Ideas eje para reiniciar el debate sobre la educación superior
Cuatro ideas principales deberían iluminar la discusión sobre la reforma a la educación superior que el Gobierno decidió retomar.
José Joaquín Brunner
Ahora que el Gobierno ha comunicado su decisión de retomar la reforma de la educación superior (ES) parece oportuno volver sobre algunas ideas esenciales. Estas deben servir para orientar y ordenar la discusión reabierta por el Ejecutivo, culminación de tres años de anuncios ambiguos, falsas partidas y continua improvisación.
Primera idea eje: durante las próximas décadas la ES seguirá siendo un factor clave para el desarrollo de los países, cultivando las capacidades que las personas necesitan para desenvolverse en sociedades que utilizan intensamente información, conocimientos y técnicas. Según prescribe la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sustentable, los países se comprometen a “asegurar el acceso igualitario de todos los hombres y las mujeres a una formación técnica, profesional y superior de calidad, incluida la enseñanza universitaria”.
Chile ha avanzado seriamente en esa dirección. Su tasa bruta de participación en este nivel es de 89%, ubicándose arriba del promedio de los países de la OCDE. El gasto público y privado en el sistema es igualmente alto: alrededor de 2,5% del PIB, comparativamente uno de los más altos del mundo.
Dentro de estos parámetros, ¿cómo debe continuar creciendo la ES chilena? Más apremiante aún: ¿qué estrategia debe usarse para elevar la calidad del sistema, hasta hoy marcada por la heterogeneidad? ¿Puede Chile invertir simultáneamente en acceso y retención junto con mejorar los aprendizajes?
La calidad de la experiencia formativa de los estudiantes ha de ser el foco del próximo gobierno, lo mismo que de la planificación estratégica de las instituciones. Fortalecer el aseguramiento de la calidad ejercido por pares, incluyendo la acreditación por un organismo público independiente, debió ocupar el primer lugar en la agenda legislativa del actual gobierno. No lo hizo; una grave omisión.
Segunda idea eje: nuestra ES necesita profundizar la diversidad de los programas que ofrece, todavía fuertemente reducida a la instrucción en carreras profesionales y técnicas de 4 años o más, impartidas por universidades e IP. Ambos sectores institucionales reúnen un 88% del total de la matrícula terciaria. Estos programas son habitualmente más caros y no siempre aseguran un retorno positivo a los estudiantes. ¿Puede el sistema crecer y mejorar con esta pesada estructura de costos? ¿Qué se debe hacer para desarrollar la educación superior de ciclo corto, en colaboración con el sector productivo y en la perspectiva del aprendizaje a lo largo de la vida?
¿Es posible mantener un esquema docente con programas de larga duración, intensivos en profesores de alta calificación con jornada completa, muchos de ellos dedicados además a investigar? ¿Un esquema centrado en el aula, con métodos frontales de enseñanza y una pedagogía presencial? ¿Qué medidas conviene impulsar para incrementar la empleabilidad de los graduados? ¿Cómo motivar su formación social, cultural y ciudadana?
Tercera idea eje: es imperioso consolidar el carácter mixto de nuestra ES, donde las organizaciones, la provisión de estudios y el financiamiento combinan lo estatal y lo privado, junto con fortalecer un régimen público de regulaciones. Ya mencionamos el predominio neto de la matrícula privada. También el peso del financiamiento privado es superior a aquel originado en el presupuesto de la nación. La gratuidad, igual como los créditos y becas, ha tenido que ajustarse a esta realidad.
De igual forma, los resultados de la ES reflejan este modelo mixto. Los graduados provienen mayoritariamente de instituciones no estatales. Lo mismo la mayor parte de la producción científica académica. El número de programas de doctorado es igualmente producto del esfuerzo conjunto de ambos sectores. Algo similar ocurre con la internacionalización del sistema. En suma, el obsesivo debate que contrapone lo estatal y lo privado atribuyendo todas las virtudes a aquel y todos los vicios a este es una pérdida de tiempo que, a esta altura, daña al sistema y al país.
Por último, la cuarta idea eje es esta: la reforma requiere aclarar cuál será la gobernanza del sistema. ¿Ha de fundarse en el principio de la autonomía de las instituciones -con su imprescindible cuota de autogobierno y autorregulación- o bien en el principio inverso, el control minucioso y panóptico de las instituciones? ¿Conviene tener un sistema planeado desde la base -donde trabajan los académicos, en sus disciplinas y especialidades- o desde arriba, donde se ubican las estructuras político-burocráticas del ministerio y sus agencias? ¿Debe guiarse al sistema jerárquicamente, fijándole sus misiones y funciones, estandarizando su oferta, supervisando sus acciones y regulando su admisión y procesos? ¿O bien las políticas y las regulaciones deben usarse para que las instituciones compitan y colaboren, formen redes y definan su propia misión y funciones?
¿Cuál debe ser el orden de la academia?, ¿el de un pluralismo de opciones dentro de un régimen público abierto a la diversidad y a las iniciativas de las propias organizaciones con su fuerte estatuto de libertades?, ¿o bien un régimen arquitectónico, diseñado ministerialmente, dirigido heterónomamente, planificado verticalmente, con fuerte isomorfismo institucional (mientras más parecidas las organizaciones unas a otras, mejor)?
Llega el momento de abordar estas cuestiones en serio, por confusas que sean las intenciones del Gobierno y asentados que se encuentren los intereses de las diferentes categorías de instituciones. Una reforma de la ES supone deliberación y no la mera transacción de poder y recursos.
La calidad de la experiencia formativa de los estudiantes ha de ser el foco del próximo gobierno, lo mismo que de la planificación estratégica de las instituciones. Fortalecer el aseguramiento de la calidad ejercido por pares, incluyendo la acreditación por un organismo público independiente, debió ocupar el primer lugar en la agenda legislativa del actual gobierno. No lo hizo; una grave omisión.
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