Palmisciano para su tesis de maestría. “Yo la única que conocí fue FAMUS. De nombre, yo por una razón etaria no participé de sus actividades”, le dijo.
La historia pública de Villarruel comienza en 2006, con la conformación del Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv) –una especie de calco del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) pero de la derecha–. El Celtyv nace justamente cuando se reabrieron los procesos por crímenes contra la dictadura y con un objetivo claro: si los integrantes de las fuerzas podían sentarse en el banquillo, entonces los militantes, también.
Los grupos de “memoria completa” empezaron a pulular a principios de este milenio como una reacción a la renovada presencia en la agenda pública de los derechos humanos –especialmente a partir de la confesión del marino Adolfo Scilingo sobre los vuelos de la muerte, la emergencia de un actor clave como fue H.I.J.O.S, los juicios por la verdad y las investigaciones que promovió desde España el juez Baltasar Garzón–. Si bien muchas de estas organizaciones se centran en la reivindicación de los represores, el Celtyv de Villarruel se apropia del discurso humanitario de los organismos para apuntar sus cañones hacia los militantes de los años ‘70. Su principal apuesta es la reapertura de la causa por el secuestro del coronel Argentino del Valle Larrabure por cuya muerte buscan responsabilizar a exintegrantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). El caso Larrabure está hace tiempo en la Corte Suprema –donde trabajan dos primos de la diputada libertaria.
La prehistoria: de Pando a Videla
Cecilia Pando es una de las detractoras de Villarruel y es quien se ocupa de recordarle el pasado que la candidata a vice de Milei preferiría que quede solapado. También lo hace el mayor retirado Pedro Mercado, marido de Pando, que en un posteo de Facebook trazó un recorrido de la militancia de Villarruel.
Según Mercado, Villarruel comenzó su activismo en la Asociación Argentinos por la Memoria Completa, que cayó en desgracia después de que una investigación periodística expuso que su máxima dirigente, Karina Mujica, ejercía la prostitución en Mar del Plata. De acuerdo con el militar retirado, Villarruel después fundó Jóvenes por la Verdad, un grupo cuya actividad más destacada era la de coordinar visitas al dictador Jorge Rafael Videla. “Fue precisamente a través de ella que pude mantener una larga entrevista con el expresidente”, escribió el marido de Pando.
Villarruel habría colaborado con la Asociación de Familiares y Amigos de los Presos Políticos (AFyAPPA), que conduce Pando. Según la versión de Mercado, Villarruel la acompañaba el 8 de marzo de 2006, cuando su esposa interrumpió el discurso de Kirchner en la Casa Rosada. Después festejaron todos juntos en Puerto Madero. Mercado también relató que Villarruel le propuso ser quien lleve el mensaje de “nuestros presos” a la esfera internacional y que él participó, de alguna manera, de la concertación que llevó a la formación del Celtyv.
Esos días quedaron atrás hace tiempo. Pando estalló de ira semanas atrás, cuando Milei dijo que no habría indulto para los condenados por lesa humanidad, y acusó a Villarruel de haber firmado los libros que, en realidad, habría escrito el marino Alberto González –uno de los represores condenados a perpetua por los crímenes cometidos en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA)–. El abogado del “Gato” González, Guillermo Fanego, le confirmó a Página/12 que el vínculo existía, aunque desestimó la coautoría.
La conexión española con Vox
Por línea materna, Victoria Villarruel es nieta de Laurio Destéfani, un contraalmirante que es considerado uno de los mayores historiadores de la Marina. Destéfani fue destinado a estudiar a España, donde trabó amistad con Manuel Aznar Acedo, un falangista cuyo hijo José María llegó a ser presidente del gobierno español. Fue a través de Aznar –según reconstruye el periodista Guidos Braslavsky en Enemigos íntimos– que Villarruel se contactó con la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) española, que fue su principal apoyo en el exterior.
En 2019, Villarruel acompañó a Javier Ortega Smith, el secretario general del ultraderechista Vox, en una presentación en el Círculo Militar. “Me atrevo a vaticinar que puede haber un 30 por ciento de los argentinos que estén buscando a alguien que realmente los represente”, dijo el segundo de Santiago Abascal durante su estadía porteña.
Villarruel es la presidenta honoraria de la Fundación Oíd Mortales, que firmó la Carta de Madrid, el documento fundacional de una alianza de agrupaciones que orbitan alrededor de Vox en España e Hispanoamérica. Allí denuncian que parte de la región está “secuestrada” por regímenes totalitarios de inspiración comunista.
Cambiemos y algo más
La Fundación Oíd Mortales sirve como una especie de think tank para Villarruel. Días atrás, Clarín publicó que su gurú en materia de seguridad es Jorge Eduardo Lenard Vives, un coronel con especialización en inteligencia. Durante el macrismo, fue el director de Investigaciones de la Aduana, que conducía el excarapintada Juan José Gómez Centurión. En la causa que gira alrededor de Marcelo D’Alessio, Vives está mencionado como uno de los “incorruptibles” de Elisa Carrió.
Gómez Centurión fue el primero en tentar a Villarruel con saltar a la política, pero no la convenció. Lo aceptó en 2021 de la mano de Milei. Según Juan Gónzález, autor del libro El loco, la idea de sumarla fue del consultor Mario Russo, que buscaba una “novia de Recoleta” que le asegurara el voto conservador al economista desbocado.
En efecto, la diputada –oriunda, en realidad, de Barrio Norte– genera tanto expectativa como desconfianza en la familia militar: algunos sienten que no es todo lo enfática que debería y otros la sienten propia. La otra dama de hierro de la derecha, Patricia Bullrich, tiene que esforzarse más: por eso, en su visita a Punta Alta, prometió resolver el problema de los militares “injustamente” detenidos.
Villarruel fue construyendo su camino como referente de la extrema derecha. Un hito en ese recorrido lo marcó en enero de 2016, cuando consiguió que el entonces secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, la recibiera a ella y a otros integrantes del Celtyv en su oficina en el Espacio Memoria y Derechos Humanos –exESMA–. En ese momento, Avruj se atajaba diciendo que había sido Carrió quien había sugerido, de alguna manera, la reunión. La líder de la Coalición Cívica la había tenido un año antes en su instituto Hannah Arendt en una mesa en la que también se sentó Graciela Fernández Meijide. Después llegó para Villarruel, la presencia mediática y sus irrupciones en el prime-time televisivo de la mano de Intratables.
El domingo pasado, Villarruel fue la telonera de Milei. “Es un momento histórico”, celebró mientras reclamaba al gobierno “kirchnerista” la publicación de los datos oficiales. “Impensado”, agregó, aunque es posible que esa segunda parte de la oración no fuera cierta.
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Javier Milei, Victoria Villarruel y una batalla cultural a la derecha
El acto en “homenaje a las víctimas del terrorismo” se inscribe en la construcción de una identidad política. Democracia infiltrada y motosierra selectiva.
Milei y el cuento del león herbívoro
Por Marcelo Falak
El propio Milei señaló en una entrevista que concedió a Radio Cadena Nacional (RCN) de Colombia que “en el caso de los argentinos, ha ganado la cultura de (Antonio) Gramsci. ¿Qué es lo que hizo el socialismo? Se metió en la cultura, en los artistas que son grandes difusores de la izquierda; se metió en la educación y entonces los programas enseñan cada vez más socialismo y persiguen al liberalismo; y ha cooptado los medios de comunicación, (donde) hay un continuo adoctrinamiento hacia las personas que las lleva hacia esas ideas románticas que lo único que conducen es a la pobreza (…). (Entonces hay que) hacer lo mismo que hicieron ellos, seguir los lineamientos de Gramsci, meterse en la cultura, meterse en la educación, meterse en la comunicación (…) porque a pesar del desastre que hicieron, lograron ganar la batalla cultural. Entonces, si con un sistema tan nefasto lograron ganar la batalla cultural, ¿por qué no la vamos a ganar los liberales?”. Laje puro.
En la apertura del evento, dijo que “el autoritarismo está afuera” –esto es en la manifestación de repudio–, denunció que “las víctimas del terrorismo fueron barridas al fondo de la historia” y estableció que “el Estado en democracia viola los derechos humanos” de aquellas y de sus deudos por fallar al “deber de protección”.
¿No es cierto que toda víctima de hechos violentos merece justicia y reparación? Claro que sí, pero el proyecto de Villarruel, dada su prédica y su actuación conocidas, va mucho más allá, justifica aberraciones y niega las violaciones de los derechos humanos y, a espaldas de toda la legalidad nacional e internacional, la propia existencia del concepto de terrorismo de Estado. Es la “batalla cultural”.
Desde adentro
En contexto de lo que La Nación definió como la“incomodidad” y el silencio de referentes de Juntos por el Cambio –¿por qué sienten que deben callar?–, el presidente de la Legislatura porteña, Emmanuel Ferrario, dijo que “el rol de la administración (del cuerpo) no es juzgar el contenido de lo que se debate en los salones. Mientras se dé en el marco de la ley vigente, no se puede censurar ni moderar un debate que es propuesto por un diputado o diputada, sea del espacio político que sea, dado que representan diversos intereses de la ciudadanía”. La actividad, miel para extremistas de renombre, “fue solicitada en tiempo y forma por la diputada Lucía Montenegro, quien es la encargada de la organización de dicho evento y quien tiene derecho a usarla como cualquier otra diputada o diputado que lo pida”, añadió.
Sigamos con citas que hablan por sí mismas.
Franco Delle Donne, doctor en Comunicación Política de la Freie Universität Berlin, director de Epidemia Ultra –un proyecto de análisis y divulgación de estudios sobre la derecha radical en el mundo– y creador del blog eleccionesenalemania.com, dijo en una entrevista publicada por Letra P el 30 de julio que “la derecha radical propone un discurso, justamente, radicalizado, pero que trabaja dentro de la democracia, juega con partidos y candidatos dentro de sus reglas, con debates en los parlamentos y que participa de la vida pública en los medios de comunicación. No propone un cambio de sistema, sino una reforma que, con el tiempo, erosiona la democracia. Implica un cambio de la democracia desde dentro de la democracia“.
Del dicho al hecho
La ultraderecha argentina tomó forma electoral recién en 2021, pero ha estado largamente presente en programaciones enteras de radios líderes y canales de noticias, en un “periodismo de guerra” que –con la excusa de la grieta– no hizo más que derruir la propia democracia en la búsqueda idiota del rating con freaks invitados a programas de televisión. Ahora es tarde para lágrimas.
La perspectiva de un triunfo de esa derecha radical que amaga con devenir en extrema y adversa a la democracia es concreta, incluso en primera vuelta. Así, se acercan al calor de la nueva fogata ciudadanos y ciudadanas frustrados y dispuestos al suicidio propio –y ajeno– bajo el argumento de como todo lo anterior fue –y es– tan espantoso, “probemos con algo nuevo”. Detrás de ellos, se empiezan a agolpar los Mauricio Macri, los Maximiliano Pullaro, los Omar Perotti y hasta los Martín Llaryora de la “neutralidad”. También más y más comunicadores y comunicadoras, que evitan cuidadosamente preguntar por las consecuencias de que un candidato encumbrado considere a las personas de izquierda o progresistas como “excremento” que se debe eliminar del cuerpo social.
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