Curvas de aprendizaje
“Todo lo aprendido en la difícil tarea de convivir con nuestro pasado podría verse afectado”.
De pronto se pusieron de moda. Representan el nivel de aprendizaje logrado a lo largo de un período de tiempo. Permiten establecer expectativas sobre el plazo para dominar un asunto.
El Presidente Boric empleó esta figura al presentar a su nuevo subsecretario de Redes Asistenciales, destacando su extensa experiencia y conocimiento de la función: porque en este momento, dijo, “no hay espacio para curvas de aprendizaje, hay que llegar a actuar”. Daba a entender así que ya no había margen para improvisar, para errores, ni siquiera para aprender haciendo.
El Presidente lo sabe mejor que nadie. Desde el primer día debió seguir una empinada curva de aprendizaje. Asimismo su gobierno, forzado a transitar desde un programa maximalista y refundacional hacia uno minimalista y de objetivos convenidos con la oposición. Todo esto en un cuadro de fuerzas adversas y ante una opinión pública exasperada. Pienso que Boric exhibe una trayectoria ascendente bajo enorme presión.
Lo mismo la sociedad chilena en su conjunto. Envuelta en serias turbulencias desde hace casi cuatro años —revuelta y protestas, pandemia, crimen y violencia, economía sin crecimiento, servicios esenciales como salud y educación tensionados al máximo, etc.—, ha mantenido sin embargo la cordura y logrado encauzar institucionalmente sus conflictos. Un ejemplo de esto es nuestro convulso proceso constituyente que quizá termine bien.
¿Dónde, por el contrario, observamos curvas de aprendizaje que se inclinan hacia abajo, acumulando experiencias negativas?
Por ejemplo, en el uso de acusaciones constitucionales contra ministros de Educación con el solo propósito de infligir una derrota política al gobierno de turno. Ocurrió ya (¿exitosamente?) en dos oportunidades anteriores, con secretarios de Estado de distinto signo ideológico. Más en general, se aprecia este negativismo allí donde la oposición niega la sal y el agua al Gobierno, como sucedió al expresidente Piñera, y algunos desearían repetir ahora contra el Presidente Boric.
Asimismo, advertimos una emergente curva descendente con ocasión de los 50 años del golpe cívico-militar de 1973, la instauración de una dictadura y el arrasamiento de los derechos humanos de miles de compatriotas. Por un lado, la defensa acrítica del gobierno de la UP. Por el otro, ¿volveremos a las espurias justificaciones por el contexto, la falsa equiparación de los males, la tesis dualista del área luminosa (milagro económico) y el área de sombras (muertes y desaparecidos)? ¿Volveremos a los cómplices pasivos y a la guerra fría de las ideologías ardientes?
De ser así, todo lo positivamente aprendido en la difícil tarea de convivir con nuestro pasado podría fácilmente verse afectado y empujarnos hacia abajo de la curva, haciéndonos retroceder medio siglo.
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