Educación: ¿Qué encrucijada?
Agosto 20, 2015

 

Educación: ¿Qué encrucijada?

José Joaquín Brunner Académico UDP, La Segunda, 19 de agosto de 2015

“En suma, la sociedad docente se reducía a un mercado docente: un mercado educativo a secas”.

Encrucijada: lugar en donde se cruzan dos o más caminos. Los autores de un libro publicado recientemente, un ex ministro y un ex asesor de segundo piso durante la administración Piñera (Cristián Larroulet y Jacinto Gorosabel, respectivamente), postulan que, en el ámbito de la educación, esos caminos llevarían en direcciones opuestas según si la política se enmarca dentro de un paradigma de Estado docente o de sociedad docente. Naturalmente, se declaran contrarios al Estado docente.

¿Qué debemos entender por sociedad docente? Esta noción circula periféricamente en Chile desde comienzos de los años 1990. Fue expuesta por José Piñera, ex ministro de Pinochet, y presentada como una suerte de utopía neoliberal durante el foro Enade de 1993. Suponía una amplia libertad para proveer educación en todos los niveles y libertad de programas de estudio; entregar a cada familia una “chequera” o “cuponera” educacional (vouchers); transformar el Ministerio de Educación en una superintendencia que evitaría el mal uso de los vouchers, acreditaría colegios y externalizaría las pruebas de calidad educacional; sustituir el estatuto docente por la ley laboral ordinaria, y licitar las escuelas municipales incentivando a sus profesores a participar en su administración.

En suma, la sociedad docente se reducía a un mercado docente: un mercado educativo a secas, sin Estado ni política pública, sin marco curricular ni regulación profesional. Librado de cualquier traba burocrática, el mercado docente debía funcionar a la perfección.

No cabe imaginar, pienso yo, utopía más destructiva de la sociedad y el Estado. Pues en tales condiciones la educación actuaría como un mero aparato de reproducción de las desigualdades de la cuna. El “efecto Mateo” que estudian los sociólogos —aquel según el cual “a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará” (Mateo 13, 12)— se potenciaría al máximo. Los afortunados heredarían un rico capital cultural y adquirirían una buena educación, acumulando más capital todavía. Quienes heredan poco o nada en la cuna, en cambio, irían a dar a los peores colegios y se verían privados incluso de la esperanza de poder escapar a su destino familiar.

Estoy convencido de que Larroulet y Gorosabel no comparten tal utopía de sociedad docente. Tampoco deberían confundir régimen mixto de provisión con educación de mercado. Sin duda, su propuesta ganaría despojándose de la equívoca polaridad entre una sociedad docente sin freno y un Estado docente representado como un Leviatán pedagógico. El mercado entregado a su suerte acaba con toda comunidad y fraternidad, según ya advertía Max Weber, mientras el Estado abandonado a su sola lógica nos encierra a todos en una “jaula de hierro”.

 

 

 

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