La Universidad española a cuatro voces de la crisis
Septiembre 25, 2014

La Universidad a cuatro voces

Un rector, una profesora, una defensora universitaria y un alumno buscan soluciones a la educación

Sentados frente a frente en una mesa, todos coinciden en que la universidad española es muchas aunque sea solo una. Los efectos de la crisis y del recorte económico en los campus (1.400 millones menos en tres años, el 13,7%) sobrevuelan todo el debate.

El rector de la Universidad Carlos III, Daniel Peña; María Luz Castellanos, profesora asociada de Sociología de la Universidad de Valladolid; Anatolio Alonso, estudiante de Medicina de la Complutense y Carmen González, defensora universitaria de la Politécnica de Madrid aceptaron la llamada de EL PAÍS para una charla a cuatro voces sobre el presente y el futuro del sistema. Estas son sus reflexiones.

Retos del nuevo curso

Daniel Peña. Esperamos que empiecen a resolverse los problemas que llegaron con la crisis. Ha habido una disminución de recursos de la universidad pública muy importante, hasta el 25% en algunas comunidades autónomas. Y no se han iniciado las reformas universitarias que se iban a hacer para dar nuevas oportunidades. Hay una situación de compás de espera y de poca ilusión. Muchas universidades tienen problemas muy serios y tuvieron que tomar decisiones duras, como no contratar profesorado o reducir plantillas. Por parte de las autoridades no ha habido ninguna medida de estímulo para animar a mejorar las universidades. No veo en el Gobierno un compromiso con la docencia, la investigación y la innovación.

Carmen González, defensora universitaria de la Politécnica de Madrid.

Carmen González. Está complicado y bastante parado. Las universidades mantenemos los mismos retos: mejorar y formar a la gente, concluir los proyectos de grados y posgrados. Aparte de los apoyos que nos deben dar los organismos del Estado y las comunidades autónomas, la universidad ha sufrido bastante en los últimos años. Necesitamos una pausa para pensar. La implantación de Bolonia ha sido muy importante para estudiantes y profesores y, tras esto, llegaron inmediatamente las restricciones. Ahora hace falta un periodo de reposo. Me preocupa también la gran desigualdad en el sistema universitario español. Con las competencias transferidas, no es lo mismo nacer en Madrid que en Albacete o en Burgos.

Anatolio Alonso. Especialmente, la Comunidad de Madrid ha desarrollado estrategias para una educación universitaria de élites. Quieren mercantilizar la educación con las desigualdades que eso conlleva. Están disminuyendo las becas y suben las tasas. Los estudiantes pagan más por las asignaturas pero no aumenta el presupuesto de las universidades, porque nos matriculamos de menos créditos y bajan las subvenciones. Nuestro esfuerzo económico no redunda en una mejora de la oferta de las universidades.

D. P. Estamos de acuerdo. Los estudiantes reciben una educación parecida, pero los medios a su alcance han disminuido porque las universidades tenemos menos dinero. Para lo que antes arreglábamos en un mes, ahora necesitamos el triple o ni lo hacemos. No tenemos recursos.

María Luz Castellanos, profesora asociada de Sociología de la Universidad de Valladolid.

María Luz Castellanos. Yo destacaría la poca ilusión por parte del profesorado y de los alumnos. El reto es sobrevivir. Estamos los profesores no permanentes, con peores condiciones, y los permanentes han visto ampliada su jornada de docencia mientras les han dejado de reconocer la investigación. Nadie está contento. Cada vez más alumnos llegan a las revisiones de los exámenes preguntando qué pueden hacer para aprobar porque, si no, le quitan la beca. O para subir nota, porque compiten con el resto por las ayudas.

En una universidad pequeña como la mía, donde casi todos nos conocemos, la situación es difícil. Y luego está la forma de llevar las clases. Los alumnos ya no van a la universidad que yo conocí, en la que estudiabas para progresar pero también tenías un respeto por el conocimiento. Ahora van a por el título. No les pidas que disfruten, que se deleiten con una clase.

Donde antes teníamos 150 titulaciones, ahora encontramos más de 4.000”

explica Carmen González, defensora universitaria de la Politécnica de Madrid

A. A. En gran medida es así, pero es que no se fomenta el gusto por lo que se estudia: Hay clases masivas, temarios encorsetados, las estrategias se dirigen a cercenar las carreras que no están directamente relacionadas con el mercado de trabajo.

D. P. Estoy de acuerdo con la defensora en relación a la equidad. La transferencia a las comunidades autónomas no se hizo bien. Unas regiones han dedicado muchos recursos a la educación y otras no. Es obvio que, según donde naces, tus posibilidades de encontrar trabajo varían radicalmente. En algunas universidades la tasa de colocación llega al 90% y, en otras, ni al 20%. Teóricamente puedes estudiar en cualquier parte de España, pero sin recursos económicos no, y lo que hemos hecho ha sido retroceder en las becas. Hay menos equidad que hace 10 años. Pero, dicho esto, creo que nuestro sistema universitario no es elitista, el problema es que no premia el mérito y la capacidad. No existe una relación entre la calidad de una universidad y el dinero que recibe.

Una evaluación al modelo

C. G. Hemos hecho 17 sistemas universitarios. Donde antes teníamos un catálogo con 150 titulaciones, ahora encontramos más de 4.000. Así no podemos establecer directrices comunes.

M. L. C. Cada universidad y cada titulación son distintas.

D. P. Tenemos un sistema perverso. Hablamos del sistema universitario como una realidad homogénea y es extraordinariamente heterogénea. Existe la misma diferencia entre las universidades españolas que la que encuentras entre los campus de Europa.

M. L. C. Cada departamento trabaja por ganar docencia, cada facultad por ganar alumnos. Las estrategias varían. Algunas basan su prestigio en una tasa de éxito bajísima y otras, en lo contrario.

Daniel Peña, rector de la Universidad Carlos III de Madrid.

D. P. El problema de las universidades, que no se termina de abordar, es que no existe un sistema claro de gobernanza que permita a la universidad moverse en una dirección. Un profesor decide que su materia es muy importante y pone el listón aquí y si los estudiantes se estrellan, allá ellos. Y no hay mecanismos para frenarlo. En nuestra universidad lo hemos hecho, pero creo que somos una excepción. Es absurdo que hagas un plan de estudios en el que digas que una asignatura debe pesar el 10% del total y un profesor decida que será el 40%. Eso no es estrategia de universidad.

M. L. C. Hay cosas que se dejan a la responsabilidad del profesor. Un año puedo tener una tasa de suspensos alta pero, si eso se repite, a lo mejor el problema es mío. Para nosotros es un dilema: ¿Qué nivel pongo? Intentas una relación bidireccional, depende de la respuesta de los alumnos.

D. P. Bolonia es eso. Lo más importante de todo es que, en vez de pensar en lo que tiene que hacer el profesor, se decida qué tiene que hacer un estudiante. Fijar cuántas horas decidimos que debe dedicar en el aula, en la casa, la biblioteca… Pero en España lo hemos hecho con pocos recursos, a la carrera. Un desastre.

M. L. C. En nuestro caso, además, se habían fijado evaluaciones al profesorado que son más un procedimiento formal que otra cosa.

C. G. Mi universidad lleva un sistema de control de todas las asignaturas todos los semestres y de detección de los que tienen rendimientos bajos sistemáticamente. Tenemos un artículo en la normativa en el que se puede cambiar la adscripción de la docencia de la asignatura.

A. A. A mí Bolonia me parece un eslabón para conseguir otra serie de medidas. Redujeron los grados a cuatro años con la disparidad que hay de una carrera a otra. Después estás condicionado a hacer un máster, cuyo precio está menos regulado, para acceder al mercado laboral. Eso fomenta la desigualdad

No veo en el Gobierno un compromiso con la docencia, la investigación y la innovación. No ha habido medidas de estímulo”

opina el rector de la Universidad Carlos III, Daniel Peña

D. P. A mí me gustaría que nos pareciésemos a los países más igualitarios desde el punto de vista del desarrollo, a los nórdicos. Allí el alumno entra con equidad pero, si no aprueba, se le echa inmediatamente. El sistema garantiza, y es lo que me gustaría, un salario para que puedas vivir con independencia de tus padres. Eso es apoyar a la juventud, ayudarle a que viva fuera de su casa que es lo que hay que hacer a los 18 años en un mundo civilizado. Pero, al mismo tiempo, eso implica la responsabilidad de las universidades y los alumnos, el uso de criterios rigurosos de funcionamiento para todo el mundo. Yo no defiendo que haya que premiar a unas universidades o a otras, sino que la financiación debería depender de los objetivos. Si un departamento tira el dinero, como ocurre ahora en algunos casos, ya no le doy más. Si una universidad contrata endogámicamente a malos profesores a través de amigos, que haya una comisión que diga que el departamento no crece más porque lo ha hecho mal.

C. G. No podemos olvidar que las universidades están gestionadas por personas con aciertos y errores. Las situaciones que mencionas de departamentos que tiran el dinero son anecdóticas. Yo creo que las universidades están haciendo lo mejor que pueden con los recursos escasos que tienen.

D. P. Pero no hay mecanismos dentro de las universidades para garantizar la relación entre los resultados y los recursos. Los recursos no dependen de la calidad en este momento, dependen sobre todo de la comunidad autónoma donde estés.

La docencia

M. L. C. Primero habría que definir a qué se le llama enseñar bien. Yo no puedo hablar por todas las universidades, pero soy diplomática si digo que regular. Últimamente se ha vuelto a aulas masificadas como las que menciona Anatolio. Y no se parece en nada una clase a un grupo de 20 alumnos o a otra con 60: es radicalmente distinto. Yo estoy acostumbrada a clases pequeñas, me pones ahora una de 80 y no sé cómo me manejo. Otros profesores se las ven y se las desean.

Anantolio alonso, estudiante de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid.

A. A. Y hay que tener en cuenta el encorsetamiento de los temarios. Veo en Medicina una cantidad ingente de temario. Se intenta dar la apariencia de que también cuentan los trabajos, pero al final lo que más pesa es el examen, igual que antes.

D. P. Bueno, la evaluación continua tiene que contar el 40%. En mi universidad es así.

M. L. C. En la mía tengo libertad para fijar los criterios de las asignaturas que imparto. Depende de la idiosincrasia de cada titulación.

A. A. El encorsetamiento del alumno que impone Bolonia y que obliga a asistir a las clases necesariamente, a hacer trabajos constantes. Nos resta libertad para dirigirnos a los aspectos que nos parezcan más interesantes. No deberíamos tener que asistir a algunas clases en las que los profesores que no aportan nada. La universidad es el lugar que nos pone en contacto con una determinada forma de hacer conocimiento y nos provee con una organización de esa forma de aprendizaje a través de unas bibliografías, algo que no tiene nada que ver necesariamente con acudir a las clases. Transmitir los conocimientos de forma embuchada para soltarlos en un examen no te lleva a ningún sitio.

C. G. En la inmensa mayoría de los sitios se enseña bien. Lo que de verdad dice Bolonia es que se tiene que medir de otra manera, que debemos ser capaces de definir qué tienes que enseñar y de qué forma. Ha cambiado rotundamente la forma que habíamos aprendido los docentes actuales y vamos poco a poco, pero las cosas están mejorando. Es verdad que Bolonia y la evaluación continua no son necesariamente buenas para todas las titulaciones. Como decía, necesitamos un periodo de reflexión.

D. P. Una mala clase con un mal profesor no tendría que permitirse, debería haber mecanismos para que eso no ocurra. Lo que no tiene sentido es que cada uno se busque la vida por su cuenta. Lo lógico es que los estudiantes lo hagan notar y la universidades tomen sus medidas. Pero se espera que el estudiante también responda.

A. A. Pero es posible que lo haga mejor con mi bibliografía y en la biblioteca.

D. P. Nadie pasa lista. Yo lo que pido es un compromiso por las dos partes.

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