No, mijito, no se puede
¿Qué está en juego con Yachay Tech?
Mi mamá me dijo que no vaya a la universidad de Stanford, una de las mejores del mundo, porque me alejaría de la realidad ecuatoriana. Hablándome por teléfono desde Chone —el pequeño cantón de la provincia de Manabí donde crecí—, insistía que era perder mi tiempo: nadie en nuestro pueblo tenía un PhD. Un amigo me sugirió llevar una malla curricular nacional para que no me desconectara, como temía mi mamá. Son argumentos que ahora repiten los críticos de Yachay Tech: que aquí no existen las condiciones necesarias, que esto no es Europa, ni Estados Unidos. Es como si dijeran: “no, mijito, aquí no se puede”. Su argumento principal es que no somos una economía desarrollada y, por tanto, no podemos tener universidades con excelencia académica. Pero es una gigantesca falacia, porque lo que sucede en el Ecuador es todo lo contrario: no somos una economía desarrollada porque aún no tenemos universidades de calibre mundial.
Los países del BRICS —Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica— entendieron que la inversión en universidades que puedan competir con las mejores del mundo es el pasaporte al desarrollo económico. Esperar que llegue el progreso para después invertir en la universidad es como poner la carreta antes que el caballo. Rusia acaba de crear el Skolkovo, una universidad en alianza con el Massachusetts Institute of Technology (MIT) para que profesores del célebre instituto estadounidense sirvan en el cuerpo directivo y docente. La cooperación académica le ha costado a los rusos más de 300 millones de dólares, sin contar la inversión en infraestructura. Brasil tiene Instituto Tecnológico de Aeronáutica (ITA) donde —similar a lo que sucede en el valle de Yachay— una villa de 35 mil personas tradicionalmente dedicada a la agricultura se convirtió en una población de 700 mil habitantes con el nacimiento de la empresa Embraer, que se dedica a la fabricación de aviones (TAME EP es uno de sus clientes) y es uno de los puntales de la economía brasilera. Ozires Silva la fundó a finales de los sesenta, después de hacer una maestría en el California Institute of Technology (Caltech). No conozco al señor Silva pero me atrevo a pensar que su mamá o algún amigo le dijo que no se podía competir con la estadounidense Boeing y la europea Airbus. Por suerte para los brasileros, el señor Silva estudió en ITA y en Caltech, donde le enseñaron que todo es posible y le implantaron el chip de la innovación. Embraer genera ingresos de seis mil millones de dólares por año. Similares éxitos han tenido los indios con sus Indian Institutes of Technology (IIT). Por ejemplo, el de Kanpur fue creado con inversión del Estado en colaboración con las mejores universidades del mundo como MIT, Princeton, Berkeley, entre otras. El IIT Kanpur ha producido gerentes de empresas como United y ha graduado a rectores de universidades americanas, de las que alguna vez aprendió. Hoy en Ecuador, como antes en los BRICS, estamos invirtiendo en infraestructura, telecomunicaciones, salud, remuneraciones competitivas. No queremos salir de la realidad del país, solo ser líderes en ciencia, tecnología, producción e innovación.
¿Para qué sirve la inversión ecuatoriana en nuevas universidades como Yachay Tech? Los BRICS entendieron que para llegar a la excelencia académica se necesita tener a los mejores de tu lado. Qué mejor que la experiencia, trayectoria y prestigio que la de gente del MIT o Caltech para crear una nueva universidad técnica. ¿Se trata de trasplantar? ¡Por supuesto que no! Pero sí de generar los elementos necesarios para crear una universidad de excelencia en suelo ecuatoriano: el efecto de atracción, conexión global, inversión.
Como en el futbol, el efecto de atracción es vital. Contratar a Pep Guardiola como director técnico para el modesto equipo Grecia de Chone llamaría la atención de los mejores jugadores, inversionistas, auspiciantes, hinchada, y —por supuesto— la ganancia de títulos. Por eso, el Grecia de Chone debería invertir en el mejor talento humano disponible.
Lo mismo pasa en la academia: los mejores directivos académicos nos traen a las mejores mentes del país y del mundo, nos ponen en contacto con las mejores instituciones y nos concretan inversión. La conexión con las mejores universidades y laboratorios del planeta nos da resultados en corto y mediano plazo. Como se demuestra en los casos de los BRICS, la universidad de altísimo nivel trasciende a lo local. La ciencia no tiene fronteras.
En Yachay Tech tenemos colaboradores de tan elevado mérito que ha publicado ya sesenta artículos científicos. La conexión con universidades como Carnegie Mellon nos permitirá formar al Ozires Silva ecuatoriano con una maestría o doctorado para darle al Ecuador una empresa que compita con los mejores en su industria. Parte de la gestión de los directivos de centros de creación de conocimiento como la Universidad Yachay Tech es traer fondos de inversión. Es lo que se conoce como autogestión. La universidad de investigación, a la que apuntamos, genera riqueza y no es una carga para el país. Por supuesto, se requiere de una inversión inicial pero los réditos pagarán con creces.
La inversión vale la pena. Nadie puede negar que Google y Whatsapp han transformado nuestras vidas. Ambas compañías fueron fundadas por dos personas junto con un limitado equipo de soñadores programando en un computador día y noche. Google fue creada por dos estudiantes de PhD de Stanford que le dieron al mundo el buscador de Internet más potente de la historia. Incluso, nos dieron un nuevo verbo. Googleenlo, Google vale más de 170 mil millones de dólares, mientras que Whatsapp tiene un valor de mercado de 19 mil millones de dólares. Para crear un Google o un Whatsapp ecuatoriano se necesitan cerebros con ganas de cambiar el mundo, un computador y un garaje. La clave, sin duda, está en los cerebros. ¿Qué parte de esta formula no existe en Ecuador? ¿Por qué parece existir en el resto del mundo y no en este país? Tal vez de tanto oír la voz de los críticos nos hemos convencido de que no, que aquí no se puede. Necesitamos dejar de escucharlos.
Hace 15 años, colgué el teléfono con mamá, y me fui a Stanford. Me olvidé la malla curricular. Allá vi cómo Google nacía y conocí la potencia del MIT cuando después me hicieron una oferta de trabajo en el 2010. Después llegué a Caltech y a la NASA, y conocí la historia de Ozires Silva. Cuando oí que en Ecuador se construía Yachay Ciudad del Conocimiento, y que se invierte el 2% del PIB en educación superior, supe que era el momento de contribuir a hacer un nuevo país. Hoy, en el Ecuador, no está en juego el “modelo de universidad”. Esto no es lo relevante. Lo que está en juego es la posibilidad de formar aquí al próximo Ozires, y de tener en nuestro suelo a los padres del Whatsapp del futuro. Lo que está en juego es la respuesta que le daremos a nuestros hijos cuando nos llamen: sí, mijito, se puede.
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