De primaria a la universidad, la educación se resiste al Brexit
Desde el 2016, recuerda, más de 130,000 europeos han solicitado el pasaporte del Reino Unido, en algunos casos, como “un mecanismo de defensa” o como “una póliza de seguros contra la locura que nos rodea”.
Nando, italiano que lleva 18 años viviendo en el Reino Unido, teme que sus dos hijos crezcan rechazando su lengua paterna. Más a corto plazo, Bella, de Manchester, no sabe si podrá repetir experiencias como su Erasmus en Madrid, ciudad donde Fernando se prepara para estudiar Arqueología en Durham antes de que cambien las cosas.
Miles de alumnos británicos y del resto de Europa, desde las etapas más tempranas a la enseñanza universitaria, están pendientes del Brexit. A corto plazo parece que no habrá muchos cambios, pero la siguiente generación de europeos verá condicionada su formación y su futuro profesional por el divorcio entre el Reino Unido y la UE.
“Papá, no me hables en alemán en público”
Nando Sigona es napolitano, vive en Oxford, está casado con una británica y tienen dos hijos pequeños.
Sigona es profesor de estudios sobre Migración y Refugiados en las Universidades de Birmingham y de Oxford y advierte de que el sistema educativo no será ajeno a las consecuencias de este divorcio, como ocurre en cualquier familia.
Sus investigaciones apuntan a que el Brexit va a “afectar al futuro” del Reino Unido, a la “siguiente generación” de hijos de extranjeros, que representan alrededor del 12% de todos los escolares británicos.
Su experiencia personal y la de muchas de las 170 familias comunitarias que entrevistó durante dos años para estudiar cómo abordan las incertidumbres que presenta esta ruptura y su impacto sobre los hijos, están recogidas en el libro “En la sombra del Brexit”.
“Nuestro estudio se centra en el impacto sobre los niños porque el brexit va a transformar el país en las próximas décadas. Ya hay algunos niños que les dicen a sus padres ‘no me hables en alemán en público'”, alerta y espera que sus hijos no acaben pidiéndole que no use el italiano con ellos.
La campaña del referéndum del brexit fue, realmente, todo un “descubrimiento” porque el “fuerte sentimiento antinmigración” que ya existía en ciertos sectores se diversificó, explica.
“Casi siempre se dirigió hacia gente de fuera de la UE o grupos de comunitarios que vinieron en el 2004 (con el bloque de países del este de Europa), como rumanos o polacos. Nunca hubo tabloides con mensajes antialemán, antisueco o antifrancés”, observa.
Británico por obligación
Sin embargo, a Nando Sigona el Brexit le ha hecho sentirse como un inmigrante, “forzado” a pedir la nacionalidad británica para asegurar su estatus legal y proteger la unidad de su familia.
“Me convertí en británico hace un mes. Participé en la ceremonia, junto a la foto de la reina, todo sonrisas. Fue una experiencia incómoda. La persona que la oficia te dice que este es un lugar magnífico, te felicita. Pero, mientras miraba a los otros europeos, me preguntaba por qué tengo que estar feliz. Sentía que nos habían obligado”, confiesa.
Desde el 2016, recuerda, más de 130,000 europeos han solicitado el pasaporte del Reino Unido, en algunos casos, como “un mecanismo de defensa” o como “una póliza de seguros contra la locura que nos rodea”.
No solo los adolescentes pueden rechazar la lengua y la cultura de sus padres, sino que, también se dan casos, agrega Nando, en los que son los propios progenitores los que se “vuelven muy conscientes al hablar su propio idioma por teléfono o en el transporte público”, por lo que eso puede conllevar.
Debido al Brexit, prosigue, los niños de primaria están empezando a hacer preguntas “que nunca habían hecho antes” porque la misma escuela actúa, en ocasiones, con muy poco tacto.
“En un caso, la dirección mandó una carta a los padres diciendo que si no habían solicitado el estatus de pre-asentamiento para finales de año no se permitiría a los niños permanecer en el país. Es, además de ilegal, una locura. Imagina el estrés para niños y padres”, denuncia.
Los adolescentes, ya en secundaria, plantean situaciones diferentes. Algunas familias europeas, detalla, han regresado a sus países de origen y uno de los progenitores se queda con los hijos hasta que acaben el instituto.
“Tienen sus amigos, sus novias o novios. Quieren ir después a la universidad. Así que hay familias divididas. El tipo de problema que surge va cambiando con la edad”, comenta.
Vivir y estudiar en 28 países diferentes
Bella Schiavo (Manchester, 20 años) asegura estar viviendo mucho estrés por el Brexit y está preocupada por cómo quedará su beca y su tarjeta sanitaria europea.
Este año dejó Durham para cursar estudios hispánicos en la Universidad de Alcalá de Henares. Ella es uno de los más de 16,000 estudiantes británicos acogidos al programa Erasmus, por 31,000 comunitarios que estudian con esta modalidad en Reino Unido.
“Estamos en un limbo todavía”, dice Bella, por mucho que le traten de tranquilizar las autoridades británicas y comunitarias.
La semana pasada la mayoría conservadora en el Parlamento británico rechazó una enmienda que pretendía obligar al Gobierno a negociar la permanencia completa del país en el programa Erasmus.
La comunidad educativa británica está preocupada y el secretario de Estado de Universidades se ha visto obligado a recordar que la pertenencia a la UE no es imprescindible para participar en ese programa de intercambio de estudiantes (países como Turquía o Serbia son miembros) y que el gobierno británico seguirá apostando por ello.
Pero Bella no está tranquila: “Nos va a afectar muchísimo. Si no hubiéramos decidido salir de la UE yo hubiera tenido muchas más oportunidades de vivir y estudiar en 28 países diferentes”.
A corto plazo todo sigue igual
Más allá del programa Erasmus, son muchos los estudiantes comunitarios que eligen las universidades británicas porque “la oferta es grandísima”, dice Fernando Casamayor, que cursa Bachillerato Internacional en el Instituto Ramiro de Maeztu de Madrid.
Fernando quiere estudiar Arqueología, disciplina para la que ha encontrado muchas más opciones en el Reino Unido que en España.
Él está tranquilo porque el Gobierno británico ha garantizado ya las condiciones de acceso y financiación a los jóvenes comunitarios que estén ya estudiando en Reino Unido o que empiecen a hacerlo antes del 31 de diciembre del 2020.
Fernando ya ha cumplimentado todos los trámites e incluso viajó para participar en las jornadas de puertas abiertas de la Universidad de Durham durante las que hubo un capítulo aparte para resolver las dudas de los estudiantes de la UE.
El coste medio de un curso en una universidad británica es de 10,000 euros (30,000 para toda la carrera, que duran tres años), tanto para los ingleses como para los jóvenes del resto de países miembros de la UE.
Para todos ellos, el Gobierno británico ofrece un préstamo en condiciones especiales. Al menos por ahora, porque después, en función de lo que se negocie, el precio podría duplicarse y la ayuda financiera desaparecer.
Esas incertidumbres hacen que muchos chicos españoles que estudian el Bachillerato Internacional y cuya prioridad es hacer sus estudios universitarios en el extranjero, hayan cambiado sus preferencias.
“Han surgido dudas entre quienes consideraban aplicar al Reino Unido -cuenta Fernando-. El coordinador tampoco lo tiene claro porque el Gobierno británico ha tardado en informar. Hay gente que ha decidido cambiar a Estados Unidos”.
Los vínculos educativos
Mark Howard, director del British Council España, reconoce esa incertidumbre, pero es optimista.
“Los vínculos educativos entre España y el Reino Unido son muy fuertes y van a continuar”, asegura convencido y subraya que hay más de 13,000 estudiantes españoles en Reino Unido, el cuarto grupo más numeroso de Europa y el décimo de todo el mundo.
Howard está convencido de que, pase lo que pase con el brexit, los estudiantes extranjeros seguirán atraídos por la calidad de la enseñanza británica, por su flexibilidad -más de 45,000 cursos diferentes- y por su concepto de educación internacional.
Los títulos seguirán siendo reconocidos en el futuro y la tasa de empleabilidad ronda el 86%, insiste el optimista director del British Council, la organización del Reino Unido para las relaciones internacionales y las oportunidades educativas que acaba de cumplir 80 años en España.
Por parte británica, Howard cree que las universidades de su país seguirán interesadas en atraer estudiantes europeos y, entre ellos, destaca que los españoles son especialmente bien valorados, especialmente por su aportación cultural y lingüística.
La comunidad educativa se resiste al Brexit, ya que de en qué medida este afecte a los estudiantes británicos y comunitarios dependerá muy directamente el futuro de las relaciones entre el Reino Unido y Europa.
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