Constitución: modelo para armar
“Es un proceso vertiginoso, laberíntico, multiforme, fragmentario, lleno de mensajes discordantes”.
Si fuese un ejercicio literario, la construcción de nuestro texto constitucional podría asemejarse a la famosa novela “62/modelo para armar” de Julio Cortázar. Parafraseándolo, la opción del ciudadano, su montaje personal de los elementos del relato que está emergiendo, serán, en cada caso, la Constitución que uno elige leer.
En Chile estamos frente a tal fenómeno. Con la consiguiente confusión y exasperación de los ciudadanos-lectores, que tampoco son tantos, a decir verdad. Con todo, forman un público relevante; en efecto, son el sector políticamente más consciente y activo, el sector deliberativo de la polis.
Allí, efectivamente, reina el mayor desasosiego. Igual como entre los lectores de Cortázar, en aquel público se manifiesta desasosiego, perplejidad, pérdida de sentido de la realidad y una creciente incomprensión frente a un texto cuya retórica resulta chocante y, a veces, enajenada. Delirante es el término más usado para calificarla.
En realidad, la forma de producción del texto es parcialmente responsable de esas reacciones. Es un proceso vertiginoso, laberíntico, multiforme, fragmentario, lleno de mensajes discordantes. Cada mañana se despierta uno a un país reinventado en la esfera de los signos, del lenguaje, las imágenes; como resultado, hay una sobresaturación de sentidos.
Evaluar cada artículo del texto sin conocer todavía el todo genera una cámara de ecos donde los sonidos reverberan creando verdaderos espejismos acústicos. Vivimos pendientes de enunciados aún no acabados, incompletos, que cada uno procesa a su amaño; desde su personal posición interpretativa. De allí resulta la sensación de que el órgano constituyente funciona como una gran máquina centrifugadora de enunciados, los cuales, por ahora, no parecen originar el texto fundacional de un nuevo Estado.
Sin embargo, ahí está germinando. Y su forma final no será tan aleatoria e incierta como sugiere este análisis. Pues el texto posee, desde ya, unos ejes ideológicos estructurantes. Estos proporcionan el andamiaje que finalmente unirá todos los fragmentos.
Para decirlo con los propios términos del documento en preparación, la nueva forma u orden estatal será: plurinacional, paritaria, ecológica, indigenista (decolonial), igualitaria, participativa, de autonomías y colectivos (comunitaria e identitaria), de derechos sociales (garantizados), difuso y ambiguo régimen político, división de poderes borrosa y de un capitalismo (innombrable) comandado por la iniciativa estatal.
Luego, será una Carta Fundamental inscrita gruesamente en la corriente del neoconstitucionalismo latinoamericano: abierta a múltiples interpretaciones, con una fuerte racionalidad de valores declarados y una débil racionalidad instrumental. Por ahora no es más que el texto que cada uno de nosotros elige leer; un modelo para armar.
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