Dra. Pamela Cámpora, Dr. Carlos Vio, el 04 de julio de 2021 – 19:45 hrs
Casi en tiempo real podemos acceder a denuncias de malas prácticas o fraudes en investigación que ocurren en todo el mundo. El sitio web independiente Retraction watch (https://retractionwatch.com/) reúne los trabajos científicos que tienen información de dudosa calidad, datos manipulados o falsificados o que no cumplen con estándares éticos como falta de consentimiento informado de los pacientes, antes de su publicación y la respuesta de las revistas donde fueron publicados. Estas publicaciones en el mundo de la ciencia son equivalentes a las “fake news”, se trata de investigaciones donde existe manipulación de datos, adulteración, plagio o invención de resultados y falta de rigurosidad científica.
Este tipo de publicaciones pone en riesgo la credibilidad científica ya que la ciencia avanza sobre un conocimiento existente, donde el investigador utiliza lo que otras personas han publicado con anterioridad, sustentado en la confianza y en la rectitud ética de quien investigó. Por lo que, si falla un eslabón, las consecuencias son muy graves para el mundo científico y para la sociedad al afectar la fe pública en la ciencia.
A continuación, ejemplos ilustrativos recientes de la falta de rigurosidad científica que ha erosionado la credibilidad de la ciencia.
Vacuna y autismo: El Dr. Andrew Wakefield (Lancet, 1998) publicó un artículo donde relacionaba la administración de la vacuna contra el sarampión, rubéola y papera, y la aparición de autismo. Años después se abrió una investigación por mala práctica, que terminó con la expulsión del médico y la revista The Lancet se retractó de aquella publicación, sin embargo, el daño en la sociedad ya había ocurrido. Estudios basados en esta investigación son un sustento de los movimientos antivacunas que hasta hoy día intentan desacreditar las campañas de vacunación en el mundo.
Otro ejemplo dramático es el de células madre y cura de enfermedades del corazón: El Dr. Piero Anversa publicó varios artículos proponiendo que células madre de origen cardíaco podían curar las afecciones al corazón en humanos. Estos datos no se pudieron reproducir en otros laboratorios y la investigación de la Universidad de Harvard, donde él trabajó, llevó a denunciar que en más de 35 estudios realizados existían datos falsificados o manipulados, esas publicaciones fueron retiradas de las revistas (retracted).
Más recientemente, sobre la pandemia de COVID-19, existen más de 120 publicaciones que han sido “retracted” por diversas causas (https://retractionwatch.com/retracted-coronavirus-covid-19-papers/).
En todo el mundo se demanda que la investigación y la ciencia aporten datos fidedignos para tomar decisiones de políticas públicas sustentados en datos científicos verificables, pero eso requiere que las instituciones puedan avalar los resultados de investigación con la existencia de mecanismos internos expeditos de control, lo que es una tarea pendiente.
Es difícil entender las faltas a la integridad en una comunidad cuyos conocimientos se sustentan en la generación de conocimiento y resultados obtenidos por otros previamente. Estas malas prácticas no pueden ser toleradas porque erosionan todo el sistema de generación de conocimientos desde la investigación, y por tanto su utilidad para la sociedad.
Las investigaciones pueden tener errores de diseño, de metodología, incluso de interpretación de los resultados, pero éstos corresponden a limitaciones o deficiencias que puede tener cualquier actividad de investigación. Sin embargo, acá no nos referimos a esos errores y limitaciones sino, a la manipulación y falseamiento intencional de los datos. El asunto central es la falta de Integridad de la Investigación que tiene que ver con el registro fidedigno de los datos, los resguardos de esos datos, y las publicaciones sustentadas en esos datos verificables por terceros.
Por tanto, para que el sistema funcione y esté protegido de malas prácticas se requiere la concurrencia de propósitos de distintos actores: las agencias que financian la investigación; las instituciones donde se realiza la investigación; las sociedades científicas donde se presentan y discuten los resultados, y las revistas donde se publican los resultados de investigación.
Iniciativas existen, pero son escasas, varias agencias de financiamiento de la investigación en el mundo tienen oficinas especializadas con instrucciones y protocolos para manejar este tipo de denuncias, como la Office of Research Integrity (ORI) del NIH USA (https://ori.hhs.gov/) o la oficina británica UK Research Integrity Office (https://ukrio.org/).
En nuestro país, las agencias que financian la investigación han reaccionado lentamente a estos asuntos y solamente desde el año 2013 la postulación a los proyectos Fondecyt requiere una declaración sobre la Integridad de la Investigación aunque el énfasis parece estar puesto en plagio o autocitas de trabajos previos.
Luego, mientras las agencias que financian la investigación, las sociedades científicas y las revistas que publican los trabajos asumen su responsabilidad en la tarea, es imperativo que las instituciones que realizan investigación (principalmente universidades) cuenten con actividades continuas de formación para sus académicos, profesionales y estudiantes en estas materias, concurriendo al mismo tiempo mecanismos de prevención de malas prácticas y reglamentos que las sancionen cuando ocurran.
Proponemos que deben existir oficinas de alto nivel sobre integridad de la investigación que implementen los aspectos normativos nacionales e internacionales, que resguarden las buenas prácticas de la investigación y el adecuado registro y documentación de los datos. Que resguarden la seguridad de los investigadores y su entorno (Bioseguridad y seguridad), y el respeto por los sujetos de investigación (Bioética y ética).
Tan importante como lo anterior es que establezcan los procedimientos de supervisión del cumplimiento de la normativa, los canales de denuncias de faltas y malas prácticas, los procedimientos administrativos de investigación y sanción de las faltas, y lo que se requiera para la adecuada implementación y cumplimiento de las normas.
Estas deben ser tareas prioritarias para las instituciones que hacen investigación y es algo que estamos implementando como un proyecto prioritario en la Universidad San Sebastián.
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