¿Cuentan los países con los datos educativos necesarios para responder a la pandemia?
Agosto 19, 2021

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18/08/2021
4 min

Por Alejandro Vera y Martín Scasso, Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe (OREALC/UNESCO Santiago)

Los sistemas de información para la gestión de la educación (SIGED) han ocupado un lugar estratégico para que los gobiernos de la región organicen las respuestas al escenario de emergencia que instaló la pandemia de COVID-19. Desde el inicio de la suspensión de las clases presenciales en marzo de 2020, han sido demandados para proveer los datos que permitan acompañar la organización de la educación remota, el monitoreo de la asistencia escolar en las diferentes modalidades propuestas, la planificación del regreso a la presencialidad, la medición del impacto en los aprendizajes, entre otras necesidades.

Esta exigencia ha estresado y tensionado a los SIGED: se les ha demandado más datos de los que suelen reportar, en forma más frecuente y oportuna, y sobre dimensiones que usualmente no consideraban en sus mediciones.

¿Cuántas escuelas están cerradas?, ¿cuentan los alumnos con equipamiento informático y conectividad?, ¿están preparados los docentes para mantener la enseñanza remota?, ¿las escuelas están en condiciones de cumplir los protocolos para un retorno seguro? ¿cuánto están aprendiendo los estudiantes?, ¿cuándo retornar a la presencialidad? Estos son algunos ejemplos de las múltiples demandas de información que han surgido en este contexto.

El documento Los sistemas de información educativa frente a la pandemia COVID-19 de la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe (OREALC/UNESCO Santiago) presenta algunas reflexiones sobre el modo en que los SIGED se han tenido que adaptar a este escenario, haciendo un recorrido sintético por los principales desafíos y dilemas.

Los países han tenido que encontrar soluciones diferentes y creativas para responder a las necesidades impuestas por la pandemia, adaptando el modo en que los sistemas de información recopilan y producen información. Por ejemplo, según una encuesta de impactos de la pandemia COVID-19 en las Unidades Nacionales de Planificación de la Educación del Instituto de Estadística de la UNESCO, el 62% de los países de América Latina y el Caribe se vio forzado a posponer la recolección de datos educativos a causa de las dificultades emergentes del contexto, el 58% implementó nuevos métodos de recopilación de datos (34% a través de encuestas en línea), y el 54% requirió incrementar la frecuencia de recopilación.

Por otra parte, los resultados de una reciente encuesta del Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad Educativa (LLECE) indican que varios países suspendieron sus evaluaciones de logros de aprendizajes en 2020, y otros las pospusieron. Muchos prevén en 2021 adaptar sus pruebas para utilizarlas como diagnóstico en respuesta a la crisis.

Desafíos

En este escenario pueden reconocerse tres grandes desafíos:

1) La actual emergencia ha vuelto prioritario un conjunto de datos, indicadores o dimensiones clave para el diagnóstico que no estaban contemplados en los SIGED, o no de la manera requerida. Estos sistemas debieron adaptar indicadores tradicionales a los nuevos sentidos que impuso la pandemia (como medir matrícula o asistencia en formatos remotos), generar nueva información antes impensada (como aspectos de la enseñanza híbrida o las diferentes formas de vinculación de los estudiantes con el aprendizaje), y mejorar la calidad de datos existentes pero que no cubrían las necesidades de planeamiento (como los datos de infraestructura).

2) Ha emergido con fuerza la necesidad de integrar a los SIGED con otras fuentes de información, para representar dimensiones externas al mundo educativo, como por ejemplo indicadores sociales o epidemiológicos. Esta integración no es frecuente, incluso antes de este contexto. Los sistemas educativos de la región funcionan como “silos”, donde cada departamento opera de manera autónoma, lo cual resulta en sistemas de información fragmentados. La emergencia de la COVID-19 trajo la necesidad de fortalecer esta integración, y se ha avanzado en construir articulaciones para diseñar mejores respuestas desde el sector.

3) Han tenido que reorganizarse los tiempos de producción de la información. Históricamente, los SIGED han tenido un rezago natural derivado de los procesos de recolección, procesamiento y difusión de información censal. El contexto de la pandemia ha forzado la reducción de los plazos entre producción y disponibilidad, ya que en un escenario cambiante los datos se vuelven rápidamente obsoletos.

Todavía no se conocen la extensión ni la profundidad de los impactos de la emergencia desatada por la COVID-19, pero es posible imaginar que los sistemas educativos tendrán modificaciones significativas en el mediano y largo plazo como resultado de esta experiencia. En ese sentido, los SIGED deberán reconfigurarse para acompañar este proceso de adaptación, y para orientar las respuestas que permitan mitigar los impactos negativos de la crisis. Su desafío estará en recuperar de esta experiencia lecciones para mejorar la oportunidad de la información, desarrollar mejoras tecnológicas y fortalecer su vinculación con otras fuentes de datos.

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