El doble sentido de la campaña
Octubre 2, 2017

Captura de pantalla 2016-09-02 a las 3.53.58 p.m.BLOG DE JOSÉ JOAQUÍN BRUNNER. ES ACADÉMICO UDP Y EXMINISTRO

José Joaquín Brunner

José Joaquín Brunner, Académico UDP y exministro

El doble sentido de la campaña

El reciente debate entre los ocho candidatos presidenciales y, en general, el desarrollo de la campaña electoral, ponen en evidencia la distancia existente entre el momento intensamente político que vive la sociedad y la vida cotidiana de la gente. Efectivamente, la discusión de los candidatos pasó desapercibida para la gran mayoría, igual como la competencia electoral se desenvuelve en tono menor. ¿A qué se debe esta situación? ¿Constituye una señal de alarma o de normalidad?

Una hipótesis plausible para explicar el relativamente bajo interés podría ser que la gente no cree que su vida, trabajo, bienestar o progreso dependan central y crucialmente del gobierno y la conducción política del Estado. Las encuestas hace rato apuntan en tal sentido. Se ha producido una gradual transformación cultural de las expectativas y la apreciación que la gente tiene sobre su vida en común. Sabe que su destino está ligado a su cuna, a la escolarización, al esfuerzo individual y familiar y al crecimiento de la economía. De éste, piensa, dependen no solo las satisfacciones materiales sino también la generación de mejores oportunidades.

Las personas ven todo esto asociado a la esfera privada de su vida cotidiana; a la individuación del esfuerzo, a una ética del trabajo y a un imaginario social que descansa más sobre los beneficios del intercambio que sobre el resultado de las políticas. La gente espera más de su propia iniciativa que de los favores de la autoridad.

Por lo mismo, descreen profundamente los discursos que sitúan a la política como centro del mundo y fuente dispensadora de oportunidades, beneficios, derechos, capacidades, empleo, ingreso o felicidad. Saben que no es así. Por eso miran a los partidos políticos como un escenario irreal. En cambio, de la política y sus encargados esperan cosas más fundamentales y tangibles: un clima de paz civil, seguridad ciudadana, orden en la economía y un clima favorable al crecimiento. Asimismo, un marco institucional que asegure servicios de calidad en salud, educación, vivienda y seguridad social.  Un debate político como el que domina en nuestro medio no motiva a la sociedad civil a un mayor compromiso con los asuntos comunes. Ni fortalece tampoco el vínculo de la representación, la participación ciudadana y la deliberación democrática. Sobre todo, la gente percibe que la política no la trata con seriedad y que es incapaz de generar acuerdos y actuar con efectividad.

Hay pues una importante dosis de realismo en la limitada atención que la gente otorga hoy a la política. Espera menos de ella que antes y no cree en sus promesas inflacionarias. Es un signo de madurez. Por otra parte, el hecho que exista un abismo entre la sociedad civil y la esfera política, es un signo alarmante. Significa que mañana ese espacio podría ser ocupado por caudillos autoritarios, ofertas populistas, partidos únicos revolucionarios o coaliciones de intereses que pongan al Estado al servicio de su propio poder. En suma, un riesgo de letal regresión democrática.

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