José Antonio Viera-Gallo: En una escuela pública de Brooklyn
Habrá que revisar el conocimiento que una generación transmite a la siguiente, cómo se prepara a los jóvenes para tomar el lugar que les corresponde en la sociedad valorando la diversidad de pensamientos y de proyectos de vida.
El jueves pasado asistí a la graduación de mi nieta Paloma en la escuela pública primaria PS 110 de Green Point, Brooklyn, barrio con una fuerte impronta polaca. El edificio es antiguo, de techos altos, con salas espaciosas. Cuenta con todo lo necesario, pero se respira un aire de sobriedad.
Varias cosas más me llamaron la atención.
Comencemos por el ingreso: en la puerta hay una mujer policía de turno que controla a quienes entran. Así se garantiza la seguridad de niños y profesores. Los padres y los alumnos la saludan cordialmente y ella les responde con afabilidad, muchas veces por su nombre. No se advierte, a primera vista, que exista agresividad escolar o trato discriminatorio.
A ese colegio público -es bicultural francés-inglés- concurren todo tipo de familias, de diferentes orígenes raciales que en su mayoría tuvieron un pasado no tan remoto de inmigración. Hay, por cierto, varias familias latinas: entre ellas estamos nosotros, mi hija y mi yerno son chilenos residentes. Es una muestra del pluralismo y la complejidad de la sociedad norteamericana.
En el ambiente de la graduación reina la emoción. No se advierte ningún síntoma de la polarización política que vive el país. Todos los alumnos vestidos como si fueran a recibir un doctorado universitario. Cada grupo familiar tiene los ojos puestos en su hijo o hija y en sus amigos más íntimos. Todos se saludan cordialmente. El equipo docente, con la directora a la cabeza, se nota nervioso y a la vez satisfecho por la labor realizada y triste por ver partir a los alumnos a diversos establecimientos secundarios del barrio a los cuales postularon siguiendo un sistema de algoritmos que procesa las preferencias de los padres.
La directora con su sola presencia y hablar pausado impone autoridad. Entre profesores y alumnos se advierte cariño y respeto.
La ceremonia comienza con el ingreso de los estudiantes precedidos por la bandera de los EE.UU. a la cual rinden un sentido homenaje recitando un juramento oficial. Se advierte que un fuerte sentido patriótico une a un público multirracial.
En los discursos de despedida de los profesores se resaltan los valores democráticos que han enseñado a los alumnos y que provienen de la Constitución: libertad, tolerancia, no discriminación, compasión, cuidado de la naturaleza y el compromiso con un mundo mejor. Me recuerda a Tocqueville describiendo la democracia en América en el siglo XIX construida desde la base social y siguiendo criterios de igualdad.
Habla un concejal y trae a colación el esfuerzo que los niños han realizado durante la pandemia. El NYT de estos días informa de las graves consecuencias que dejó el cierre de los colegios, el aprendizaje a distancia y el uso de mascarillas. Son porcentualmente parecidos a lo ocurrido en Chile.
La ceremonia sigue con la proyección de un video con las actividades que los alumnos han realizado a lo largo de cinco años. Impacta la variedad de iniciativas. Predominan las culturales, las de educación cívica visitando los poderes del Estado de NY, las culturales y deportivas.
Luego de entonar una canción de los Beatles vienen los premios. Paloma obtiene el de liderazgo y un reconocimiento de la Municipalidad por ser vicepresidenta de su curso. Nosotros aplaudimos conmovidos. Ha participado con entusiasmo en torneos inter escolares de debates donde cada grupo tiene que defender con argumentos un determinado punto de vista sobre algún asunto controvertido de actualidad. El último fue sobre la terapia genética, su pro y sus contras, sus logros y sus peligros.
Periódicamente se hacen controles de aprendizaje. Si algún alumno está quedando rezagado, contará con la ayuda de un asistente. Lo que para nosotros es una política excepcional, aquí es algo permanente.
El paso a la educación secundaria es un cambio importante. El hilo conductor entre ambos niveles parece ser la responsabilidad, la autodisciplina, el aprendizaje racional, el espíritu crítico y el respeto a los demás.
Tal vez imbuido por el cariño propio de un abuelo que ha visto crecer a su nieta en otras tierras, regreso caminando con la idea de haber asistido a algo ejemplar, una suerte de realización de la paideaia de los griegos, con la confluencia de sus tres elementos: cultura, educación y política. Soy consciente que en el sistema educacional norteamericano hay numerosos y graves problemas, comenzando por la violencia en las aulas y los ataques de personas desquiciadas a los colegios y siguiendo por las diferencias sociales que condicionan el aprendizaje. Leo el compendio publicado por El Mercurio sobre 50 años de la educación chilena, sus avances y sus nudos críticos, los movimientos estudiantiles y los ideales que los animaron, y se me aparece como un contrapunto de lo que acabo de vivir.
Luego recuerdo los movimientos juveniles norteamericanos, la cultura de la contestación y la cancelación, los límites de una política con frecuencia unilateral y centrada en sí misma que lleva a los EE.UU. con frecuencia a desconocer en su relación con los demás países los valores universales que proclama.
No se trata de comparar realidades muy diferentes. Pero en un mundo global, resulta útil conocer otras experiencias. Así lo ha entendido, por ejemplo, la Municipalidad de La Pintana que ha mandado delegaciones a Nueva York para tomar contacto con la realidad educacional y cultural en los barrios. Visitaron la Escuela Gabriela Mistral y quedaron impresionados por la importancia que tiene la actividad artística en el currículo, así como la retribución solidaria que los egresados tienen apoyando al colegio.
La entrada en la era digital y el impacto de la inteligencia artificial remecerán a los sistemas educacionales en todas partes. El desafío será aprender a usarla como un instrumento pedagógico útil. La que Paulo Freire llamaba “educación bancaria” por el almacenamiento de datos, irá quedando definitivamente en el pasado. Se abre un amplio camino en que lo decisivo será aprender a pensar, crear y descubrir. Será difícil porque la rutina va en sentido opuesto. Habrá que revisar el conocimiento que una generación transmite a la siguiente, cómo se prepara a los jóvenes para tomar el lugar que les corresponde en la sociedad valorando la diversidad de pensamientos y de proyectos de vida.
Al actual programa de reactivación educacional en marcha en Chile habrá que preparar el sistema para uno de los cambios disruptivos que están golpeando a nuestra puerta. Y como ha dicho Francisco en un reciente documento sobre Blais Pascal, tan controvertido en su tiempo, cada cual deberá salir de su ideología, del castillo de su propia fantasía, su confortable burbuja, para enfrentar la realidad, que siempre superará a las ideas que las personas se forman de ella.
Espero que mi nieta se esté preparando para ese nuevo escenario, como debieran estar haciéndolo todos los niños de Chile.
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