Tomando el pulso de la ciencia latinoamericana
Noviembre 12, 2020

captura-de-pantalla-2020-11-11-a-las-12-27-34Tomando el pulso de la ciencia latinoamericana

Este nuevo Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo, instaurado para promover la importancia del conocimiento científico para el desarrollo sostenible de la humanidad, nos encuentra luchando contra la pandemia de COVID-19, armados principalmente de herramientas elaboradas a partir de la actividad científica.

En un post anterior se planteó que las capacidades científicas han resultado necesarias para poder responder con prontitud a los diferentes aspectos de la crisis, sanitaria, económica y social. Al mismo tiempo, estas capacidades serán críticas para que nuestras naciones retomen la senda de recuperación.  Todo esto se da en un contexto en que América Latina y el Caribe (ALC) ha mantenido niveles más bien anémicos de inversión en ciencia. Por ejemplo, los países de ALC invierten en investigación y desarrollo (I+D) un promedio de 0,7% de su Producto Interno Bruto (PIB), mientras que la inversión promedio de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)* equivale al 2,1% del PIB.

Además de este déficit de inversión, los esfuerzos para superar la pandemia y recuperar el crecimiento y el desarrollo se darán en un contexto de presupuestos fiscales más restringidos y de recursos acotados. Así como la ciencia ha respondido a la pandemia, la pandemia también afectará la actividad científica. En un esfuerzo por monitorear estos cambios, el BID aunó esfuerzos con la OCDE en el lanzamiento de la encuesta flash de la Ciencia 2020 para ALC, que  aún se encuentra abierta. Este estudio experimental se enfoca en tomar el pulso a la situación en tiempo real (antes que en la precisión estadística) y los datos recolectados de las dos mil respuestas recibidas hasta la fecha nos dan un primer panorama sobre los impactos del COVID-19 en la ciencia latinoamericana.

La actividad científica en tiempos de coronavirus

Una de las primeras imágenes que nos muestra esta encuesta es que la actividad científica en general pudo ser flexibilizada para operar de manera remota. Sin embargo, en ALC este ajuste fue menos evidente que en los países de la OCDE. Así, mientras cerca del 70% de los científicos participantes de los países de ALC migró a trabajar desde casa, en la OCDE lo hizo un 85%. La rigidez es aún más evidente al observar que el 15% de los científicos participantes en ALC vieron sus actividades suspendidas o canceladas durante la pandemia, poco más que el doble de la proporción en la OCDE (7%).

El incremento en la fragilidad de la actividad científica latinoamericana también se hace evidente en la disponibilidad de recursos. Por ejemplo, un 40% de los científicos en el universo de la encuesta espera una reducción en el tiempo disponible para hacer investigación, probablemente impulsado por las nuevas demandas para dictar clases de manera remota y la suspensión de los servicios de cuidado infantil. Aún más importante, tres de cada cinco científicos en ALC anticipan una precarización del empleo en las ciencias y un deterioro en sus oportunidades de carrera.

Si bien a nivel global una proporción importante de científicos experimentó un incremento en la intensidad de su trabajo y/o un cambio de tópico de investigación hacia COVID-19, la actual discusión presupuestaria de los gobiernos en ALC parece dar la razón a algunas de las principales las preocupaciones de la comunidad científica: la reducción de los recursos. En un contexto de contracción económica son evidentes las presiones para reducir y reorientar la inversión pública, sin embargo, no se deben dejar de lado los evidentes riesgos que conlleva dejar de invertir en las capacidades que generarán el crecimiento del futuro y, como hemos visto, nos proporcionan el arsenal de respuesta ante eventos como la pandemia de COVID-19.

Revalorizar la ciencia, repensar las estrategias

La recuperación de la actividad económica en ALC tendrá que ir de la mano con una revalorización de la actividad científica, y eso implica, además de repensar la inversión, idear mecanismos complementarios que permitan, al menos, mantener las capacidades científicas instaladas. Para saber qué hacer, los resultados de la encuesta también nos entregan ciertas luces.

En primer lugar, al menos un tercio de los científicos de la región espera o ha experimentado un aumento en la colaboración científica, tanto con instituciones con las cuales no colaboran de manera permanente, como con aquellas con que sí lo hacen de manera regular. Asimismo, casi la mitad de los científicos de la región espera que aumente el acceso a datos e información para hacer investigación. En ese sentido, el proceso de adopción de nuevas herramientas digitales para la actividad científica en diferentes áreas, ya en curso, se acelerará. Casi el 70% de los científicos de LAC, espera que aumente el uso de estas herramientas en la ciencia, cifra similar a la esperada en la OCDE.

Queda claro que avanzar en una reactivación económica de la mano de la creación y aplicación de conocimiento científico implica pensar en nuevas maneras de mejorar el entorno para la ciencia, enfocándose en facilitar la cooperación, el flujo de datos, y la digitalización. Esto incluye al menos la identificación y eliminación de trabas a la colaboración interinstitucional y regional, mientras se diseñan iniciativas que faciliten el registro, almacenamiento y difusión de datos para uso científico. Estas líneas, enmarcadas en lo que se ha denominado ciencia abierta, deben ser acompañadas de programas que faciliten la formación rápida en habilidades digitales, tanto a la comunidad científica existente como a aquellos jóvenes científicos en formación, necesarias para hacer ciencia de primer nivel a escala global.

Desde antes de la actual crisis ya era un desafío de gran magnitud cerrar la brecha en capacidades científicas entre ALC y los países de altos ingresos así como un enorme reto el transformarla en un motor de desarrollo sostenible . ¿Podremos escuchar y responder esta vez a la urgencia de contar con mayores capacidades científicas en la región? Esto solo pasará si nos planteamos seriamente políticas con nuevos y ambiciosos enfoques, que consideren activamente la creación de nuevos espacios de colaboración entre los países de la región, fortalecer la cooperación global, las prácticas de ciencia abierta en cada uno de nuestros países, y un fuerte impulso a la incorporación de nuevas herramientas y habilidades digitales para producir y aplicar nuevo conocimiento científico que impulse, no solo una reactivación de la economía, sino un camino de desarrollo sostenible para la región.

La lucha contra la pandemia continua, con la ciencia como una de sus principales protagonistas. Hoy se habla de ciencia como no se ha hecho en mucho tiempo, aunque no siempre se la entiende. ¿Podremos aprovechar este contexto para acercarla cada vez más a la sociedad y ponerla a su servicio, como reza el lema del Día Mundial de la Ciencia 2020?

¿Y tú, cómo ves el futuro de la ciencia y las políticas científicas en América Latina y el Caribe? Cuéntanos en los comentarios.


* En este posteo haremos referencia a la OCDE, como el grupo de países miembros a la organización, con la excepción de Chile, Colombia, y México, cuyos datos, para efectos comparativos, son incorporados en el grupo de países de ALC.

Michela Bello

Michela Bello es analista de la Dirección de Ciencia, Tecnología e Innovación de la OCDE. Es responsable de la publicación de estadísticas de innovación empresarial siguiendo las directrices del Manual de Oslo de la OCDE/Eurostat y está a cargo de un estudio global de investigadores que aportan evidencia en diversas áreas de política científica. Antes de unirse a la OCDE, trabajó como consultora en la ONUDI donde contribuyó a proyectos de investigación sobre el impacto de la inversión extranjera directa en los países en desarrollo y la medición de la innovación y la productividad. Tiene una Maestría en Economía de la Universidad de Bocconi y actualmente está estudiando un doctorado en SPRU, Universidad de Sussex.

Fernando Galindo-Rueda

Fernando Galindo-Rueda es economista senior de la Dirección de Ciencia, Tecnología e Innovación de la OCDE. Es responsable de coordinar las actividades del Grupo de Trabajo de Expertos Nacionales en Indicadores de Ciencia y Tecnología de la OCDE (NESTI). Está a cargo del desarrollo y la actualización de los estándares estadísticos de la OCDE para la medición de I+D e innovación, la entrega de análisis específicos de datos de ciencia e innovación y la difusión de estadísticas clave de la OCDE en esta área. Antes de unirse a la OCDE en 2010, fue responsable del asesoramiento económico sobre política industrial en el Departamento de Negocios, Innovación y Habilidades del Reino Unido. Ha sido director de Metodología Económica en la Oficina de Estadísticas Nacionales del Reino Unido y ha trabajado como economista investigador en la London School of Economics. Tiene un doctorado en Economía de University College London.

Fernando Vargas

Fernando es especialista en Competitividad, Tecnología e Innovación en el BID. Cuenta con amplia experiencia asesorando a agencias nacionales y organismos multilaterales en el diseño de políticas de ciencia e innovación. Su foco de investigación es la medición y análisis de la innovación y la productividad en las empresas. Es Ingeniero Industrial y Master en Economía Aplicada de la Universidad de Chile, y candidato a Doctor en Innovación, Economía y Gobernanza para el Desarrollo, de la Universidad de las Naciones Unidas y la Universidad de Maastricht (UNU-MERIT).

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