Políticas educacionales a lo largo de los siglos
Noviembre 26, 2017

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Las interrelaciones entre sociedad civil y Estado, entre familia y escuela, y entre formación del carácter (“virtudes”) y enseñanza de las letras (“doctrinas”) se mantienen en tensión dialéctica hasta hoy. Las políticas educacionales suelen utilizarse para interrumpir esa interrelación e imponer uno de ambos polos.  

José Joaquín Brunner 

En todos los tiempos, la educación nace en la familia; es decir, se desarrolla desde la sociedad civil. Para mostrarlo, un historiador revisa la educación en Roma. Plauto, por ejemplo, escribe que “los padres son los artesanos de sus hijos, los que les dan las bases”. Tácito elogia el papel de la madre, “cuyo mérito principal era la custodia de la casa y la atención de los hijos”. En breve, en el seno de las familias, los hijos adquirían los valores, las costumbres y las instituciones romanas.

Suele decirse que la escuela, en cambio, fue un invento de las ciudades griegas. Cicerón decía que a los romanos debían atribuirse las virtudes, la formación del carácter, mientras que a los griegos, la doctrina y las letras. Manancorda, el historiador que venimos citando, sostiene que la escuela griega educa a los hijos de la clase gobernante en las tareas del poder: el “pensar” o el “decir”, o sea la política, y el “hacer” inherente a ella, o sea, las armas.

A partir del siglo V a.C., comienza a desarrollarse la escuela de la escritura, o del alfabeto, que nos introduce en la cultura de las letras y del pensamiento complejo. También de los riesgos escolares. Tanto Heródoto como Pausanias hablan de columnas y techos que se derrumban “sobre los niños que aprendían las letras”, dice el primero, “sin que se salvara ni uno solo”. El grammatistés , maestro del abecedario, se convierte en personaje clave de la escuela. Y esta, de a poco, deviene escuela de la polis, el Estado.

A partir de ese momento se abre la discusión sobre si la educación ha de quedar en manos de las familias y de las escuelas privadas, o bien al cuidado de la polis, en la esfera pública. Aristóteles resume las posiciones iniciales de este debate: “Es necesario considerar en primer lugar si se debe establecer un reglamento en la educación de los muchachos; después, si es mejor que esté bajo la atención pública o privada (como está todavía hoy en muchísimos Estados); en tercer lugar, de qué tipo debe ser”.

Con la escuela moderna, decimonónica, se impone el carácter público de la educación obligatoria, con independencia, decimos hoy día, de que sea provista y/o gestionada por el Estado o por entidades privadas. Al mismo tiempo, se reconoce que “los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”, según proclama la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Las interrelaciones entre sociedad civil y Estado, entre familia y escuela, y entre formación del carácter (“virtudes”) y enseñanza de las letras (“doctrinas”) se mantienen en tensión dialéctica hasta hoy. En cambio, las políticas educacionales suelen utilizarse para interrumpir esa interrelación e imponer uno de ambos polos en desmedro o con exclusión del otro. Se opone a Roma contra Grecia o viceversa.

Por ejemplo, en el mundo occidental contemporáneo hay familias que prefieren la opción del home schooling , la educación en casa bajo la atenta mirada de la madre y en pleno ejercicio de la patria potestad de sus hijos. Se pretende conservar así las tradiciones del hogar, la disciplina bajo el mando del pater familias , y formar el carácter de los hijos bajo el control parental.

O bien, algunos sueñan con la utopía de un país donde todas las escuelas se constituyan libremente como pequeñas comunidades -tantas como existan agrupaciones de valores morales o costumbres diversas en la sociedad civil-, de manera que cada una pueda replicar su visión de mundo y formas de vida. El ideal es dejar que florezcan mil flores; agrupaciones con su ethos propio -religioso, filosófico, político, de ideales, estilos de vida, etc.- y su propia definición de “virtudes” y “doctrinas”.

Del lado opuesto, en la tradición griega, se proponen políticas educacionales concebidas como una extensión y penetración lo más honda posible del Estado en la sociedad civil. De acuerdo con esta visión, se busca el máximo posible de igualación, estandarización, unidad, jerarquía y control, en contraste con la diversidad de las preferencias familiares. Se aspira a un modelo uniforme, racional, patriótico, de integración en la cultura ordenada por el Estado.

En su origen, esta visión platónica hacía coincidir educación y Estado, cancelando la posibilidad de que existan visiones, estilos y formas culturales alternativas. Según un estudioso de Platón, resulta indudable que su sistema educacional busca imponer a los niños un conjunto singular de valores, de una manera que no los cuestionen ni puedan volverse escépticos respecto de ellos. Es pues el círculo del Estado que se ensancha a través de la educación, la cual a su turno proporciona una base de sujetos acríticos que facilita el dominio de la élite.

Entre ambos polos -familia y Estado, privado y público, carácter y doctrinas-, la política educacional necesita encontrar adecuados balances.

Debe asegurar la autonomía de las escuelas como comunidades en medio de la sociedad civil y, simultáneamente, crear un régimen público que haga posible una gestión eficaz de cada establecimiento y su compromiso con los resultados de aprendizaje de los niños y jóvenes.

Debe asumir como educación pública toda aquella que el Estado reconoce oficialmente, cuyo currículo y personal docente regula, que evalúa continuamente y financia con los recursos de la renta nacional, sea ella provista por colegios estatales o privados.

Y debe crear un marco amplio y flexible para la experimentación y diversidad de enfoques pedagógicos que compitan por desarrollar el carácter de los alumnos y su formación en la cultura y el conocimiento de nuestro tiempo.

“Entre ambos polos -familia y Estado, privado y público, carácter y doctrinas-, la política educacional necesita encontrar adecuados balances”.

 

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