Gratuidad: entre riesgos y fantasmas
Blog de José Joaquín Brunner, Académico UDP, La Tercera,
3 octubre 2015
Por lo pronto, una glosa -esto es, una nota o reparo que se pone en las cuentas a una o varias partidas de ellas- no es, definitivamente, el mejor instrumento para redefinir las relaciones del Estado con las universidades y de éstas con sus estudiantes.
En lo sustantivo, la propuesta gubernamental aparece como una política que discrimina entre alumnos con necesidades socioeconómicas y méritos académicos idénticos o similares. Vuelven a crearse por vía administrativa dos estamentos de jóvenes, unos con acceso a la gratuidad, los otros excluidos de ese beneficio. Por tanto, en vez de un derecho se instituye un privilegio. El riesgo es que esta medida sea objetada no sólo desde un punto de vista ético y político sino, además, respecto de su constitucionalidad.
Los criterios invocados para distinguir entre instituciones beneficiarias y no elegibles son infundados y gozan de escasa legitimidad, lo que se ha visto acentuado por los continuos zigzagueos de la autoridad en esta materia. Con ello crece también el riesgo de la desconfianza en la pericia técnica y la sagacidad política del gobierno.
Adicionalmente, la autonomía universitaria se verá constreñida. Las instituciones tendrán que negociar con el Mineduc -una a una- cuotas de vacantes, precios de aranceles, duración de los programas, insumos de los mismos, estimaciones de subsidios cruzados en su interior y, a poco andar, las atribuciones y composición de los órganos del gobierno universitario, todo esto con el fin de recibir recursos suplementarios e incrementar sus ventajas competitivas. Existe el riesgo que por este camino el vínculo de las universidades con el Estado se politice, debiendo aquellas subordinarse a éste.
Sin embargo hay un amplio consenso -¡qué paradoja!- con respecto a la gratuidad para los estudiantes del 60% de hogares con menor capital económico, social y cultural. De hecho, Chile ha avanzado sustancialmente en dicha dirección.
¿Cómo es posible entonces que el gobierno termine metido en este enredo y mantenga confundidos a sus partidarios y opositores por igual?
A mi juicio, la explicación radica en los fantasmas que pueblan la ideología gubernamental. Ocurre, por ejemplo, con la idea que la política educacional debe nacer de un “nuevo paradigma”, según proclama el programa del gobierno de Bachelet. Esto significa desandar el camino recorrido desde 1990 para alcanzar ahora (supuestamente) una real y auténtica gratuidad y equidad. ¿Cómo? Sacando de escena las becas, otro fantasma, pues en la imaginación de la Nueva Mayoría beca equivale a voucher; es decir, un perverso instrumento neoliberal. Por el contrario, de adoptarse el camino de los “aportes basales” -o sea, transferencias de subsidios estatales sin condiciones de ninguna especie- en tal caso sí se estaría dentro del “nuevo paradigma”, alineado con ideales socialdemócratas estilo nórdico.
Así se va construyendo una política riesgosa para las universidades, al tiempo que sus autores parecen obnubilados con los fantasmas de su imaginación.
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