Experta en educación diferencial entra al debate de jardines inclusivos
Por La Prensa AustralDomingo 4 de Junio del 2017
Discriminación arbitraria alega la madre de una niña de 5 años que sufre epilepsia y que fue obligada a reducir su jornada diaria en un jardín de Punta Arenas. Laura Fontana, asegura que de un día para otro, el establecimiento le pidió que retirara a su hija una hora y media antes de clases por el desajuste en el comportamiento que la medicación provoca en la menor que también ha sido diagnosticada con trastorno de percepción sensorial.
Si bien la explicación de los responsables del jardín infantil, dependiente de la rama de la Armada, fue que la unilateral decisión fue tomada por la directora y las parvularias, la madre de la pequeña realizó una denuncia por discriminación en la Superintendencia de Educación que, a su vez, solicitó un informe con los detalles del hecho. “Esto no puede pasar con ningún niño porque somos mamás que estamos con las terapias, con los medicamentos, probando maneras de sacar a nuestros hijos adelante”, es el reclamo de la madre según consigna La Prensa Austral.
Al respecto, la profesora de Educación Diferencial Licenciada en Educación Magíster en Aprendizaje Transformacional de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (Umce), María Soledad Rodríguez, cree que el caso evidencia las contradicciones entre “la forma en que hablamos de la inclusión y la forma en que la habitamos”, dice.
Detalla el llamado institucional para favorecer la creación de establecimientos educativos inclusivos y la dificultad de convivir con otras leyes y exigencias de buenos resultados de medición y la respectiva asignación de recursos. “Muchas veces, los profesores se hacen cargo de 40 niños y se preguntan por qué les exigen incluir niños con discapacidad, pero a la vez obtener un buen Simce como meta. Si a esto sumamos una cultura que ha invisibilizado lo diferente, el trabajo en el aula se vuelve más difícil. Aunque hay iniciativas interesantes que no hay que negar, no sacamos nada con implementar un método montessoriano o cualquier otro de moda, si los procesos siguen siendo los mismos”, agrega la académica.
Formación permanente ante retos múltiples
El contexto de este debate es un problema cultural mayor, cree Rodríguez acerca de una forma asistencialista de abordar la discapacidad en la educación. La principal falencia, asegura, es generar espacios de convivencia y esto va a estar asociado al propio contexto del establecimiento cuando se habla de alumnos que suman a su condición familias de escasos recursos o retos múltiples.
“No es lo mismo un niño con epilepsia, uno con asperger, un niño ciego, con síndrome de Down o alguna otra discapacidad intelectual. El problema es que a los profesionales de la educación se les exige saber cómo relacionarse con cada uno y parte importante de ese desafío pasa por la formación permanente. Cada uno representa lenguajes distintos y, desgraciadamente, la formación profesional no da abasto”, dice la directora de la carrera de educación diferencial en la Academia de Humanismo Cristiano.
“A veces las comunidades educativas son muy cerradas en sí mismas. Son replicantes de las normas del Ministerio de Educación o la institucionalidad. Por otro lado, los profesores en formación viven una dependencia muy instrumental que los lleva a parecer funcionarios en lugar de profesionales”, lamenta la académica.
En el caso de un jardín que decide unilateralmente reducir la jornada educativa a una niña con epilepsia, ¿Cuál cree que debió ser el protocolo?
– “Aunque eso depende del jardín infantil o en algunos casos de la Junji, la Fundación Integra o establecimientos que dependen de las municipalidades, lo primero es averiguar todo el cuadro. Estudiar la historia clínica junto a los padres es fundamental. Determinar qué necesidades tiene un niño puntualmente, y no hablamos de “una niña con epilepsia” sino de una persona con nombre y derechos. Se supone que todo el proceso debe ser acompañado y dialogado con profesores, médicos y la familia”.
– ¿Cuál es el valor de que niños con capacidades diferentes puedan acceder a compartir con un grupo de pares en el jardín infantil?
– “Todo el del mundo. Desde el enfoque legal, una enfermedad -cualquiera esta sea- no es razón para vulnerar un derecho humano fundamental y en ese sentido hay que brindarle condiciones coherentes con lo que se requiere para aprender. Si recibimos a un estudiante en cualquiera sea su condición, y tiene algún tipo de obstáculo por usar silla de ruedas, por ejemplo, hay que crear las condiciones para su desplazamiento. Si por ser epiléptico no puede operar en determinados horarios, hay que adecuarse a ello. Si lo recibimos, la obligación nuestra es generar las condiciones para que pueda aprender y disponer de todos los recursos necesarios para ello. Los educadores somos facilitadores y debemos eliminar barreras para que aprenda independientemente de que tenga A, B o C condición porque la educación es un derecho. No se trata de acoger niños con discapacidad sólo por acoger.
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