“No ha habido otro momento en la historia de Chile con esta intensidad en la discusión sobre educación”
CIAE-UCH, 26 de Agosto de 2015
El profesor Iván Núñez, recién galardonado con el Premio Nacional de Educación, analiza las reformas con la mirada a largo plazo de quien ha estado más de 65 años aportando a la educación, desde la Universidad de Chile y desde las políticas públicas.
Iván Núñez Prieto, el recién nombrado Premio Nacional de Educación, tiene una larga carrera asociada a la educación y a la Universidad de Chile. Estudió en el Liceo Experimental Manuel de Salas, se tituló de Profesor de Historia, Geografía y Educación Cívica en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, para luego ser profesor de la misma institución entre 1970 y 1973, luego de haber sido investigador en la Facultad de Filosofía y Humanidades entre 1962 y 1969 en el Instituto de Educación, primer centro de investigación especializado en Educación en nuestro país creado por el entonces decano, profesor Juan Gómez Millas.
A lo largo de más de 65 años y desde la academia y numerosos cargos públicos que desempeñó, ha sido generador de conocimiento en educación, contribuyendo al diseño de importantes políticas públicas y a la formación de nuevos historiadores de la educación en Chile.
El Premio Nacional de Educación lo encontró en su condición de “ratón de biblioteca” como él mismo lo confiesa, alejado de la coyuntura de la cual –según su opinión- no “está muy al día para opinar responsablemente”. Dice sentirse más cómodo hablando sobre miradas largas y profundas a los cambios educacionales y es en ese ámbito en el que conversó con el Centro de Investigación Avanzada en Educación.
– Usted es un docente y experto en la historia de la educación. ¿En algún otro momento de la historia de Chile se habló tanto de educación como ahora?
– Hay por lo menos dos momentos estelares. Uno es a fines de 1927, cuando gobernada Carlos Ibáñez del Campo y hay una propuesta radical de reforma de la educación, difundida por todo el país, de los maestros de educación primaria, que estremeció al país.
– ¿En qué consistía?
– Tiene mucha actualidad, porque en un momento en que la sociedad se estaba sacudiendo de un largo letargo, los profesores propusieron una reforma inspirada en la escuela nueva, basada en el niño y en el aprendizaje más que en la instrucción, con una escuela integradora, contra la segmentación del sistema educativo.
– ¿Era segmentado entonces el sistema educativo?
– Era segmentado desde el propio estado docente: la educación primaria iba por un lado, la técnica por otro, por ejemplo. Los maestros plantearon su unificación. Convencieron a Ibáñez y hubo un debate y bastante consenso: la iglesia y el empresariado también lo apoyaron, aunque con reparos. La reforma se decretó y se puso en práctica. Eso era en 1928. Pero a los meses, Ibáñez cambió de estrategia y decidió que la reforma era muy avanzada. Era una reforma que provenía de la calle, pero Ibáñez prefirió que la dirigieran los técnicos y éstos ofrecieron una contra reforma, que canalizaba ese impulso de la calle. Resultó un juego importante. Todo el movimiento de la experimentación educacional nació ahí. El Liceo Manuel de Salas, por ejemplo, partió un año después. También de allí surgió la segunda ley de educación primaria obligatoria, de 1929, que establecía seis años de educación primaria obligatoria.
El segundo momento fue la Escuela Nacional Unificada, en abril marzo de 1973. Fue muy coyuntural la discusión, duró poco más de un mes. Y el debate fue duro y extensivo, fue el tema del gran conflicto que desgarraba a Chile en ese momento. Pero no ha habido otro momento en la historia de Chile con la intensidad en la discusión actual.
-En esta discusión, ¿qué lecciones se pueden sacar acerca de cómo se ha dado el debate a lo largo de la historia?
– Que es necesario mirar el conflicto desde el ángulo de la familia: a la gente le importa mucho la educación de sus hijos. Por ejemplo, en 1928, cuando se tomaron medidas como fusionar colegios, hubo reacciones similares a las de ahora. Segundo, se puede concluir que la educación es una herramienta de poder político, no es un asunto meramente técnico y que cuando se emprenden transformaciones, se afectan intereses diversos y hay que estar alerta. Es un mensaje para investigadores y tomadores de decisión.
– En el Chile actual, ¿qué ha quedado fuera en esta discusión sobre la reforma?
-Ha habido cierta justicia cuando se dice que la calidad ha quedado fuera, aunque con ciertos matices. La gente se refiere al proceso enseñanza aprendizaje, a lo que sucede en el aula y eso es algo que los proyectos de reforma no han abordado directamente. Y eso tiene una explicación legítima: en los años 90 y posteriores, se trabajó intensamente en las transformaciones de la calidad de la educación en el corazón del aula, a través de múltiples programas, pero ese esfuerzo se topó con limitaciones de la estructura de la educación y de la economía política de la educación. Ese esfuerzo por la calidad entonces debía ser acompañado por un enfrentamiento de las estructuras. Lo dijo el informe de la OCDE de 2005.
– ¿El fortalecimiento de la educación pública se ha abordado con la suficiente profundidad?
– Hay una discusión que a estas alturas parece ociosa: si partir por la institucionalidad o por la educación pública. Las cosas se dieron como se dieron, la reforma a la institucionalidad de la educación pública va a llegar. Por lo demás, la reforma a la carrera docente es un modo de reforzar la educación pública.
– ¿Se necesita mirar el tema con más urgencia?
-Hay capacidades limitadas, financieras y del propio sistema institucional de procesar los cambios. Pediría comprensión, en cuanto hay que hay que escalonar las reformas. Esto me lleva al planteamiento que me enseña la historia y la propia experiencia: la magnitud de lo que queremos emprender por lejos supera los 4 años y un gobierno de 6 años también hubiera quedado corto.
-En la discusión sobre cómo atraer y retener a los mejores para ser docentes, ¿qué le parece más crucial?
-Es una discusión antigua. Son discusiones de 1842 hacia adelante. Del presidente Manuel Bulnes con Sarmiento y Bello, sobre cómo atraer alumnos para la recién formada Escuela Normal. Aunque suene curioso, el problema entonces era encontrar alumnos para la naciente Escuela Normal que tuvieran un mínimo de civilización para que ellos pudieran civilizar a los alumnos. A los alumnos se les pagaba todo, les daban hasta los calzoncillos y después de que egresaban a la Escuela Normal muchos desertaban. Algunos se fueron a California a la fiebre del oro. Eso es una muestra de lo difícil que es atraer, formar y retener.
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