José Joaquín Brunner, académico UDP y exministro del Presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, precisa que fue firmante de la primera carta que después dio lugar a Amarillos, pero que no formó parte del colectivo, ni antes ni ahora.
“Yo solamente firmé con ellos la carta. Pero cuando se armó, a partir de la carta, un movimiento, me comuniqué -porque son todos colegas y amigos míos- y les dije que yo no quería formar parte de un colectivo en función de este tipo de discusión”, dice.
Así, aclara que su opinión viene del mundo independiente desde el punto de vista de los partidos, y “completamente comprometida con mi propia historia y con la historia cultural de la izquierda de este país, de la cual me siento perfecta y totalmente parte”, puntualiza.
– ¿Cuál es su posición o su decisión, cómo va a votar en el plebiscito?
– Si la elección fuese hoy día y con todos los antecedentes que hoy día tengo, yo me pronuncio en blanco, o sea, voto blanco.
– ¿Cuál es la razón?
– Porque no quiero votar a favor de un texto que me parece sesgado, técnicamente pobre, extremadamente largo, en muchos puntos confuso y, sobre todo, con una marca completamente inútil puesta al texto constitucional, particularmente del Partido Republicano. Es repetir el error que se hizo, con mejores maneras esta vez, pero repetir el error de darle una identidad programática a la Constitución. Por eso no votaría A Favor, pero tampoco votaría En Contra.
– ¿Por qué?
– Porque en realidad me parece que a pesar de todas las críticas que se le puede hacer al resultado que está por el momento en el texto, el origen de esta Constitución nueva sería democrático. Resultaría de un proceso por el cual yo tengo discrepancias en muchos de los puntos que se adoptaron, pero el proceso en sí me parece que ha sido impecablemente democrático, desde el 15 de noviembre de hace cuatro años. Eso me lleva a decir “yo no votaría En Contra”. No quiero aparecer prefiriendo la Constitución de 1980, corregida y firmada el 2005 por Ricardo Lagos. Porque esa Constitución, a pesar de todas sus correcciones, tenía un origen completamente antidemocrático.
– ¿Qué cree usted que es mejor para el país? En los plebiscitos las cosas son binarias, o una o la otra opción.
– Yo no quiero ni la una ni la otra cosa. Estoy en disgusto con esta propuesta, como estuve también en disgusto con la anterior. Voy a ir a votar, y luego entrar a la discusión de qué hacemos después del 17 de diciembre. Cualquiera de los dos resultados no va a obtener lo único que importaba, que era una Constitución que, en general, nos acogiera a todos. Con todas las limitaciones que cada cual pueda sentir, pero que todos pudiéramos decir “siento que puedo y quiero ser parte de esta casa”.
Eso no lo vamos a lograr. Gane el A Favor o el En Contra, el proceso constitucional no va a haber terminado el día 17 de diciembre, que era la gran oportunidad que teníamos. Va a quedar abierto, con la Constitución de 1980 -que nos ha costado tanto llegar a tratar de cambiarla-, o con la nueva Constitución que se apruebe, si es que se aprobara el texto actual. Como es una Constitución programática, va a durar lo que dure el programa mayoritario de la derecha. Es decir, va a ser bien recibida por las derechas y se van a identificar con ella las derechas, tal como se identificaron con la de 1980. Nunca pudieron legítimamente declarar que esa era una Constitución democrática. Tenían que empezar a dar explicaciones, que había sido reformada, que al final la firmó Lagos.
El gran argumento es “la firmó Lagos”, lo cual es bien absurdo, la derecha diciendo eso. Y ahora vamos a terminar con una Constitución rechazada, y el proceso no se habrá cerrado. Y si se aprueba, va a ser el programa de un gobierno y le va a servir a los candidatos de la derecha para la próxima elección. Pero eso no es una Constitución, es un programa de gobierno.
– ¿Se repitió lo refundacional, maximalista, o identitaria, ahora desde la otra vereda?
– Lamentablemente se cometió el mismo error. Con conductas distintas, pero en el fondo, para mí más que identitario, son constituciones programáticas, como le han gustado mucho también a ciertos sectores de la izquierda en América Latina. En Venezuela, en Cuba tienen constituciones programáticas, donde está una estampa ideológica puesta en la Constitución. Y eso lo declaran incluso las cabezas pensantes de Republicanos. Han dicho que querían una Constitución que estuviese con una estampilla que diga Partido Republicano. Entonces, es exactamente el mismo error.
– ¿Cómo se cierra? ¿Visualiza que más allá de las declaraciones de que no se va a ir a un tercer proceso, esto va a ser inevitable?
– No, no en la secuencia que venimos. Inmediato un tercero, no creo que vaya a ser así. Vamos a quedarnos con la Constitución de 1980 y seguirá diciéndose con razón que es una Constitución que en su origen, es impuesta por vías dictatoriales. Y si gana la actual, va a haber un proceso de discusión intenso en los próximos años, respecto al carácter programático de derecha de esa Constitución, que va a mantener una cierta polarización. ¿Cómo se va a expresar eso? Habrá que verlo en su momento. Depende mucho de lo que pase en la próxima elección presidencial. Pero no se va a haber cerrado el proceso.
– ¿Qué riesgos augura para Chile, en inestabilidad, incertidumbre, riesgos económicos?
– Con este grado de polarización de la élite y con esta falta de capacidad de darle gobernabilidad al país, lo que vamos a tener -sean élites representadas en el gobierno de izquierda, como son hoy, o mañana podrían serlo de derecha-. la ingobernabilidad va a acompañarnos durante esta década. Esa es mi predicción.
– ¿Le ve algo bueno a esta propuesta?
– Sí, creo que tiene algunas cosas razonables, dentro de un marco de irracionalidad programática. Es larguísima, vamos a terminar con una de las más largas constituciones de América Latina. Recuerdo todo lo que dijo la derecha en contra del texto de la Convención Constitucional, que era la típica cuestión verborreica, llena de declaraciones, con miles de cosas que debieran estar en la ley, a veces incluso en los reglamentos.
Y acá va a ser probablemente la primera derecha en América Latina que va a entregarle a su país una Constitución igual de verborreica que las que la izquierda acostumbró dar. Dentro de eso, hay una que otra cosa que hace sentido. Mejora la competencia política, queda mejor, porque disminuye el riesgo de alta fragmentación. Eso sí es importante, pero ¿eso le da una impronta real a toda la Constitución? No se la da.
– ¿Qué es lo peor, a su juicio?
– En relación con cada uno de los derechos fundamentales, en vez de haberlos garantizado, en vez de ponerlo como la Constitución española o la alemana -que progresivamente va a ir materializando estos derechos garantizados en la Constitución-, acá, en torno a cada derecho, se trató de construir un programa más de derecha.
– ¿Quién es el principal responsable de este resultado?
– La élite de derecha clarísimamente. La élite representada por los cuatro partidos, más otra gente que es independiente, pero de la derecha. Esos son los que han fracasado en llevar adelante el acuerdo que por primera vez existió, que era un acuerdo técnico de expertos, donde las fuerzas estaban bien distribuidas. Claramente la responsabilidad es de los que conducían, así como la responsabilidad sobre el desastre que fue la Convención Constitucional era completamente de las izquierdas.
– El quórum de la actual Constitución está en 4/7. ¿Usted lo ve como favorable o un riesgo aún mayor? Se podría ver como que genera una cierta mayor flexibilidad para hacer cambios en el marco del debate del Congreso, pero por otro lado, eso también genera un riesgo para un cambio constitucional.
-Van a ocurrir las dos cosas. En algunos puntos puede ser que alguna barbaridad que se ha hecho, como la de las contribuciones, el tener la facultad de cambiarlo el día de mañana a través de una reforma, cuando se discuta en serio alguna reforma tributaria, estaría ok.
Pero, por otro lado, va a contribuir obviamente a reforzar esta inercia a la ingobernabilidad que el país trae más o menos desde hace 10 años atrás, y particularmente desde el 2019. Como son estas cosas, desgraciadamente nunca son totalmente blancas ni totalmente negras. En el cuadro en general, creo que es negativo no haber dado una resolución al tema constitucional, porque si bien no cubre toda la ingobernabilidad, es una causa importantísima de que tengamos una gobernabilidad tan débil en este momento.
Interesante tu análisis amigo José Joaquín
Por ahora No lo comparto pero me
deja muy muy pensativo
Queda algún tiempo
Sobre la inestabilidad , creo que esa
irá más por el lado Económico que x lo programático Soy levemente más positivo
Que honor tener un lector tan tan próximo!
Abrazo, JJ