DESEMPLEO EN MÉXICO
De la universidad mexicana a las listas del desempleo
Dos de cada cinco egresados menores de 30 años no tienen empleo o trabajan en la informalidad
IGNACIO FARIZA / ELÍAS CAMHAJI, México 26 ABR 2017 – 01:12 CEST
Desempleo en México
El desempleo y la pobreza amenazan a Latinoamérica
Las carreras con mayor tasa de empleo
9 de cada 10 pesos que invierte México en educación se van en pagar los salarios
Omar Martínez es el perfil prototípico del joven recién egresado de una universidad mexicana: 23 años, a punto de presentar su tesis para obtener la licenciatura y sufriendo para encontrar un empleo a la altura de su cualificación. “Sales de la carrera y te piden que, a esta edad, tengas cuatro años de experiencia… es muy difícil”, se queja este especialista en Producción Audiovisual. Ha tocado puertas en productoras, ha trabajado en un par de proyectos para “aprender de la vida real”, pero no ha logrado el anhelo de todo asalariado: un contrato fijo. “Es cierto que es bueno tener contactos, pero es igual de importante tener ideas frescas”, afirma. “Quiero experimentar ahora que puedo y tengo el apoyo de mi familia, no busco cualquier trabajo porque sé que en algún punto voy a encontrar algo que valga la pena”.
En cuatro frases, Martínez ha mencionado dos palabras que resumen a la perfección la situación del mercado laboral mexicano: contactos y familia. “Casi todo depende de las redes de contactos”, reconoce Yadira Navarro, profesora de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. El tercer concepto clave que completa el retrato es el de “universidad privada considerada de calidad”, afirma Navarro, coautora de una investigación de título esclarecedor —¿Profesionistas del futuro o futuros taxistas? Los egresados universitarios y el mercado laboral en México— y conclusiones sombrías. “Hay notables diferencias entre centros públicos y privados, incluso en carreras idénticas: las posibilidades de colocación son muy superiores en los segundos”, añade.
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Los datos de su estudio, publicado en 2011, no están actualizados. Pero las conclusiones, advierte, siguen estando completamente vigentes: la tasa de desempleo de los graduados es más alta que en otros países comparables, los salarios son más bajos, y las diferencias tienen más que ver con la procedencia social que con el desempeño académico de los chicos. La brecha de inserción también radica en el campo en el que han desarrollado sus estudios: las ingenierías o medicina son las carreras con mayor tasa de inserción y las ramas de humanidades o ciencias puras, las que menos, explica Navarro.
En México, dos de cada cinco universitarios menores de 30 años no tienen empleo o trabajan en la informalidad. Y el 30% de los parados tiene formación superior, el doble que a principios de la década pasada, según datos oficiales. “La causa de esto no es, como se suele decir habitualmente, que la formación no es la adecuada para los puestos que se ofrecen: el origen del problema está la carencia de empleos para los recién egresados”, apunta Manuel Gil Antón, investigador del Colegio de México.
Ser el candidato más apto no siempre es suficiente para quedarse con el trabajo. A Luis Enrique León, de 23 años, ya le ha sucedido. Egresado el año pasado de la carrera de químico en alimentos, su perfil tiene mucha demanda, pero él no logra salir de la espiral de la creciente falta de oportunidades entre los universitarios mexicanos. “Hay vacantes, pero si no tienes experiencia te ofrecen muy poco”, señala León. “En México, como en España, nunca antes ha habido tantos muchachos tan bien formados. Pero la economía no genera puestos para ellos”, añade Gil Antón.
“Se encuentran en un círculo sin salida: han aumentado sus niveles de escolaridad, pero, ante la baja generación de empleos productivos, la búsqueda se convierte en una actividad complicada, azarosa y desgastante, en donde o bien optan por aceptar cualquier empleo, presentan tiempos de búsqueda mucho mayores a la de otros grupos u optan por aceptar empleos que están muy por debajo de su capacitación y conocimientos”, añade, en la misma línea, Emma Liliana Navarrete, profesora-investigadora de El Colegio Mexiquense.
Con un salario promedio que a duras penas llega a los 300 dólares al mes y a los 600 en el caso de los empleados cualificados, en las perspectivas de entrada al mundo laboral se entremezclan las barreras de entrada con la precariedad de los puestos disponibles: jornadas de más de 12 horas, sin pago de horas extra, prestaciones ni seguro. León rechazó un puesto por la mala paga, no cubría ni siquiera los costos de transporte, y cuando el candidato que la empresa contrató no cumplió con las expectativas, le llamaron otra vez… con una oferta aún más baja. La búsqueda ha durado varios meses, pero no se desanima.
“El 80% de los trabajadores mexicanos cobra menos de 5.000 pesos (265 dólares)”, recuerda Gil Antón. “En este contexto, es muy difícil para los profesionistas: si hace unas décadas una licenciatura casi garantizaba un coche y una casa en El Pedregal [una de las zonas acomodadas de la Ciudad de México], hoy es solo un paracaídas que garantiza no caer en la pobreza”.
A sus 24 años, Natalia Flores, arquitecta por la UNAM se ve abocada a tomar trabajos esporádicos: “No hay oportunidades”. En su carrera, dice, es común trabajar por proyectos y bajo condiciones de mucha presión, pero estas condiciones se exacerban para quienes dan sus primeros pasos en el mundo laboral. Esta llamada de atención se hace eco en otras especialidades y en centros públicos y privados del país. “Al principio, el tipo de trabajo siempre es bastante matado y no está tan bien remunerado ni es muy gratificante”, asegura Andrick Castillo, que estudia Contaduría en el Instituto Tecnológico Autónomo de México. Llegar a un puesto decente ha implicado un peregrinaje por varias empresas, pero ahora lo tiene algo más claro.
Por su parte, Flores apuesta por la paciencia. Aunque a veces se agota: “Estoy preocupada porque quiero un trabajo que me dé estabilidad económica y profesional, pero no he encontrado algo que me guste”, admite. La prioridad es ganar experiencia, aunque eso posponga los planes de independizarse y salir de casa de sus padres. “Quiero hacer algo que me guste”, agrega. Salir del país es una posibilidad más que latente: “Mi objetivo es irme de México”. Su destino geográfico y profesional, como el de tantos otros jóvenes mexicanos, es incierto.
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