Comienza el año político con un escenario al cual nos vamos habituando. Ni el gobierno y los partidos oficialistas, ni la oposición y sus diferentes expresiones, transmiten unos relatos que hagan sentido, ayuden a interpretar los problemas del país y entreguen orientaciones para resolverlos. En breve, faltan guiones; enunciados básicos para guiar la acción.
El gobierno cree que los hechos hablan por sí solos. Cuenta con un Presidente, actor principal de la arena política, que expresa bien este enfoque proactivo. Pero hasta aquí, su alta gerencia no articula una visión relativamente coherente de esa acción. Hay elementos sueltos, mas no un relato: promesa de impulsar el crecimiento que, ya se sabe, será de trote regular; reformas complicadas -tributaria, previsión, salud, mercado laboral- difíciles de explicar y más aún de aprobar; temas de seguridad, medio ambiente y desigualdad que propiamente no tienen solución, sino que deben administrarse con resultados siempre insatisfactorios; reformas a las reformas de la educación, que quizás arreglen entuertos, pero no ofrecen reales perspectivas de mejoramiento. Agréguese a esto situaciones críticas en Carabineros, el Ejército y La Araucanía, para constatar la presión a que se halla sometido el gobierno de Piñera.
Entonces, ¿cuál sería el eje en torno al que se ordenan todos estos elementos y adquiere sentido la acción gubernamental? ¿Tiempos mejores, con su carga negativa de comparaciones anclada al pasado? ¿Red clase media protegida, idea que aparece y desaparece de la escena? ¿Libertad, democracia y DD.HH., a propósito de Venezuela, cuando todavía en casa la coalición oficialista no termina de arreglar cuentas con su propio pasado y sus cómplices pasivos?
Frente a este despliegue gubernamental prolífico y discursivamente fragmentado, donde los árboles no dejan ver el bosque, la oposición se mueve envuelta en sus propias contradicciones y desorden. ¿Qué representa y a quiénes? ¿A la antigua clase trabajadora, a los emergentes sectores medios, a las masas vulnerables, al conjunto de movimientos y grupos que aparecen desde la sociedad civil, con sus reivindicaciones locales, al feminismo radical, a las ondas que recorren las redes sociales y que algunos confunden con un nuevo espacio público?
En sus vertientes de izquierda, ¿cuáles son sus ideales? ¿Es el socialismo ya fenecido del siglo XX o el otro “nuevo” del XXI? ¿Es socialdemocracia (cuál), postcomunismo, utopía tecnológica, sentimiento antisistema, frente amplio, recambio generacional de élites o populismo antielitario? Y sus vertientes de centro, ¿qué futuro impulsan? ¿Ordoliberalismo social cristiano o fomento de la producción keynesiano? En fin, de este enjambre de pulsiones sin relato, ¿qué oposición con proyecto de futuro puede surgir?
Como puede verse, a ambos lados hay ausencia de relatos y escasez de sentidos.
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