«Estaremos forzados por las circunstancias a ponernos de acuerdo»
Marzo 16, 2020

Captura de pantalla 2016-10-13 a las 10.55.42 a.m.J.J. Brunner sobre el coronavirus en medio de la crisis social: «Estaremos forzados por las circunstancias a ponernos de acuerdo»

-En la existencia y percepción de las personas, las formas de sentir y vivir individualmente estos fenómenos son variadísimas. Dependen de factores de contexto como origen social, edad, lugar, educación, estado de salud, ocupación, etc., y, sobre todo, de factores de carácter y personalidad, como auto control, motivaciones, resiliencia, estilo de relaciones, etc. Algo distinto ocurre con la forma cómo estos fenómenos -crisis social, epidemia global- afectan colectivamente a diferentes grupos, estratos, generaciones y clases. En este caso se suman, combinan e interactúan entre sí, generando impactos mayores de amenaza, incertidumbre, inseguridad, temor.

-Por ejemplo, el miércoles volvieron a aparecer los “overoles blancos”, hubo más de 450 detenidos en todo el país por manifestaciones violentas, pero los titulares se los tomó la pandemia…

-Hasta hoy, la epidemia ha sido una noticia que se experimenta como llegada desde el extranjero. La violencia cotidiana en las calles, en cambio, es un fenómeno local, que afecta el transporte, las clases en colegios y universidades, el comercio, la seguridad. Los efectos de la epidemia empezarán a verse próximamente, cuando aumenten los infectados, se lleve al límite de sus capacidades al sistema hospitalario y se tomen medidas de aislamiento masivo. Si llegamos a esas situaciones, y cuando lleguemos, la atención girará hacia la salud y el cuidado de la vida.

-¿Los grupos violentistas podrían cambiar sus “estrategias” para volver a captar la atención de los medios o de la gente?

-Los grupos violentos están actuando todos los días hasta ahora, porque nada ha cambiado para ellos. Pero, seguramente, si se llegara algún día a imponer medidas públicas de férreo control sanitario al estilo de Italia, las protestas decaerían momentáneamente y la violencia perdería parte de su virulencia, pues aumenta la disciplina social, hay más supervisión policial y una mayor necesidad de orden.

El académico de la UDP, Carlos Meléndez, escribe una columna en La Tercera donde señala: “A la incertidumbre doméstica, provocada por la protesta, se aúna otra de carácter internacional. La vida cotidiana pierde paulatinamente su regularidad y la “normalidad” se desvanece en el aire”. ¿Comparte esta mirada? ¿Se profundiza la anomia que usted ya señalaba en febrero?

-En efecto, las actuales circunstancias de mayores riesgos e incertidumbre tienen por el momento un impacto anómico: todo parece tan revuelto y aparentemente fuera de control que la gente siente que no hay normas, orden, previsibilidad, reglas estables, rutinas. La normalidad se vuelve anómica; sin normas. Todo parece estar funcionando de una manera desquiciada: el tráfico en la ciudad, las relaciones de autoridad, los mensajes en las murallas, el desorden de los saqueos, las fuerzas de seguridad desbordadas y ahora, además, los virus que amenazan la salud y alteran todas las prácticas cotidianas.

Las actuales circunstancias de mayores riesgos e incertidumbre tienen por el momento un impacto anómico: todo parece tan revuelto y aparentemente fuera de control que la gente siente que no hay normas, orden, previsibilidad, reglas estables, rutinas».

-A casi un mes del plebiscito constituyente, se están suspendiendo las actividades masivas ¿Considera que se afectará la campaña electoral? ¿O incluso todo el proceso constituyente?

-Por cierto, a medida que la epidemia vaya contagiando y difundiéndose, dependiendo de hasta donde pueda llegar, afectará también las actividades nacionales: desde la vida doméstica hasta las clases, desde el comercio hasta la entretención, desde los viajes hasta los medios de transporte. La actividad política masiva, llegado ese momento, también entrará en la zona de contagio. No habrá lugar ni ánimo para reuniones masivas, celebraciones colectivas, contactos múltiples, actos en las plazas y ferias. Lo que pase con actos electorales, como el plebiscito, que son masivos, pero operan individualmente, es algo que tendremos que ir dilucidando entre todos, reflexiva y deliberativamente. Estaremos forzados por las circunstancias a ponernos de acuerdo. Pero, ojo, tendremos que hacerlo en serio: sin usar la epidemia como campaña del terror ni como ariete para terminar de echar abajo al gobierno.

-En relación a la institucionalidad, hoy todos los organismos que la representan están cuestionadas, como el Gobierno y el Congreso. Sin embargo, ahora todos esperan las medidas de las autoridades para saber qué hacer con respecto al coronavirus. ¿Se puede decir que esto es una relegitimación de las autoridades?

-Es cierto: habrá más demanda por autoridad y necesidad de medidas públicas y de servicios provistos por el Estado. Pero eso no significa automáticamente mayor legitimidad de las autoridades. Solo podría tener ese efecto positivo si acaso las autoridades responden con efectividad y con sentido humano y oportunamente y explican y se comunican con la población. Las autoridades tienen pues una oportunidad, pero también mayores desafíos y por ende grandes riesgos de no estar a la altura. Por eso, insistir en tácticas para debilitar al Presidente, el gobierno, o al Parlamento y los partidos, es una absoluta irresponsabilidad.

Estaremos forzados por las circunstancias a ponernos de acuerdo. Pero, ojo, tendremos que hacerlo en serio: sin usar la epidemia como campaña del terror ni como ariete para terminar de echar abajo al gobierno».

-¿Usted cree que esta sensación es algo momentáneo o que se instalará en los próximos meses?

-Lo que vaya a pasar en los próximos meses con la legitimidad de las autoridades -de gobierno y oposición y de organizaciones de todo tipo- dependerá ante todo de la forma como esas autoridades se desempeñen, de su efectividad. Primero, en inspirar a la población para defenderse frente a la epidemia y evitar una catástrofe de salud. Segundo, en recuperar gradualmente la gobernabilidad del país que hoy está en el suelo. Las autoridades -todas ellas—podrían salir fortalecidas. Pero solo a condición de que superen largamente la pobre actuación que han exhibido hasta ahora.

-Mientras la clase política discute sobre adelantar elecciones o sobre acusaciones constitucionales, las personas están preocupadas de temas como los contagios en los colegios, los eventos masivos, etc. ¿Esto podría ser, nuevamente, una muestra de desconexión de los políticos y las personas?

-Sí, hasta ahora la actuación de las autoridades -el grupo dirigente del país en su conjunto- ha sido lamentable. Hay una completa desconexión con respecto al volumen y complejidad de los problemas que estamos enfrentando. Y que siguen aumentando. Vienen circunstancias más difíciles en las próximas semanas: de orden internacional y dentro del país, económicas, políticas, de salud, de funcionamiento escolar, climáticas (otoño, invierno) y de contaminación, etc. De mantenerse, pues, esa desconexión, las autoridades dilapidarán la precaria legitimidad que aún retienen.

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