Confech decide quedarse en conversaciones con el Mineduc en estrecha votación
La determinación implica mantenerse “en alerta” y continuar con las movilizaciones, que incluyen las marchas, con la intención de no repetir lo ocurrido en 2006, cuando los estudiantes dejaron de protestar y no tuvieron participación en las decisiones tomadas por el gobierno.
por EL MOSTRADOR, 25 de agosto de 2014
En una estrecha votación, la Confech decidió mantenerse en las mesas temáticas del Plan de Participación que impulsa el Mineduc y que buscan recoger las opiniones de sectores que puedan influir en los próximos proyectos que ingresarán al Congreso.
El proceso, según denunciaron varios dirigentes, tuvo diversas irregularidades, como es el hecho de que la eventual intervención del Ministerio y el trabajo para mantener a algunos grupos tanto por parte del Mineduc como de partidos políticos, explica La Tercera.
A pesar de todo, 16 federaciones votaron a favor y 15 en contra, lo cual dejó fuera los cálculos de las autoridades y la decisión se logró porque parte de los estudiantes indicaron que había irregularidades, motivándolos a permanecer en la instancia de diálogo, que se inició a fines de julio, para fiscalizar.
La presidenta de la FEUC, Nashla Aburman, señaló que a pesar de llevar su voto a favor de mantenerse en las conversaciones, mantienen sus dudas y desconfianza con la mesa que impulsa la cartera de Educación.
A su vez, el timonel de la Federación de la Universidad de Talca, Cristián Salazar, explicó que la votación fue estrecha en un ambiente que fue tenso, mencionando que durante la mañana hubo un fuerte lobby para convencer a las federaciones que estaban indecisas.
A raíz de esto, el proceso de decisión se dividió en dos bloques, el movimiento de ultraizquierda y la Concertación.
En tanto, Melissa Sepúlveda, presidenta de la Fech, sostuvo al mismo diario que el “Mineduc tiene muchas formas de operar, tiene tanto la presión política que ejerce a través de sus asesores y vocerías. Al menos yo no he tenido ningún contacto (…). Con todo, respetamos las posturas de las bases”.
La determinación adoptada por la Confech también implica mantenerse “en alerta” y continuar con las movilizaciones, que incluyen las marchas, cuya intención es el de no repetir lo ocurrido en 2006, cuando los estudiantes dejaron de protestar y no tuvieron participación en las decisiones tomadas por el gobierno.
Las federaciones, en todo caso, manifestaron su desconfianza con la forma en cómo se ha generado el proceso y anunciaron que el 30 de agosto se realizará una nueva asamblea y volverán a evaluar su permanencia.
Según explicaron, este cuestionamiento se produce por el contexto político que ha mostrado otro camino y que ha sido puesto por las declaraciones de la ministra Ximena Rincón y Nicolás Eyzaguirre, quienes han expresado su disposición a abrirse a protocolos de acuerdos con sectores que “lo único que hacen es defender el lucro”.
SECUNDARIOS TAMBIÉN SE QUEDAN
En una sesión paralela, los escolares agrupados en la Cones debatían también la decisión de continuar en la mesa de diálogo, lo cual fue aprobada por la instancia, pero marcando de igual forma su desconfianza.
El vocero de la organización, Ricardo Paredes, dijo que bajarse de la mesa a dos semanas “era evidentemente una mala señal, porque el proceso de discusión ya se dio. Restarnos sería regalar más trincheras y posiciones a la derecha para que continúen con su discurso de defensa corporativa del modelo”.
A pesar de la determinación de la Cones, la otra organización de estudiantes secundarios, la ACES, decidió seguir fuera de todas las instancias de diálogo.
No queremos regular, queremos cambiar el modelo
Melissa Sepulveda | Diario UChile, Miércoles 13 de agosto 2014 15:17 hrs.
Desde que comenzaron las movilizaciones sociales contra la educación de mercado, los sectores más reaccionarios de nuestro país han rasgado vestiduras acusando a los estudiantes de politizar el debate en materia educacional. Ahora, estos mismos sectores obvian que el modelo actual, en palabras de la misma OCDE, “está influenciado por una ideología que da importancia indebida a los mecanismos de mercado” (OCDE, 2004).
Como sabemos el actual sistema establece principios fundamentales como la libertad de enseñanza (traducción al mercado educacional de la libertad de empresa), la regulación mediante mecanismos de competencia entre escuelas, el funcionamiento en base a incentivos, la comprensión de los actores como poseedores de una racionalidad economicista y tiene como motor principal el lucro (ya sea de manera explícita o implícita). O sea, prácticamente podría utilizarse el modelo educacional chileno como ejemplo ideal para un texto de introducción a la economía neoliberal de primer año de universidad. Pero al parecer, por alguna razón extraña, ese conjunto no constituye una ideología.
Sabemos también que los grandes beneficiados de este modelo de mercado han sido los que están en la cúspide de él, ya sea las familias pudientes que pueden colocar a sus hijos en las mejores instituciones del país o los grandes consorcios educacionales que han utilizado estos mecanismos para aumentar sus arcas personales. Es propio de los sectores dominantes de una sociedad hacer exactamente lo que está haciendo la derecha hoy en día, plantear lo que existe como normal y ocultar tras esa normalidad el contenido ideológico de su propuesta.
Nosotras y nosotros, las y los estudiantes, por el contrario, somos parte de una generación que le perdió el miedo a la política. No nos interesa ocultar aquello que pensamos y cuáles son los principios que están detrás de nuestras propuestas. Justicia, igualdad, solidaridad social, redistribución de la riqueza, derechos sociales, son algunos de los cimientos que están a la base de lo que han sido nuestras demandas educacionales. Lo hemos dicho claramente: no queremos más mercado educacional, y cuando decimos eso, no decimos únicamente que se deje de lucrar, sino que se elimine todo funcionamiento de base mercantil, así como cada nicho de negocio. La mezcla de ambas cosas, de los principios detrás de nuestras propuestas y de la eliminación de la educación de mercado, es lo que nosotros hemos llamado un Nuevo Sistema Nacional de Educación Pública.
Después de 8 años de movilización continua, hoy nuestro país enfrenta una importante posibilidad de dar un golpe de cátedra a una de las puntas de lanza de nuestro modelo neoliberal: el sistema de educación. Existe un apoyo social transversal y ampliamente mayoritario hacia la construcción de una educación pública, gratuita y entendida como derecho social, es decir: justa, igualitaria, democrática e inclusiva. No sólo está el apoyo social a esa reforma, sino que además el gobierno, que gracias a las banderas del movimiento estudiantil y otros movimientos sociales llegó a ser gobierno, tiene amplias mayorías parlamentarias para poder sacar adelante estas reformas y dejar a la derecha donde le corresponde, en la defensa de lo indefendible, fuera de las fronteras del debate.
Sin embargo, llama la atención que hasta ahora las señales mostradas no apunten hacia ese camino. Lo único que se ha visto son proyectos de ley elaborados a espaldas de los actores sociales, un plan de participación limitado y sin rumbo, y las últimas declaraciones de altos dirigentes oficialistas que llaman a replicar el acuerdo alcanzado con la derecha en materia tributaria, ahora en educación. Con esto, otra vez la Nueva Mayoría muestra que es la misma Concertación de siempre, y que su compromiso ideológico con el modelo neoliberal (que tal como la derecha lo oculta en el discurso tecnocrático) sigue intacto.
Acá no hay acuerdo posible entre los dos modelos, estamos ante una cuestión de principios mínimos: de definir si queremos mantener los pilares del modelo actual o si queremos trocar esos pilares por los del Derecho Social. Los únicos acuerdos posibles son al interior de cada una de las propuestas, es decir, o se generan acuerdos al interior de la propuesta neoliberal –la actual- lo que se traduciría en la tradicional política de consensos y en el control de los excesos del mercado, o se generan acuerdos dentro de la propuesta de cambio estructural y se avanza en la construcción de un Nuevo Sistema Nacional de Educación Pública. Es decir, o se acuerda con la derecha y el gran empresariado, o se generan los marcos de acuerdo para construir en conjunto con el Movimiento Social este nuevo sistema, que entienda a la educación como derecho social y extirpe el mercado del sistema educacional.
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El movimiento estudiantil, después de la perplejidad
Afirman los historiadores de la educación chilena que en este tema el debate no puede ser sino ideológico. Que cualquier discusión –sobre presupuestos, medidas o políticas- necesariamente se conecta con formas de entender los sistemas educativos y la sociedad, según las cuales, en el primer nivel, la educación puede ser un derecho o un bien de consumo y, en el segundo, el Estado puede tener una participación mayor o menor en regir el sistema y vincularlo con un proyecto de país.
Esta disputa, por lo tanto, trasciende largamente a la adhesión o disidencia que se pueda tener del gobierno de turno. Más aún, cuando éste ha mostrado en estos meses que tenía razón en no realizar algunas definiciones en época de campaña: ahora se han evidenciado las diferencias, cuando no las incompatibilidades, al interior de sus huestes.
Los estudiantes, ante un escenario distinto al que conocieron desde 2011 en adelante, mantuvieron durante los primeros meses del año una actitud de vigilia, a la espera de los primeros pasos del Ejecutivo y el Legislativo. A estas alturas ya se saben algunasmcosas: ha cambiado el signo del Gobierno, la correlación de fuerzas en el parlamento y las caras, pero persiste la incapacidad de las estructuras políticas chilenas para canalizar el clamor generalizado de la población por un sistema educativo distinto al actual.
Es por eso que, desde principios de mes, se identificó esta semana como clave para el rumbo que podía seguir el movimiento estudiantil, pues de su convocatoria a la marcha de esta semana, y, luego, de las conclusiones de la reunión del Confech, emergerían las directrices para los tiempos que vienen. La primera valla se saltó con una convocatoria masiva y, la segunda, con una decisión sorpresiva: mantenerse en las mesas de diálogo ciudadano del Mineduc, a pesar de que los mismos estudiantes venían denunciado que las decisiones se estaban tomando en otra parte.
Precisamente por la complejidad del tema, y esto es algo con que la Confech ha debido lidiar, existen distintas apreciaciones dentro de sus filas, con fuerzas equivalentes, lo que hace que las posiciones de mayoría pesen apenas un poco más que las minoritarias. Así fue también en este caso: la posición ganadora tuvo apenas un voto más (16) que la que perdió (15), con once abstenciones. Eso sí, en la instancia se acordó exigir condiciones al ejecutivo. Se mantendrán críticas a las mesa de diálogo ciudadano, por lo que exigirán acuerdos vinculantes al Mineduc y una instancia mayor de participación al movimiento social encarnado en la “mesa social por la educación”. Además, se dejó para el próximo Confech del 30 de agosto en la Universidad De Concepción, una serie de tareas para programar políticamente la movilización del 10 de Septiembre.
Como sea, luego de esta semana los estudiantes parecen haber dado un paso para recuperar su protagonismo en la agenda, ante la aparición, sostenida por el duopolio, de una pléyade de dirigentes, cientistas sociales, constitucionalistas y organizaciones sociales, casi todos con un discurso representativo de la inasible clase media, dispuestos a tomar las banderas de una “mayoría silenciosa” que, curioso, cada vez que se le invoca es en nombre del statu quo.
Estos pasos se traducirían en la decisión de los estudiantes de disputar sus ideas en todos los espacios. Pero más importante que ello: parecen haber comprendido que la discusión será, aunque cueste aceptarlo, más prolongada de lo que parecía y que por lo tanto hay que autonomizarse un tanto de las señales de la contingencia, lo cual pasa en primer lugar por no actuar en función de las decisiones del Gobierno.
Otro ejemplo de estos nuevos bríos es lo planteado en una reciente entrevista por la presidenta de la FECH, Melissa Sepúlveda, quien luego de que el movimiento rayara la cancha respecto a que la representatividad es indelegable en los ex dirigentes parlamentarios, subrayando además su poca confianza en ese poder del Estado, ahora ha estimado necesario buscar en ellos un mayor nivel de interlocución para la discusión legislativa.
La cobertura de todos los frentes pasa porque el problema instalado en el presente es complejo: el movimiento estudiantil, en general, disiente del gobierno de la Nueva Mayoría y considera insuficientes y mal diseñadas sus reformas, pero parece entender que las consecuencias de sus malas decisiones no solo afectan al Ejecutivo, sino también a las banderas levantadas desde 2011. Mientras la discusión se dé entre el Gobierno y la oposición, mediados por el duopolio y actores como el CEP y su encuesta, los alcances de las transformaciones se reducen peligrosamente a la medida de lo posible.
Si hay algo, en resumen, que parecen haber comprendido los estudiantes, es que nadie hará las reformas ni dará las luchas por ellos. Que nadie más se ha mostrado competente para defender las banderas de la educación pública, gratuita, de calidad y sin segregación ni lucro, y que por lo tanto no se pueden dejar espacios. Que también es responsabilidad de los estudiantes movilizados confrontar los temores que, con información o desinformación, pueden producirse en sectores de la población. Y que, lo más importante, los objetivos del movimiento no deben estar determinados por los límites o estrategias que fije el Gobierno.Aunque las desconfianzas externas e internas no se disipen.
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