Ricardo Carbone B., Universidad Alberto Hurtado
DOM 21 ABR 2019 | 01:03 AM
En relación al editorial de ayer, quiero aportar una perspectiva distinta. Asumir que, “la gratuidad no va a permitir más diversidad e innovación que la que puede ser entendida y manejada por la burocracia central que controla el presupuesto”, subestima la capacidad de todos los actores del sistema.
Es evidente que no todos los estudiantes requieren el mismo tiempo para finalizar su proceso formativo. El sistema debe transitar a la gestión de trayectorias académicas diferenciadas, que en base a una buena medición del perfil de ingreso y una adecuada definición del de egreso, reconozcan distintas trayectorias formativas. Algunos estudiantes demorarán más (porque deben compensar déficits formativos o trabajan), otros requerirán menos tiempo.
Para implementar un cambio de este tipo, es fundamental, además de contar con buenos sistemas de medición y reconocimiento de aprendizajes previos, desindexar el arancel del costo unitario de formación de cada estudiante. Gestionar trayectorias diferenciadas se hace posible, solo si las universidades reciben un financiamiento basal que les permita llevar adelante sus proyectos académicos sin depender del pago que cada estudiante hace.
La desindexación de “precio y costo” sería también un avance para el financiamiento del sistema en su conjunto. Deben incrementarse los recursos destinados a financiar la gratuidad, eso puede ser mediante un impuesto a los graduados o con un crédito contingente al ingreso. En ambos casos, la contribución de cada estudiante es calculada en función de lo que puede aportar, gracias a sus ingresos, una vez finalizada la formación, y no del “costo” que tuvo su carrera.
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