Rector Vivaldi de la UCH y la gratuidad
Julio 24, 2015

jueves 23 de julio de 2015

Ennio Vivaldi: “¿Hasta qué punto los rectores Sánchez y Peña están defendiendo el actual modelo de sociedad?”

El mes pasado se cumplió un año desde que el médico cirujano asumió como rector de la Universidad de Chile. Desde ahí, ha hecho gestos importantes para reivindicar el rol de las instituciones estatales y el modelo de educación superior que ellas plantean. “Hay que volver a tener universidades que estén pensando el país, que es lo que se hizo hasta el 73”, argumenta.

“Una pregunta cándida que nos podemos hacer es, en el caso de que en el primer año hubieran entrado a la gratuidad las universidades estatales y tres más, dentro de las cuales hubiera estado la UDP, ¿qué artículo habría escrito Carlos Peña al otro día?”

Ennio Vivaldi siente que el ambiente está crispado. “Nadie da las gracias, nadie felicita, nadie te reconoce nada. Si concedes algo, te dicen que te obligaron a hacerlo porque te doblaron la mano. Es un entorno muy enfermo. Y lo digo en un tono de tristeza”, dice. Para el rector de la Universidad de Chile, en la discusión por la gratuidad en la educación superior ha faltado generosidad. “Esa es la tragedia de la política chilena hoy: todos exigen. Uno querría que hubiese un sentido de causa, de objetivos superiores. No que cada uno vele por su metro cuadrado”.

–La presidenta Michelle Bachelet ratificó que la gratuidad partirá sólo con el 60% de los alumnos más vulnerables del CRUCh. ¿Por qué este grupo? ¿Cómo debió haber sido la implementación de la gratuidad en su primer año?

–Yo estoy totalmente de acuerdo en que tiene que haber algún criterio que permita discernir entre las universidades privadas. Ahora, si me pregunta, yo creo que, en cuanto a calidad de universidad, de la investigación científica, las bibliotecas, las mallas curriculares, la Universidad de los Andes es impecable bajo cualquier estándar. En ese sentido, la Universidad Alberto Hurtado claramente tiene un compromiso con los pobres que expresa en sus tareas, su misión, el ingreso de sus estudiantes. Hay muchas universidades privadas tanto o más valiosas que las privadas que están dentro del Consejo de Rectores, como la Universidad de los Andes o la Alberto Hurtado. Pero a falta de criterios objetivos que las validen –y eso es comprensible desde el punto de vista del ministerio–, la pertenencia al CRUCh pareciera ser uno inobjetable.

–En ese sentido, ¿qué le parece la postura de Carlos Peña, rector de la UDP,  que acusa una discriminación arbitraria contra las universidades privadas que no pertenecen al Consejo de Rectores?

–En primer lugar, Peña atribuye los cambios de política a cambios de ministros, lo cual no es en absoluto cierto. Porque, que yo sepa, Eyzaguirre prometió pensar el tema y, a lo mejor, si no hubiera sido cambiado, él mismo habría dicho que no iba a ser posible después de haberlo pensado. Entonces, parte con la presunción de que las políticas cambian con las personas, de lo que no existe ninguna prueba. Pero el tema de fondo es que, mientras no discutamos en base a principios el tema de la universidad siempre queda la sospecha de que cada cual está defendiendo su feudo. Una pregunta cándida que podemos hacernos es, en el caso de que en 2016 hubieran entrado a la gratuidad las universidades estatales y tres más, dentro de las cuales hubiera estado la UDP, ¿qué artículo habría escrito Carlos Peña al otro día?

–Pero desde el año pasado Peña, junto al rector Ignacio Sánchez, de la UC, vienen planteando que una universidad es pública o no según el rol que cumple en la sociedad. 

–Ese debate fue gatillado por el anuncio del gobierno de darles un trato “preferencial” a las universidades estatales. Ante eso reaccionaron diciendo: “No vamos a aguantar que les den un peso”. Me llamó la atención la oposición del G9 (universidades privadas tradicionales que pertenecen al Consejo de Rectores) Y, al final, uno se pregunta: ¿Este es un problema de competencia? ¿No quiero que a mi competidor le den más que a mí?  Eso nos lleva a otro tema, mucho más complejo, que es cuánto en la discusión sobre educación está implicada la persistencia de un modelo instaurado en los 80, que tiene claras implicancias en lo económico y en lo jurídico. Y uno también tiene derecho a preguntarse hasta qué punto, cuando se oponen a las reformas educacionales, nos están diciendo: “No queremos que se cambie el modelo”.  Entonces,  ¿hasta qué punto los rectores Peña y Sánchez están defendiendo el actual modelo de sociedad?

UN LLAMADO DE ATENCIÓN A LAS PRIVADAS

Vivaldi insiste en que el actual sistema de Educación Superior defiende un modelo que permitió a las universidades creadas por particulares crecer sin control y que provocó la migración de los alumnos desde las instituciones del Estado hacia las privadas.  “Desde 1981 a hoy, en retrospectiva, uno podría haber esperado más interés por parte de las privadas que permanecen fuera del CRUCh por legitimarse”.

–¿A qué se refiere con legitimarse?

–Perdón, legitimarse no es la palabra. Más bien me refiero a un interés por su parte de dejar en claro que ellas eran tan universidades como las del resto del Consejo de Rectores. Si bien es cierto que, reiteradamente, llamaron la atención sobre los problemas, no es menos cierto que también pareciera que la situación de absoluta libertad de la cual gozan es un escenario que, de alguna manera, les conviene.  Entonces, uno se hace la pregunta, otra vez cándida, de que mientras no había ningún premio obvio por ser del CRUCh parecía menos importante el tema de entrar a un sistema común. Ahora, si volvemos al tema de fondo, yo no puedo negar que hay muchas universidades privadas fuera del CRUCh tan meritorias de apoyo estatal como las privadas que sí están. Sí insisto: las universidades estatales son un grupo aparte. Eso sin dudas.

–¿Ustedes, como Universidad de Chile, pretenden absorber las matrículas de las universidades privadas?

–Si hay jóvenes que prefieren esta universidad, que no ingresan por falta de matrícula, y nosotros contáramos con los medios para, conservando la calidad, aumentar los cupos, por supuesto que estamos dispuestos a hacerlo. Y me parece que sería un crimen, no para mí ni para las otras universidades, sino para los jóvenes, no darles la oportunidad de estudiar en la universidad que ellos quisieran.

–En ese sentido, varias facultades de la Universidad de Chile están implementando planes de crecimiento en sus matrículas para el 2016. ¿No será también para  aprovechar al máximo los ingresos que generará la gratuidad?

–Eso no tiene que ver tanto con la gratuidad como con la necesidad de expandir el sistema estatal. En estos momentos, el 15% del estudiantado está en universidades del Estado. Una locura. Lo que se hizo aquí, en los 80, fue prohibir la expansión de las estatales. Entonces, que la gratuidad sea una razón por la cual no puedan crecer, me parece un contrasentido total.

UN ESTADO DE LAS UNIVERSIDADES

–En marzo de este año, usted asumió la presidencia del Consorcio de Universidades del Estado de Chile (CUECh). ¿Qué busca desde ahí?

–De lo que estamos hablando, te lo digo de todo corazón, es de tener una instancia que pueda discutir el desarrollo socioeconómico del país. Hay que colocarse en un plano de sociedad del conocimiento. Las universidades tienen que jugar un rol para eso, y eso implica cambiar totalmente. Hay que volver a tener universidades que estén pensando el país, que es lo que se hizo hasta el 73. Hay un montón de cosas que para nosotros han sido siempre vitales como Universidad de Chile, que tienen que ver con proyectos de interés nacional, con políticas nacionales: la salud, una eventual reforma constitucional. Son todos problemas en los cuales uno piensa que las universidades estatales, por su compromiso con la nación y no con grupos particulares, están en posición de hacerlo.

–Desde esa tribuna  dijo que iban a plantear un plan de desarrollo para las universidades del Estado. ¿De qué se trata?

–Lo estamos trabajando en el CUECh. En primer lugar, pensamos que tiene que haber una articulación de las universidades estatales. Una cosa sistémica que las aúne. Sistemas que permitan facilitar la estadía de profesores de un lugar a otro. Traspaso de profesores, formación de posgrados. Deberíamos tener un sistema mucho más fluido de intercambio de académicos, de trabajar proyectos de investigación en común, y por lo tanto, que las universidades estatales comencemos a funcionar  más en red. Hoy, hay una cantidad de infraestructura que nos permitiría compartir cursos. Sobre todo en la investigación de temas de relevancia nacional.

–¿Pero por qué de esto se tienen que hacer cargo las estatales y no pueden hacerlo también las privadas?

–No digo que las demás lo tengan prohibido, pero las otras claramente tienen otros intereses. En esos temas el Estado tiene que poco menos que imponer que se investigue. Ahora, en otros aspectos, nos interesa potenciar el pluralismo en el sistema de universidades estatales. En éstas no puedes discriminar. Por el contrario, tienes que hacer un esfuerzo activo porque estén representadas todas las corrientes. Incluso eso, llevado a cosas que son estrictamente técnicas, tienes que garantizar tener psiquiatras de una línea psicoanalista y otros más conductistas y hacer un esfuerzo para decir “nosotros somos pluralistas”. Hay una cosa en el manejo, en la democracia, en la libertad que tienen los académicos, que lo garantiza lo público y lo estatal.

–¿Lo público también lo garantiza?

–Debe hacerlo.

–¿Y en ese grupo entran la UC y la UDP? ¿Qué es una universidad pública para usted?

–Universidad pública es la del Estado.

–¿A qué se refiere con que el sistema de educación superior nacional tiene que crecer “desde lo estatal”? 

–Significa reinstalar un sistema articulado de universidades públicas, que pertenecen a todos los chilenos, que cultivan valores como el pluralismo, la excelencia y la democracia y que garanticen educación de calidad. Yo soy rector de la Universidad de Chile y estoy feliz de que aquí llegue gente de todo el país pero, como ciudadano, lo justo sería que un joven chileno tenga el derecho a tener una óptima educación en su región. La educación pública tiene que llegar en un corto plazo a un estándar de calidad garantizado. Es como el Starbucks: tú sabes con qué te encontrarás cuando vayas a uno, ya sea en Puerto Montt o en Sídney.

–¿Y cómo se logra ese estándar?

–Haciendo que el Estado se responsabilice de ella. Teniendo mecanismos para evaluar la calidad y la pertinencia de una universidad. Y si no está haciéndolo bien, tienen que existir mecanismos donde a la gente incompetente se la eche, se contrate  a otras personas a las que se les exija que tengan proyectos de investigación, en que se monitoree cuán buena es su docencia.

LA DESCONFIANZA DE LOS ESTUDIANTES

–¿Sigue viendo a un gobierno a la defensiva, como dijo alguna vez?

–No, no sé si a la defensiva o atacado. Yo empatizo mucho con la situación del gobierno porque, imagínate, haces un tremendo esfuerzo por la gratuidad y el grado de reconocimiento que tienes por parte de los estudiantes es magro. Siguen expresando una desconfianza brutal. A mí me gustaría que aquellos elementos que están a favor de esto lo expresaran también. Yo echo de menos que los estudiantes concedan, reconozcan que ha habido pasos importantes a favor.

–¿Se siente más cercano a la posición del gobierno que plantea la gradualidad o a la de la bancada estudiantil que exige los términos iniciales?

–Yo estoy dispuesto a conversar y a encontrar fórmulas. Muy concordante con eso, porque hay un tema ahí de matiz. Hay un tema de que siempre es conversable cuál es la mejor forma de invertir los dineros que uno tiene. Desde ese punto de vista, los estudiantes han dicho algo que me parece sensato: que un tema central es lo sistémico. Y ahí, a lo mejor, tanto más que la gratuidad uno puede considerar un proyecto para desarrollar ciertas cosas. Por ejemplo, determinar universidades que necesiten un apoyo especial, dar fondos basales detrás de un convenio de desempeño o, como quieras llamarlo, de un proyecto concreto. A lo mejor con eso podríamos llegar a la conclusión de que tiene un efecto más claro y más seguro que ampliar la gratuidad, o postergando la gratuidad.

–¿Cree que finalmente se va a lograr la gratuidad universal en la educación superior?

–Sí. ¿Cómo vamos a llegar a eso y cuánto nos vamos a demorar? Ese es otro cuento.

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