Ministra Cubillos tras la acusación constitucional
Octubre 6, 2019

“Si yo entré al gabinete en una condición determinada de militancia, lo correcto es que mientras esté en el gabinete me mantenga así”.

“Siempre supe los costos personales que tenía o iba a tener para mí el cuestionar o el criticar reformas educacionales empujadas durante el gobierno anterior”.

“Tenía en mi celular 340 mensajes por WhatsApp. No he alcanzado a contestar todos los comentarios que me llegaron por Instagram o por correo. Después de la votación, nos reunimos un rato en la sala de la Secretaría General de la Presidencia del Congreso y nos fuimos a comer con los equipos del ministerio, también llegaron el subsecretario Claudio Alvarado y Andrés (Allamand)”.

La ministra de Educación, Marcela Cubillos, cuenta los recuerdos que tiene de la noche del martes, luego que la Cámara de Diputados rechazara la acusación constitucional que se interpuso en su contra, con votos de la DC e independientes. En su oficina, que mira a la Alameda, aún hay un ramo de rosas y una caja de chocolates que le llegaron en los días siguientes.

La secretaria de Estado aborda los efectos de la votación, uno de los momentos que, para muchos, llegaron a convertirse en los más complejos de la segunda administración del Presidente Sebastián Piñera.

—Mirando en retrospectiva, ¿haría algo distinto de lo que realizó antes de ser acusada constitucionalmente?

—Siempre supe los costos personales que tenía o iba a tener para mí el cuestionar o el criticar reformas educacionales empujadas durante el gobierno anterior. El que lo hubiéramos hecho no es ninguna novedad, porque está en nuestro programa de gobierno, y creo que en gran parte ganamos la elección porque el Presidente Piñera supo reflejar el malestar que había con muchas de las reformas educacionales que se empujaron. Respecto de lo que sigue, avanzaremos con la oposición donde haya acuerdos; y habrá respeto y debate donde existan diferencias. Lo que siento es que cuando uno llega a puntos de acuerdo, se puede avanzar, pero en materias educacionales, cuando hay diferencias, muchas veces al frente no están dispuestos ni siquiera a debatirlas. Por ejemplo, la ley de admisión justa. Se rechazó sin debate, prácticamente. Para algunos, ni siquiera teníamos derecho a haberla presentado, por haber cuestionado lo que se había hecho anteriormente. Ahora quiero ser muy clara: trabajar por el país exige superar rápido lo vivido con esta acusación. Yo jamás hago de la política algo personal. Jamás hago descalificaciones personales ni voy por la vida acumulando rencores. Lo mío es el debate de ideas con argumentos, con convicciones. Sin descalificaciones. También quiero ser muy clara en otra cosa: el corazón de la agenda de educación no está en los proyectos legislativos. Tenemos proyectos importantes, qué duda cabe, pero el eje nuestro está en algo que estaba muy olvidado y muy postergado: mejorar la calidad de la educación. ¿Hay proyectos que reformar? Sí. ¿Queremos impulsar leyes? Sí. ¿Queremos frenar otras que se están tramitando? También. Pero el corazón de mi trabajo y del ministerio está en el trabajo con la calidad de los colegios.

—Algunos analistas han planteado que es en el ámbito educacional donde se han dado las batallas ideológicas más complejas de los últimos años. ¿Lo comparte?

—Claro. A mí me dicen muchas veces que yo o nuestra gente es ideológica. Y pregunto: ¿Si es ideológico defender el mérito, entonces también es ideológico querer eliminar el mérito? ¿Si es ideológico defender la diversidad de proyectos educativos, también es ideológico querer impedir que se creen nuevos colegios particulares subvencionados? ¿Por qué va a ser ideológica la agenda nuestra y no la que busca combatir esa agenda? Aquí hay cosas donde tenemos diferencias bien importantes. Siempre defenderemos la libertad de enseñanza y el derecho preferente de los padres. Esto implica, entre otras cosas, confiar en las escuelas y defender la existencia de proyectos educativos diversos. Nuestra meta es mejorar la calidad de la educación. Esto implica, entre otras cosas, poner el foco en la educación parvularia, nivelar la cancha al inicio, y sacar adelante a los niños que están en colegios con peor desempeño. Entonces, obviamente que hay diferencias de principios atrás, pero tenemos que aprender a convivir con esas diferencias de principios. Lo que pasaba con la acusación era que decían “tenemos diferencias con ella” y no las podemos zanjar políticamente o no las queremos zanjar políticamente, sino que “usted no tiene derecho a levantar esta agenda”.

—¿Cuán viable es en los hechos restablecer un diálogo con la oposición en medio de un escenario marcado por la crispación política que dejó la votación en la Cámara y las severas críticas hacia su gestión que han realizado parlamentarios de la ex Nueva Mayoría y del Frente Amplio?

—La que rechazó una acusación constitucional sin fundamento fue la Cámara de Diputados. La Cámara fue capaz de ir más allá de las mayorías políticas para analizar y en definitiva rechazar una acusación sin fundamentos. Por eso digo que mi valoración de la Cámara es incluso mejor que antes. La institucionalidad funcionó. Acá no hay un triunfo personal, sino más bien un triunfo del derecho de disentir. Eso es tremendamente importante.

“Tenía que estar preparada para los dos escenarios”

—¿Cuán duro fue este proceso en lo personal?

—Muy duro. Cuando te acusan de que estás violando la Constitución y la ley es algo muy fuerte, y tú lo único que quieres es poder defenderte y acreditar que eso no es verdad. Lo más duro es cuando te das cuenta de que eso no importa, porque del frente te dicen que no, que está en juego la unidad de la oposición, la negociación electoral. Te acusan de algo muy grave y resulta que después te cambian la cancha en la cual defenderte. Yo me preocupé siempre, desde el primer minuto y sin ningún cálculo, de defenderme. Tengo hijos, el día de mañana tendré nietos, y si salía destituida quería que, de alguna manera, ellos pudieran leer de qué se me había acusado, cómo me había defendido, logrando que no pudieran acreditar ninguno de los hechos que se me habían imputado.

—El día de la acusación publicó una fotografía en Instragam con su padre y otra con su hermano, Felipe Cubillos. ¿Por qué?

—Porque es muy duro todo esto y el día anterior… por supuesto que es muy duro. No sabes qué podía pasar al día siguiente, podía terminar bien o mal. Tenía que estar preparada para los dos escenarios. De los dos (puse una fotografía) por distintas razones. De mi papá, porque de él aprendimos nosotros desde muy chicos el valor que tenía trabajar por Chile. Y de mi hermano, porque yo creo que cualquiera que ha perdido a un hermano… hace mucha falta. Con Felipe compartía mucho de lo que era mi trabajo político, sus desafíos también. Entonces, en momentos que son duros personalmente, son las personas a las que quieres tener cerca de la manera que sea.

—¿Se ha replanteado su respaldo a la acusación constitucional de Yasna Provoste cuando usted era diputada y ella ministra de Educación? El propio exministro Harald Beyer lo hizo.

—Siempre he dicho que esa acusación tiene una diferencia, que es bien importante, de la que yo fui objeto. Lo de Yasna Provoste partió con distintos informes de Contraloría en que se le imputaron irregularidades o se iban conociendo distintos dictámenes para que hiciera ciertas acciones que ella no había realizado. En mi caso, tenía solo resoluciones de Contraloría, que avalaban mi actuar; del Consejo para la Transparencia, lo mismo. Entonces, hay un diferencia ahí. Incluso, en la acusación de ella hubo diputados de la propia DC que en ese minuto no votaron en contra de la acusación. Por supuesto, mi voto fue por la convicción de la información que tenía en el momento.

—¿Y hoy, después de la experiencia que vivió en la Cámara, votaría igual?

—Vuelvo a decir, esa acusaciones se fundamentaban en otras razones. Siempre cuando a uno le preguntan qué habría hecho o no… imagínese… En mi historia política tengo muchas opiniones, votaciones en muchos proyectos y en distintas cosas, y es fácil decir después cómo lo habría hecho. En ese momento, con la información que tenía, por supuesto que voté con convicción.

—¿Por qué cree usted que corrió una suerte distinta a la del exministro Beyer?

—La acusación de Harald Beyer fue tremendamente injusta, y creo que muchos de los parlamentarios lo han dicho también, sintieron que hicieron algo injusto. Y quizás muchos no querían que se repitiera esa misma situación. Creo que hay algo de eso ahí. La acusación contra Harald Beyer fue una temática. A él le hicieron pagar por el lucro en universidades, un problema que había existido por años. Y a él le imputaron una responsabilidad personal por una situación temática. Es un poco lo que intentaron hacer también algunos diputados (conmigo) en sus intervenciones en la Cámara esta semana. Que yo soy la responsable de que un colegio determinado hoy día tenga problemas en sus baños, que arrastra lo mejor hace muchísimos años… Las acusaciones no son temáticas, son de infracciones precisas, concretas, a la Constitución y a la ley.

“Tenemos muchas posibilidades de poder seguir gobernando”

—¿Ha pensado volver a la UDI? Esta semana, seis diputados le pidieron hacerlo.

—Sí, me mandaron una carta. La tomo como una muestra de cariño. Mi historia está ligada a la UDI, me formé ahí, fui diputada por la UDI, pero entré al gabinete sin militar y siendo independiente. He trabajado muy unida con la bancada de la UDI, con la de RN, con Evópoli, todo Chile Vamos. En esta acusación constitucional estoy tremendamente agradecida del trabajo que hicieron los diputados de las tres bancadas y los independientes. Pero siento que si yo entré al gabinete en una condición determinada de militancia, lo correcto es que mientras esté en el gabinete me mantenga así.

—Se ha planteado que usted, si logra capitalizar su triunfo en la Cámara, podría ser una posible candidata a senadora y hasta presidencial. ¿Cuánto le atrae esta idea?

—De repente entramos en una discusión de que si yo hubiera perdido en la acusación a lo mejor era lo peor, y si gané, soy lo máximo… Ninguna de las dos cosas. Me cuido mucho de vivir la política con mucha libertad interior, cuando ejerzo los cargos.

—¿No lo ha pensado?

—No.

—Usted señaló en algún momento que su voluntad era terminar el gobierno el 11 de marzo del 2022. ¿Lo mantiene?

—Sí, a mí me motiva mucho la agenda que tenemos en el Ministerio de Educación. Nunca pensé que iba a ser fácil ser ministro de Educación, lo tengo claro, pero tampoco dudé cuando en agosto el Presidente me pidió cambiarme a este ministerio. Es una agenda linda, de mucho trabajo y que uno quiere tener la posibilidad de sacarla adelante. Es una agenda que tiene, por un lado, la defensa de ideas muy fuerte, y otra de gestión, que motiva, llena mucho.

—¿Qué razones objetivas existen, a su juicio, para que las ideas de centroderecha se proyecten electoralmente en 2021, como se ha planteado con más fuerza en los últimos días desde Chile Vamos?

—Creo que hoy día tenemos una tremenda oportunidad de mostrar cómo esas ideas plasmadas en concreto son mejores para la gente. Y en Educación se puede ver muy claro. Cuando uno habla de libertad de enseñanza como algo etéreo, no tiene mucho sentido, pero cuando traduces lo que es libertad de enseñanza y es que una familia de clase media o de sectores vulnerables tengan el mismo derecho a elegir entre distintos proyectos educativos que las que viven en los sectores de Vitacura, Barnechea o Las Condes, por Dios que hace sentido. Y cuando te encuentras con los apoderados y te dicen que también quieren poder elegir un proyecto educativo distinto, por Dios que hace sentido. Entonces, la libertad de enseñanza, que es un principio muy de centroderecha, se traduce en mejores condiciones de educación y de calidad para las familias más vulnerables y de clase media. Si logramos plasmar lo que son nuestras ideas y demostrarle a la gente que se vive mejor con estas ideas, por supuesto que tenemos muchas posibilidades de poder seguir gobernando.

“Esta acusación la enfrenté desde el inicio con el subsecretario Claudio Alvarado”

—¿Quiénes fueron sus principales respaldos en La Moneda?

—Esta acusación la enfrenté desde el inicio con el subsecretario Claudio Alvarado (Secretaría General de la Presidencia). Fui diputada con él, compartimos los ochos años que fui diputada, nos hicimos muy amigos, libramos muchas peleas juntos, y esta, la verdad, la trabajé desde el inicio con él. Es una persona que tiene un extraordinario talento político, pero sobre todo tiene unas tremendas condiciones humanas. Fue fundamental también en el apoyo de un período que era muy difícil. El Presidente fue tremendamente importante durante todo el proceso. Siempre estuvo muy pendiente. Fue muy apoyador en el sentido de que él sabía que aquí también estaba en juego el respeto al derecho a gobernar, él sabe que hemos impulsado en conjunto la agenda por la que él ganó en materia educacional. Eso, si tuviera que graficar en dos personas. Pero obviamente también todo el equipo político, el gabinete, mucho apoyo, y el equipo interno del ministerio: los tres subsecretarios, y todo el equipo.

—Y su esposo, el senador Andrés Allamand (RN), ¿tuvo un rol político o solo de contención humana?

—Yo lo separaría. Obviamente, él sabía que era un período duro en lo personal, cansador, y tuvo un rol humano, como marido. Se reían en mi equipo, me va a matar por contar esto, porque en la casa lo molestan siempre con que los goles los canta antes. Y cuando estaba viendo en las pantallas afuera del hemiciclo y vio el empate en la cuestión previa, creyó que habíamos ganado, y no…

—¿En qué momento se dio cuenta de que podía ganar la acusación?

—Hasta el final tú no sabes. Nosotros somos minoría en el Congreso y no sabes. Y quizá por eso, entre las cosas que uno aprende en una situación como esa…., yo aprendí mucho de parlamentarios que se atrevieron y tuvieron el coraje para analizar esto en su mérito, a pesar de las grandes y profundas diferencias políticas que tienen conmigo y con el Gobierno. Ahí uno aprende de coraje, y aprende de libertad. Y aquí no gana el Gobierno, no gana una ministra, sino gana de verdad el respeto al derecho a disentir y al derecho a gobernar. Hoy nos tocaba a nosotros, a futuro pueden volver a ser ellos.

—Hubo 10 de 12 diputados de la DC que pidieron desde sus pupitres tu salida, y algunos de manera dura. Pero finalmente sus votos ayudaron a que la acusación constitucional no avanzara hacia el Senado. ¿Con qué sensación se quedó usted respecto a la Democracia Cristiana?

—No voy a entrar en ningún análisis ni de los políticos, ni los partidos o la votación individual, porque lo que en mi caso corresponde es dejar de lado muchos de esos comentarios o críticas o ataques, o lo que fuera. La responsabilidad que uno tiene como ministra es salir de eso y seguir trabajando con las mismas convicciones de antes. Y vuelvo a decir: me quedo con que la Cámara de Diputados rechazó una acusación que no tenía fundamentos

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