Ha tomado largos años avanzar en el reconocimiento social y educativo de la primera infancia. A pesar de que existe pleno consenso en que es fundamental priorizar políticas en etapas tempranas para así alcanzar mayores oportunidades, no se ha logrado consolidar en nuestro país, un fortalecimiento integral y sistemático de este nivel educativo. Se trata de políticas de largo aliento donde el retorno no es inmediato. Por ello, es muy preocupante la significativa reducción de la matrícula en el año 2021, la que no se explica solo por las consecuencias de la pandemia. Convengamos que la ausencia de una hoja de ruta acordada con mirada de largo plazo ha afectado la confianza, la validación pedagógica y sus positivos impactos socioeducativos. Por tanto, el problema que enfrentamos es más amplio y complejo, habrá que repensar juntos los itinerarios vitales para reivindicar una agenda pública que definitivamente impida cualquier experimento neoliberal en la primera infancia como se ha pretendido instalar en estos años. Sin duda, unos de los retos principales será recuperar la asistencia en la educación inicial en un marco de confianza y valoración.
En este camino, a propósito de las transformaciones que se requieren para construir un país más justo, equitativo e inclusivo, admitamos que en el gobierno de M. Bachelet se impulsó la política pública más estructural, profunda y con la mayor inversión pública en la historia de la educación parvularia, basada en tres ejes: cobertura, calidad e institucionalidad, con un conjunto de medidas concretas y determinantes para las familias y sus hijos. Algunas tuvieron que prevalecer obligatoriamente en el gobierno de S. Piñera, como la carrera docente para las educadoras, otras en cambio, se paralizaron y más aún, se cuestionaron fuertemente, como el programa nacional de construcción de jardines públicos. Más adelante, paradójicamente las autoridades reconocieron y celebraron el sentido de estas obras, con nuevos estándares ambientales, arquitectónicos y pedagógicos; les correspondió inaugurar con orgullo el primer jardín infantil público y gratuito construido en la comuna más rica de Chile. Nuevos aires de la anhelada inclusión.
Sin embargo y contra todo pronóstico, nunca hubo plan de expansión de más establecimientos y cupos en el sector público, ni siquiera antes de la pandemia, ni tampoco durante la promesa de sala cuna universal. La voluntad política de este gobierno, contraponiendo todo lo avanzado, estuvo en instalar el cuestionado modelo de subvención en los jardines infantiles, para incorporarlos en la lógica de la competencia con evidentes desventajas; un sistema de financiamiento orientado por dinámicas de mercado, cuyas consecuencias en el sistema escolar han sido ampliamente criticadas. Enorme tarea será la que viene para recuperar el tiempo perdido.
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