Investigadores en Artes y Humanidades por crisis en Conicyt
Junio 21, 2016

Investigadores en Artes y Humanidades por crisis en Conicyt: “La demanda ha sobrepasado con creces la oferta”

El Desconcierto conversó con los voceros Matías Ayala y Lucía Stecher, quienes nos cuentan de las recientes acciones que han tomado así como la actividad que espera los próximos meses.

Por Iván Pinto, El Desconcierto, 18 de junio de 2016

Foto: Agencia UnoFoto: Agencia Uno

Matías Ayala Munita (PhD, Cornell University), profesor universitario e investigador independiente, y Lucía Stecher Guzmán (Doctora Universidad de Chile), profesora de la Universidad de Chile e investigadora Fondecyt son voceros del grupo que se formó para enfrentar la situación de crisis que vive Conicyt e incidir en la institucionalidad que regula el financiamiento de la investigación en artes y humanidades. Pero por sobre todo, se formó para intervenir en el proyecto de creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología que el gobierno fragua con reserva.

Foto de Matías Ayala

Foto de Matías Ayala

El pasado 13 de mayo esta organización entregó una “Carta Abierta de Investigadores en Artes y Humanidades” a La Moneda y a Conicyt con 300 firmas de apoyo a una sencilla demanda: participación vinculante.

Esta carta, que hoy ya tiene más de 650 firmantes, presenta una voz nítida frente a la coyuntura: tener acceso a los debates sobre la creación de la nueva institucionalidad científica del país y aportar a su configuración.

¿Por qué surge el grupo de investigadores? ¿Quiénes lo conforman (grupo humano- institucional)?

La iniciativa surgió luego de una serie de conversaciones informales entre investigadores preocupados por la seguidilla de problemas que había tenido Conicyt: la inhabilitación de becarios, la alta rotación de sus presidentes, los cambios no justificados en las bases de los proyectos Fondecyt, entre otros. La idea era que profesores e investigadores de artes y humanidades nos juntáramos a conversar sobre la situación de nuestras disciplinas, también considerando la promesa gubernamental de crear un Ministerio de Ciencia y Tecnología.

La primera reunión del grupo se realizó en marzo y tuvo una amplia convocatoria, configurando una suerte de asamblea que actualmente se reúne periódicamente. Este colectivo o grupo de Investigadores en Artes y Humanidades se organizó y redactó una Carta Abierta que ya tiene cientos de firmas. Entre los firmantes hay varios académicos de larga y reconocida trayectoria, pero la mayoría  son investigadores jóvenes o en proceso de consolidación de su trabajo investigativo. Se trata de profesores con doctorado en humanidades de universidades extranjeras y chilenas, con distintos tipos de contratos y situaciones laborales, de universidades públicas y privadas, de Santiago y regiones, todos vinculados al área de las humanidades y las artes.

Somos una generación académica consciente de que para potenciar su labor necesita de una buena política pública, que comprenda y reconozca el aporte fundamental que hacen las artes y humanidades al país y las potencie considerando sus particularidades.

Foto de Lucía Stecher

Foto de Lucía Stecher

¿Cuáles son las principales demandas establecidas en la carta entregada?

En la Carta Abierta los Investigadores en Artes y Humanidades demandamos una participación vinculante en el diseño del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Insistimos en su carácter “vinculante” porque desconfiamos de las “mesas de diálogo” que no se comprometen a incorporar en las políticas las propuestas ciudadanas. Desconfiamos de las conversaciones a puertas cerradas que no se traducen en una interlocución sostenida en el tiempo y verdaderamente democrática.

El apoyo a la investigación en el campo de las artes y humanidades es fundamental para el desarrollo social y cultural de Chile. Un nuevo Ministerio debe considerar la importancia que tenemos y reconocerla desde su instalación. En ese sentido, consideramos que desde su nombre el Ministerio nos invisibiliza. Sería mucho más inclusivo —más sensato y sincero— crear un “Ministerio de Ciencia, Investigación y Tecnología”.

Además, demandamos que el nuevo Ministerio tenga un diseño político que favorezca la innovación. La innovación no sólo existe en relación a las nuevas tecnologías digitales y ecológicas, sino que también a las nuevas formas de pensar el presente cultural. Necesitamos innovación para interpretar y proyectar nuestras disciplinas. No creemos que una mesa de trabajo de “expertos” en políticas públicas, ingenieros comerciales y científicos de ciencias “duras” pueda hacer esto sin consultarnos, porque somos nosotros los que conocemos los desafíos, detalles y potenciales de nuestro campo de trabajo.

Necesitamos un política que reconozca y fortalezca la investigación teórica, histórica y cultural de las artes y humanidades; que favorezca el trabajo interdisciplinario y colaborativo;  que sea descentralizada y permita la integración local e internacional; que sus resultados se entreguen en revistas de acceso universal. En definitiva, una política que apoye e impulse la renovación y puesta al día de la investigación universitaria en artes y humanidades al mismo tiempo que intente democratizar su acceso y circulación.

¿Qué está ocurriendo en Conicyt con respecto a las humanidades? ¿Qué tipo de modelo de conocimiento se está implantando desde ahí?

Frente a Conicyt, los investigadores en Artes y Humanidades tenemos una posición compleja. Por una parte, reconocemos la importancia de Conicyt en el apoyo a la investigación y la formación de investigadores. Tenemos claro que las humanidades reciben un porcentaje de los fondos de investigación acorde al número de proyectos presentados.

Pero lo que ha ocurrido en Fondecyt es que la demanda ha sobrepasado con creces la oferta, y aunque los fondos han aumentado, el número de proyectos lo ha hecho en una proporción aún mayor. Así, por ejemplo, tenemos que en el último concurso de Fondecyt Regular la tasa de adjudicación de proyectos ha sido menos de un tercio.

Por otro lado, la asignación de recursos tiene que ajustarse a una realidad en la que cada vez hay más doctores e investigadores, algo que -por supuesto- aplaudimos. Sin embargo, consideramos que las formas en que se evalúa la producción de los investigadores debe ser definida por quienes formamos parte del área misma de las artes y humanidades, y no definidas por criterios ajenos.

Los grupos de estudio de Fondecyt (las comisiones que gestionan la evaluación de los proyectos) tienen una tarea importante en este sentido, pero suelen estar sobrepasados por las tareas de gestión y administración de los proyectos. Nuestra propuesta es que exista una comisión permanente que discuta, revise y actualice los criterios con los que se valida la producción académica en nuestras disciplinas.

También nos preocupa que los contenidos más visibles del proyecto de Ministerio de Ciencia y Tecnología apunten a la transferencia de desarrollos tecnológicos desde las universidades al mundo privado. Sabemos que en Chile las empresas casi no invierten en investigación ni en los fondos de capitales de innovación nacionales.

Sería importante que el nuevo ministerio intervenga en ese plano, pero afirmamos que se necesitan también de otros elementos culturales y sociales para impulsar aquella deseada “sociedad de la innovación”: educar a nuestra población, mejorar sus condiciones de vida, subir los sueldos, estimular la creatividad, etc.

Es más, no se puede dejar de notar que el proyecto de un desarrollo tecnológico organizado desde el Estado que utiliza la investigación universitaria para producir mercancías para el mercado global es una política y una narrativa perfectamente neoliberal ya que naturaliza la función del Estado en el desarrollo del mercado.

Lo curioso en Chile es que ni siquiera presentándose como una expansión más profunda del capitalismo es seguro que esta política pública obtenga suficientes fondos del Ministerio de Hacienda. Desde las artes y humanidades nos interesa ampliar la discusión en torno a los efectos sociales de las políticas públicas, proponiendo una lógica que pueda escapar a la meramente económica e instrumental que domina el discurso público.

¿Qué planes existen en la agrupación de aquí a los próximos meses?

La agrupación se encuentra en una fase de crecimiento y organización interna. Por una parte, queremos hacer públicas nuestras demandas, dar a conocer nuestros diagnósticos y propuestas, e involucrar en ellas a la mayor cantidad posible de investigadores y estudiantes de nuestras áreas.

Hemos enviado la carta a distintas instituciones y esperamos conversar con la mayor cantidad posible de actores involucrados en el financiamiento de la investigación en artes y humanidades.

Nos interesa también vincularnos con otras organizaciones y redes que están trabajando en el mismo sentido que nosotros, tanto en el ámbito de las Humanidades, como de las Ciencias Sociales y las Ciencias Básicas. Somos conscientes de que necesitamos formar un frente común para avanzar en el reconocimiento de la importancia de la investigación en el país.

A nivel interno, estamos armando comisiones de trabajo para tener un diagnóstico fino de la situación de cada una de las disciplinas, en términos del financiamiento de proyectos y de la evaluación de su productividad.

Una demanda sensible para varias disciplinas es, por ejemplo, que se valore la publicación de libros como forma de difusión del conocimiento que producimos. Pensamos que como comunidad de académicos debemos avanzar en una cultura de la evaluación pertinente y adecuada para nuestras disciplinas, lo que también significa ser capaces tanto de consensuar criterios como de estar dispuestos a evaluar seriamente a nuestros colegas.

Pero nuestra preocupación principal, hoy en día, es que se considere seriamente a las artes y humanidades en el nuevo proyecto del  Ministerio de Ciencia y Tecnología el que, desde ya, debiera empezar por ampliar su nombre e incluir lo más básico, conceptual y laboralmente hablando, que se encuentra bajo la ciencia y tecnología: la investigación.

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