En mayo del año 2018 se promulgó la Ley de Educación Superior (Nº 21.091). Su implementación requiere esfuerzos de la nueva Subsecretaría de Educación Superior, la Comisión Nacional de Acreditación (CNA), el Consejo Nacional de Educación (CNED), la Superintendencia de Educación Superior (SES) y, por cierto, de las instituciones de educación superior (IES).
El nuevo marco regulatorio establece una acreditación institucional integral, cuyos criterios han de darse a conocer hasta septiembre del presente año. Dicho proceso considera cinco dimensiones de acreditación, en general vinculadas a las vigentes exceptuando la denominada “aseguramiento interno de la calidad”. La ley señala que esa nueva dimensión ha de abarcar la totalidad de las funciones que la institución desarrolla, así como las sedes que la integran y deberá aplicarse sistemáticamente en todos los niveles y programas. Por último, señala que los mecanismos de aseguramiento interno de la calidad deben orientarse al mejoramiento continuo, resguardando el desarrollo integral y armónico del proyecto institucional.
Si bien el aseguramiento interno de calidad pasa a ser un aspecto relevante a ponderar en la acreditación institucional, es necesario discutir y evaluar al interior de las instituciones cómo proceder respecto a esta nueva exigencia. Experiencias comparadas internacionales evidencian que esta dimensión ha adquirido preponderancia respecto de otras, bajo la premisa que la calidad depende primordialmente de las mismas instituciones de educación superior. Por tanto, en teoría, una institución responsable, con un proyecto coherente y sólidos resguardos internos para llevarlo a cabo, podría requerir menos supervisión y evaluación externa.
Sin embargo, y preliminar a su implementación, esta dimensión del nuevo marco jurídico no parece sostenerse en dicha premisa. De hecho, la futura acreditación institucional integral resulta considerablemente más exhaustiva que la actual. Entonces, cabe preguntarse, ¿qué implica y qué sentido tiene para las instituciones de educación superior chilenas la exigencia de contar con un sistema interno de aseguramiento de la calidad (SIAC)? Para responder esta interrogante, sugerimos algunas precisiones conceptuales y algunas orientaciones procedimentales.
Conceptualmente, los SIAC son sistemas para garantizar la calidad que las mismas IES configuran en su interior. Éstos pueden tener distinto alcance, pero en general sería esperable que consideraran, al menos, las dimensiones de gestión institucional y de docencia. En el nuevo marco jurídico, la acreditación institucional integral espera que el SIAC abarque todas las funciones institucionales, en especial las misionales, las cuales difieren según se trate de una universidad, instituto profesional o centro de formación técnica.
En la práctica, actualmente dentro de la diversidad de IES de nuestro país, en muchas ocasiones los SIAC no están, o al menos no completamente, formalizados o institucionalizados. No obstante, existen y operan garantizando calidad en la formación impartida. De hecho, en tiempos de pandemia se ha visto la capacidad interna de las IES (es decir alguna forma de SIAC) para responder a la contingencia sanitaria y continuar impartiendo la formación comprometida de manera virtual.
En consecuencia, para responder a la nueva exigencia de acuerdo con la ley, el primer desafío de las IES sería revisar sus propias políticas y prácticas de resguardo de la calidad. Su análisis contribuiría a la configuración del SIAC y avanzar en su institucionalización para poder dar cuenta externamente de él. Es necesario considerar que esta primera etapa no está exenta de riesgos. Sus resultados podrían conducir a incrementar la burocracia institucional y a delinear procesos desprovistos de sentido para los académicos y profesores. Por el contrario, un SIAC efectivo ha de sustentarse en nociones institucionales compartidas sobre la calidad y estar orientado al mejoramiento continuo y a la capacidad de autorregulación, acorde a la misión y metas particulares de cada institución. Posiblemente, del ejercicio sugerido resultaría un amplio espectro de escenarios institucionales. Según su estadio, el segundo desafío consistiría en que cada IES ha de aclarar y determinar qué políticas, prácticas y mecanismos propios han de configurar su SIAC y proceder a (re)definirlos e integrarlos formalmente a su quehacer.
Para que el SIAC resulte virtuoso, es decir que contribuya a garantizar el cumplimiento de la misión y los propósitos institucionales y ejecutar procesos de mejoramiento continuo, requiere del compromiso de las unidades académicas y administrativas. Tal vez, este tercer desafío institucional puede resultar el más complejo de todos y, al mismo tiempo, ser el más fundamental. Implica configurar el SIAC con la participación de los distintos estamentos y en sintonía con la cultura institucional. Su logro depende de distintos factores: el apoyo de los líderes de las IES; el involucramiento tanto a nivel central como de las unidades académicas y administrativas, logrando un adecuado equilibrio entre centralización y descentralización; un sólido sistema de información, participación de stakeholders, apoyo de los académicos, entre otros. En suma, los liderazgos, la confianza y la comunicación interna se ponen a prueba para lograr un SIAC que convoque, resulte significativo y comprometa a nivel individual y colectivo. En este contexto, contar con un Modelo de Calidad, que responda a una noción institucional de calidad puede ser de gran ayuda.
En suma, un SIAC coherente y bien integrado a la cultura de la calidad de una IES, contribuye al logro de las tres “A” requeridas: accountability (rendición de cuentas); assessment (evaluación) y acreditation (acreditación) y, sobre todo, incrementa el compromiso con la calidad para mejorar la consistencia, pertinencia, eficacia y eficiencia de todo el quehacer institucional. Sin embargo, alertamos que un SIAC también puede transformarse en un ritual centralizado en la gobernanza de una IES, que responde al cumplimiento de la nueva dimensión de acreditación exigida (compliance), pero desaprovecha la oportunidad de deliberar y acordar internamente lo que implica el trabajo de calidad.
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