Debut de la PAES
Se trata de un mejor instrumento de admisión, pero era, en cambio, un error esperar reducciones significativas de brechas.
Ha debutado la nueva prueba de admisión a la educación superior con un alto grado de éxito. Representa una innovación muy marcada respecto de su antecesora. Desde luego, sus resultados podrán ser comparables en el tiempo, porque, a diferencia de la antigua PSU, intenta medir niveles de desempeño en lugar de solo ordenar a los estudiantes. Al mismo tiempo, al agregar una nueva prueba de matemáticas, logra que la primera de ellas refleje el desempeño de todo el universo, mientras que la segunda incluye preguntas más complejas para un grupo específico. Con ambas, se logra ampliar el rango de habilidades estimadas. Hay que recordar que el primer objetivo de los instrumentos de selección a la universidad debe ser acercarse lo más posible a predecir el desempeño académico de los futuros estudiantes. En general, la PAES, al intentar capturar mejor las habilidades requeridas para los estudios universitarios, se convierte en un mejor instrumento de admisión. El gran error de la PSU fue intentar medir también los logros de la educación media, distorsionando sus propósitos y produciendo un daño tanto al sistema de admisión como al sistema escolar, que vio alteradas sus tareas por las cruciales consecuencias de este instrumento, completamente inapropiado para medir logros educativos. Por lo demás, su diseño metodológico no era adecuado para este fin.
Los cambios metodológicos que trae consigo la PAES hacen que la distribución de estas pruebas sea distinta respecto de las anteriores y también entre sí, produciendo test con diferentes promedios y medianas. A estudiantes, familias y colegios les va a costar inicialmente adaptarse, pero por ello se flexibilizaron las postulaciones y el Demre publicó una equivalencia entre las antiguas pruebas y las nuevas. Esta ayuda a comprender mejor la nueva realidad, pero en procesos posteriores sería más útil acompañar el puntaje con el percentil de la distribución a la que este pertenece. Si se explica bien, contribuirá a entender mejor las nuevas escalas.
Al ser las nuevas pruebas menos intensivas en contenido, existía la expectativa de que se redujeran las brechas por modalidad educativa y las de carácter socioeconómico. Es una idea que se sobrevendió en exceso y que no ocurrió, sugiriendo una vez más que los instrumentos de admisión a las universidades no pueden hacer milagros. Por cierto, se sabe que la pandemia afectó de manera distinta a diferentes grupos de la población. Así, en el futuro la brecha podría reducirse, pero sería un error pensar que los cambios van a ser muy relevantes.
La mala noticia de este proceso es que de nuevo retrocedieron los liceos emblemáticos. El Instituto Nacional, el más característico de estos, descendió al puesto 201 desde el 143 de hace un año. Los cambios son más dramáticos si se consideran períodos más largos: hace 15 o 20 años, dicho liceo se ubicaba en los primeros 20 lugares del país y en varias ocasiones entre los 10 primeros. En abril de 2006, un estudio de Sábado, de este diario, indicaba que el Nacional era el plantel más prestigioso en todos los estratos consultados entonces. Todo ello se ha esfumado y no deja de ser sorprendente cómo se logró minar en tan poco tiempo el capital simbólico de este liceo. Ello, a partir de una falsa premisa: la de que la selección por aptitud académica de los estudiantes no agregaba valor y, que en cambio, impedía el positivo efecto que esos jóvenes podrían generar en sus planteles de origen si continuaban en ellos. Aunque otros liceos emblemáticos han sufrido igual fenómeno, la educación estatal no está conminada a correr esa suerte. De hecho, han emergido los liceos Bicentenario y en Ñuñoa sus planteles más tradicionales presentan buenos resultados; lamentablemente, ya se ha sabido de acciones, sobre todo en el Liceo Augusto D’Halmar —el de mejor desempeño—, que ponen en riesgo esos proyectos. Sería un nuevo embate a la educación del Estado que no se debe tolerar. Permitir que florezcan proyectos educativos del Estado con un carácter propio es clave para recuperar esta educación. La miopía que ha existido al respecto es de una irresponsabilidad difícil de encontrar en otras latitudes.
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