Investigadores jóvenes
Julio 12, 2017

Captura de pantalla 2016-10-13 a las 11.10.26 a.m.Natalia Muñoz es portavoz del movimiento “Ciencia con contrato”Cultura – critica a las universidades por beneficiarse de la precariedad de sus investigadores jóvenes

La activista celebra “la derogación de los Consejos Superiores de Fondecyt, ya que esta institución autónoma y anacrónica nunca mostró un real interés en mejorar las condiciones de trabajo”. También elogia la creación del Ministerio de la Ciencia para “poner algo de orden en las actividades de investigación con financiamiento público que se han multiplicado en Chile sin mayor planificación ni coordinación”.

El desarrollo de la investigación científica en Chile está en conflicto, y no durante los últimos días, sino desde sus orígenes. El bajo nivel de financiamiento, que no supera el 0,38% del PIB, los escasos puestos de trabajo para el capital humano avanzado y las precarias condiciones laborales son parte de esta crisis, donde los investigadores jóvenes son uno de los sectores más afectados.

Marchas e intervenciones en diversos medios de comunicación han sido usadas para demostrar públicamente su descontento frente a los bajos salarios y las formas contractuales que no consideran previsión alguna, aun cuando su labor muchas veces involucra someterse a entornos que pueden ser altamente peligrosos.

Natalia Muñoz es unas de las caras más visibles de este movimiento científico. Ella experimentó en carne propia las duras reglas de un sistema un tanto perverso, llevándola a comprender que Chile necesita una “Ciencia Con Contrato”, nombre del movimiento que inició hace algunos años para darle una voz a todos los científicos que viven prácticas laborales injustas.

– ¿Cómo surge tu interés en el área científica?

– Decidí estudiar Análisis Químico y Físico en la Universidad de Santiago, donde finalicé mis estudios y me titulé. Comencé a trabajar en el rubro más científico-industrial, hasta que un día vi en el periódico una oferta para un asistente de investigación en el área de comunicación celular, y así entré al mundo de la ciencia financiada por el Estado.

– ¿Alguna vez pensaste en el tema salarial?

En mi carrera deposité múltiples sueños, entre ellos poder independizarme y vivir sola, pero con lo que ganaba como asistente me era imposible y continúa siendo muy complicado. Si bien algunos salarios han mejorado paulatinamente, creo que aún estamos lejos de condiciones generales de trabajo decente.

– ¿Cómo surge Ciencia Con Contrato?

Surge a raíz de un accidente que tuve en bicicleta volviendo del trabajo, en el cual me vi absolutamente disminuida, sin seguro, sin cobertura de salud, sin nada; desembolsando mucho dinero para mi recuperación. Si hubiese estado contratada, este accidente habría sido considerado de trayecto, atendido en el Hospital del Trabajador sin costo, pero no fue así. Ahí me di cuenta de que como trabajadora a honorarios no tenía seguro laboral, sin embargo, debía cumplir horarios y acatar órdenes de mis superiores, es decir tenía todos los deberes de un trabajador dependiente sin ninguna protección básica.

– Ahí comenzaron a organizarse.

– Conversando con mis compañeros asistentes de investigación, acordamos que había que hacer algo ya que la situación era impresentable y se arrastraba por muchos años. En ese momento decidí que nuestras demandas debían estructurarse al alero de un movimiento un poco más organizado. Entonces elaboré una invitación abierta, envié un comunicado y se comenzó a movilizar más gente. Así fue cómo surgió Ciencia Con Contrato. Desde ese entonces, ha sido harto trabajo mantener esta organización, agrupar a la gente y mantenernos vigentes para que nuestros anhelos no decaigan.

Un Ministerio de Ciencia

– ¿Basta la figura de un Ministerio de Ciencia para que se solucionen las problemáticas que circulan en el mundo científico?

– Me parece que ya se generó un consenso sobre la necesidad de un Ministerio para, entre otras cosas, poner algo de orden en las actividades de investigación con financiamiento público que se han multiplicado en Chile sin mayor planificación ni coordinación, pero creo que el proyecto que está en trámite es “perfectible”. En eso se está trabajando y hemos aportado algunas indicaciones para que sea más robusto y realmente comprenda una mirada amplia de la ciencia y la tecnología, pero también contemple la creación de una entidad que vele por las buenas prácticas en investigación y proteja la integridad no solo de los procesos materiales que llevan a la producción científica (recursos, datos, publicaciones, etc.) sino que también de los trabajadores y estudiantes que hacen posible los proyectos de investigación.

– ¿Hay algún hito que como movimiento hayan conseguido de cara al proyecto de ley del Mincyt?

Creo que nuestro principal logro fue crear conciencia y visibilizar un problema del que nadie hablaba abiertamente hace solo tres años. La estructura de producción científica basada en el trabajo precario de estudiantes y personal de apoyo, especialmente en algunas áreas como la biología y la biomedicina, estaba totalmente internalizada en el ambiente científico nacional como algo normal. El abuso del trabajo a honorarios al borde de la ley sigue siendo una práctica común y es algo que va a costar mucho erradicar mientras las actividades de investigación en la academia se financien casi exclusivamente con fondos públicos concursables, ya que estos tienden a abaratar al máximo los compromisos y costos asociados a contrataciones formales y no permiten ofrecer trabajos estables. Además las instituciones que hacen investigación no tienen ningún incentivo económico para cambiar este esquema que las beneficia ampliamente. Las soluciones van a tener que pasar necesariamente por voluntades y decisiones políticas.

– ¿Cómo evalúan el proyecto del Ministerio?

– No sé si tuvimos algún grado de influencia, pero estamos muy satisfechos con la derogación de los Consejos Superiores de Fondecyt, ya que esta institución autónoma y anacrónica nunca mostró un real interés en mejorar las condiciones de trabajo ni los salarios dentro de los equipos de investigación, teniendo las herramientas para hacerlo. Si bien uno pensaría que, al estar dirigida por científicos y académicos, debiera existir un mayor grado de empatía con sus grupos de trabajo, la experiencia nos demostró que no es así. En ese sentido, la cultura que se generó en algunas áreas veló más por el beneficio particular que por el bien común, lo cual es especialmente grave considerando el volumen de recursos que maneja este programa (más de un tercio del presupuesto total de CONICYT). Ahora se abre una puerta para que la nueva Agencia Nacional de I+D que reemplazará a CONICYT aplique criterios más razonables en este y otros instrumentos.

Precariedad, un tema pendiente

– ¿Cómo ha seguido el tema de la precariedad?

– La precarización laboral derivada de sistemas de financiamiento como Fondecyt es penosa, y si bien mucho se ha discutido, lo cierto es que los asistentes y técnicos solo han visto mejoras marginales en sus condiciones laborales, no por una acción proactiva del resto de la comunidad científica o académica, sino que como resultado de la irregular masividad del trabajo a honorarios en el país y la presión que genera sobre todo el sistema. Ahora, por ejemplo, se pueden contratar seguros laborales y un plan de Isapre sin estar afiliado a una AFP, algo que estaba prohibido por ley cuando yo tuve mi accidente. Ahora bien, cuando obligas a una persona con un sueldo de 500 mil pesos brutos a cotizar en AFP para poder tener isapre o Fonasa y pagar su seguro laboral, el salario se reduce demasiado. Entonces uno debe optar por financiar lo más urgente y la pensión desgraciadamente queda fuera de esa lista. En el caso de las mujeres, la situación es aún más dramática porque los costos de salud son más altos.

¿Han recibido el apoyo de científicos con más trayectoria? ¿Qué sucede con el apoyo de investigadores jóvenes con más éxito?

La verdad es que no hemos recibido apoyo de casi ningún investigador senior o de los académicos jóvenes considerados más “exitosos”. Al contrario, muchos se han molestado con lo que estamos haciendo y celebran que en Chile se pueda hacer buena ciencia a bajo costo, sin reconocer que eso se logra en gran medida porque la mano de obra científica está totalmente subvalorada (no así los académicos establecidos que pueden recibir múltiples incentivos económicos). Lamentablemente se niegan a asumir el tremendo daño que esto le hace a la actividad. Al no generar trabajos atractivos para quienes egresan del pregrado, quienes entran a carreras científicas están prácticamente “condenados” a hacer un doctorado para subsistir y no necesariamente por vocación. Pasan más de 10 o 12 años en formación y llegan a la edad adulta sin cotizaciones previsionales, sin capacidad de ahorro, sin estabilidad económica y compitiendo ferozmente por un puesto de postdoctorado a honorarios que les da apenas 3 años más de oxígeno.

– ¿Hay un exceso de gente capacitada actualmente?

– Es un hecho conocido que tenemos una sobrepoblación de doctores formados tanto dentro como fuera de Chile, y que el país no se preparó para absorberlos laboralmente. La falla sistémica es tremenda y hay grandes responsabilidades compartidas: las instituciones de educación superior públicas y privadas operando únicamente con criterios de mercado, los gobiernos que han sido incapaces de corregir políticas públicas defectuosas como Becas Chile, los científicos académicos aprovechando la sobreoferta de mano de obra barata sin mayor escrúpulo, los fondos concursables de CONICYT nivelando hacia abajo las condiciones laborales de los equipos de investigación, etc. Podemos hacer mil campañas en los medios y programas de difusión para aumentar el interés de los niños por carreras científicas, pero no estamos siendo honestos si “la ciencia” no es capaz de ofrecerles trabajos medianamente estables y justamente remunerados.

– ¿Cómo ves el futuro?

– Tengo un poco más de esperanza en las nuevas generaciones de investigadores, que han podido ver el sufrimiento y la precariedad de sus pares y se están dando cuenta de que el sistema actual no es sostenible. Ellos pueden ser agentes de cambio desde sus lugares de trabajo como líderes de grupo, pero para que eso ocurra deben recibir los incentivos adecuados por parte de sus instituciones y las agencias que los financian.

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