Es alta la correlación entre rendimiento académico y nivel socioeconómico. En Chile, el 17% de la variación en las pruebas PISA depende del nivel socioeconómico. Tenemos que mejorar: el promedio de la OCDE es 12,9%. (Pruebas locales dan otros números, pero PISA permite comparaciones internacionales.) Razón: el nivel socioeconómico depende de la educación y los padres transmiten su cultura a sus hijos. De modo que —salvo que prohibamos la vida en familia, como propuso Platón en su utopía meritocrática— hay que aceptar que parte del mérito viene de la cuna. Así, en Singapur la familia pesa tanto en el rendimiento académico como en Chile, y en Francia algo más: 20%. En ambos, la educación es estatal y gratuita.
Si el rendimiento depende tanto de los ingresos, selección académica equivale, en buena parte, a selección por ingresos. Luego, ¿existe el mérito? Si el resultado de las pruebas equivale a ingresos, y la educación no afecta la movilidad socioeconómica, ¿por qué esforzarse si nos condena el origen? Es, en el fondo, el mensaje fatalista de algunos. Quizás cuando la educación pública mejore y ofrezca una educación individualizada (¿no requiere eso selección?). Mientras, apretemos los dientes.
Esta visión pesimista no prima en los sistemas educacionales, pues se ha ampliado la cobertura de la selección académica, incluyendo colegios públicos. En la OCDE, el 38,4% del alumnado fue seleccionado por mérito al ingreso del colegio (en Chile, solo el 17,3) y tres de cada cuatro fueron seleccionados académicamente entre las clases dentro del liceo. En una democracia como Holanda, el 74% está en colegios seleccionados por mérito (PISA, 2015). No captan que es inútil, están seleccionando por ingresos. Todavía no han leído a Bourdieu (1964), Oakes (1985), Hanushek y Woessmann (2005) y otros críticos de la selección… En Alemania, a los 12 años, todos son seleccionados para ingresar al Gymnasium, el Realschule o el Hauptschule. Alrededor de uno de cada cuatro queda en el más exigente, el Gymnasium: podrá ir a la universidad. Tampoco en Alemania han leído a Bourdieu…
Quizás la parafernalia selectiva que montan en Holanda, Alemania, Singapur, Canadá, Suiza, Bélgica, Japón, Estonia, Corea del Sur, China encubra un engaño: razones de Estado (o de clase) obligan a cultivar esa mentira institucionalizada, el mérito. ¿Cómo romper el embrujo? Simple: leyendo a tal y cual y a unos cuantos más. Ergo, ¿hay que sustituir el mérito académico por…? Ahí, claro, comienzan las dificultades.
Entre tanto, en Francia, patria de Bourdieu, las universidades siguen seleccionando por mérito. Si no creemos en este, ¿lotería universitaria? Y en Singapur, número uno según la OCDE, el 87,5% ingresó al colegio por selección académica. ¿Por qué?
Respuesta: en la OCDE el 87,1% de la variación (varianza) de los resultados no refleja el nivel socioeconómico. Y en el desigual Chile, el 83% de la variación del rendimiento académico no depende del nivel socioeconómico (PISA, 2015). El mérito académico existe. Hay, es cierto, otros factores. Pero, como dice Kant, “a cada miembro de la comunidad le ha de ser lícito alcanzar cualquier nivel… hasta el que puedan llevarle su talento, su aplicación y su suerte”.
De grandes generalizaciones y promedios —a veces distorsionan—, pasemos a dos liceos emblemáticos concretos. De acuerdo con el Simce 2009, la mayoría del Instituto Nacional venía de familias que ganaban en total $500 mil o menos, bajo el promedio del país (de acuerdo con Casen 2009, el ingreso del hogar promedio nacional era $789 mil). En el Carmela Carvajal el 48% ganaba $600 mil o menos. El 7%, $1 millón 800 mil o más y el 23%, $400 mil o menos. ¿Selección que premia a familias ricas? (más detalles en nuestro libro Educación con patines, 2018 y www.clapesuc.cl).
¿Resultados? Los colegios particulares pagados colocaban al 18% de sus alumnos en la UC o la Chile, las universidades más selectivas. Y el Instituto Nacional y el Carmela Carvajal, algo del 36%. Ahora, un liceo selectivo de Ñuñoa —el Augusto D’Halmar— es el tercero de Chile. ¿Selección que premia a familias ricas?
El mérito existe. Reconocerlo es cultivar talentos. No hacerlo premia la pereza. Familias, profesores, rectores, en el fondo, lo saben. Nuestro optimismo tiene base.
ARTURO FONTAINE
Universidad Diego Portales y Universidad de Chile
SERGIO URZÚA
Universidad de Maryland y Clapes-UC
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