Metas de aprendizaje y la agenda global: hacia una posición latinoamericana
Por Ariel Fiszbein y Eduardo Vélez Bustillo
Las metas del milenio que los países miembros de las Naciones Unidas subscribieron en el año 2000 pusieron el énfasis en mejorar el acceso a la educación primaria. El año 2015, punto final de las metas originales, presenta una clara oportunidad para lograr un compromiso internacional similar en torno a la mejora de los niveles de aprendizaje de todos los niños.
El Informe del Grupo de Alto Nivel de Personas Eminentes sobre la Agenda de Desarrollo Post-2015 convocado por el Secretario General de las Naciones Unidas constituye un paso muy importante en esa dirección. El objetivo que plantea lograr en educación no es simplemente el acceso sino el aprendizaje. En efecto, el informe propone que los objetivos sean formulados en términos de asegurar que todos los niños, más allá de sus circunstancias, completen su escolaridad habiendo logrado metas de aprendizaje. El Informe también enfatiza la importancia de mejorar los sistemas de medición y monitoreo, llamando a una ‘revolución de datos’.
El Informe, sin embargo, deja abierta la pregunta acerca de cuáles deban ser las metas de aprendizaje específicas. Como es bien conocido, el ‘diablo se encuentra en los detalles’ de modo que sin mayor definición acerca de las metas, el avance al que nos referimos no sucederá.
La Learning Metric Task Force recientemente emitió un documento con recomendaciones sobre metas. En el propone se establezcan metas en siete áreas. Desde el punto de vista de metas de aprendizaje, el documento recomienda medir: (i) habilidad lectora en tercer grado; (ii) competencia en lectura al final de la escuela primaria; (iii) habilidad numérica al final de la primaria, y (iv) competencia numérica en la escuela media. Adicionalmente, propuso medir aprendizaje y desarrollo temprano en los niños antes de comenzar la escuela. Así también se incluyen otros aspectos tal como los valores y habilidades de los jóvenes para convertirse en ciudadanos del mundo y la medición de oportunidades de aprendizaje en todas estas áreas.
Estas recomendaciones representan un avance en términos de concretar que debe medirse pero, reconozcámoslo, todavía faltan muchos detalles. Al mismo tiempo, al plantear metas en tantas dimensiones (es decir, siete áreas), la propuesta corre el riesgo de diluir el énfasis en las medidas básicas de aprendizaje y dificultar el proceso de convergencia en torno a qué será medido.
¿Cómo avanzar? América Latina tiene dos opciones básicas: sentarse y esperar a que algún comité tome una decisión, o tomar el toro por las astas y definir sus propias metas, buscando influir de modo decisivo el curso de las discusiones internacionales.
Es cierto que existe un componente importante de aspectos técnicos en la definición de metas e indicadores. En efecto, el tema es complicado. Pero también es muy sencillo. Preguntémonos: ¿A qué aspiramos como sociedad que logren nuestros niños, todos nuestros niños? ¿Estamos satisfechos sabiendo que, por ejemplo, 67 por ciento de los jóvenes estudiantes de 15 años en Argentina y Brasil en el mejor de los casos solo logren la calificación mínima en la prueba PISA (Programme for International Student Assessment) y no puedan hacer tareas básicas en matemáticas, lectura y en ciencias? ¿O que menos del 1 por ciento de los alumnos en Chile, Colombia, Costa Rica, México, Uruguay y Perú logren el puntaje más alto de la misma prueba? ¿O que más del 50 por ciento de los estudiantes en segundo grado en Guyana no puedan leer una sola palabra? ¿O que la probabilidad de que un niño hijo de una familia rural de bajos ingresos en Nicaragua termine la primaria a tiempo sea solo del 10 por ciento, y que la de otro niño Nicaragüense, hijo de una familia urbana de ingresos medios, sea del 90 por ciento?
Supongamos que pudiésemos hacer un referéndum en cada uno de nuestros países en el que los votantes deban elegir los estándares educativos que se deben esperar de todos los graduados de primaria y de alumnos de secundaria. ¿Creemos que una mayoría votaría por que la mayoría de los alumnos de tercer grado puedan leer al nivel que les corresponde, o porque la mayoría de los alumnos de 15 años puedan realizar tareas básicas en lectura? ¿Creemos, por ejemplo, que una mayoría estaría a favor de que los alumnos de segundo grado lean 60 palabras por minuto (fluidez), estándar que se está usando mucho últimamente? ¿Y que los alumnos de 15 años, por ejemplo, sean capaces de dominar la lectura, así como identificar interés y actitudes hacia la lectura, tal y como lo hace PISA? Más aun, supongamos que les permitiéramos votar a los jóvenes de secundaria y les diésemos la información acerca de lo que saben y pueden hacer sus pares en Shanghái o en Vietnam (cuyo producto per cápita es menor –mejor dicho, mucho menor– al de todos los países en nuestro continente salvo Haití). ¿Qué creemos que responderán?
Nos preguntamos: ¿No deberíamos pedirle a los partidos políticos y candidatos presidenciales que en sus plataformas definan cuáles son sus expectativas en cuanto a logros de aprendizaje, de modo que los ciudadanos puedan votar a sabiendas de qué piensan sus líderes acerca de las habilidades a las que sus hijos deben aspirar? ¿Es posible implementar el tan pregonado derecho a una educación de calidad sin contar con metas específicas que sirvan como garantías?
Nuestra hipótesis es que para que la agenda de la calidad educativa reciba la atención que merece, será necesario sacar la discusión de las metas de aprendizaje a las calles. En otras palabras, reformular el debate en términos que resulten claros y motivantes a la ciudadanía, y no solamente a los expertos.
Para ser consistentes con nuestra proposición, ponemos sobre la mesa las siguientes ideas:
1) Al terminar el segundo grado de primaria, al menos el 90% de los niños deben ser capaces de leer con fluidez y comprensión. Proponemos usar estándares que sean de fácil comprensión por parte de la población en general. Un ejemplo podría ser el estándar de 60 palabras por minuto. Vale la pena notar que existe una alta correlación entre la habilidad de leer 60 palabras por minuto y el desempeño en pruebas más sofisticadas. Reconocemos que este es un estándar básico y que en mucho países de la región pueden existir estándares más ambiciosos. El punto crítico es que este estándar básico se satisfaga para el conjunto de los niños!
2) Al completar la escuela primaria, todos los niños deben poder efectuar tareas básicas en lectura. Proponemos usar la metodología de OREALC/UNESCO basada en los logros de aprendizaje curricular comunes en la región. En particular, proponemos que todos los países se comprometan a reducir el porcentaje de niños en el nivel 1 (o inferior) a no más del 7% –porcentaje que ya ha sido cumplido por Cuba, el país con mejor desempeño en este aspecto de la prueba.
3) A los 15 años, tan solo tres años antes de adquirir los derechos de votar en la mayoría de los países de la región, todos los jóvenes deben poder ser capaces de alcanzar las competencias mínimas requeridas para participar completamente en una sociedad moderna. El que cada vez haya más países participando en la prueba PISA nos sugiere que es práctico sugerir la misma para monitorear este indicador. En particular, proponemos como objetivo que todos los países se comprometan a reducir el porcentaje de alumnos con rendimiento inferior al nivel 2 a no más del 33% –porcentaje que ya ha sido cumplido por Chile, el país de América Latina con mejor desempeño en este aspecto de la prueba.
La razón por la que proponemos enfocar el esfuerzo en lectura es porque sin un adecuado nivel de lectura desde los primeros grados, los estudiantes no podrán tener un buen rendimiento durante el resto de su educación. En parte debido a que los alumnos en América Latina parecen no aprender a leer en el momento adecuado (máximo al final del tercer grado), en el corto tiempo los resultados en las pruebas nacionales e internacionales son muy bajos; en el mediano plazo no adquieren habilidades básicas para el mercado laboral; y al largo plazo no tienen buena calidad de vida. Si medimos los niveles de lectura de los alumnos lo suficientemente temprano (y el tercer grado es el límite) y al final del ciclo de primaria, podemos actuar a tiempo con medidas correctivas y ayudar a incrementar la calidad de la educación. Así mismo, al medir el valor acumulado de la educación a los 15 años de edad, cuando los jóvenes están más próximos a entrar al mercado laboral, se podrá evaluar si han adquirido competencias claves para continuar aprendiendo durante el resto de la vida.
Para sacar la discusión de metas de aprendizaje a la calle, estamos iniciando una consulta electrónica a la comunidad interesada en el tema educación, esperando identificar el perfil de las preferencias de diferentes actores interesados en el tema. El objetivo es lograr identificar unos indicadores consensuados que la región pueda proponer a las Naciones Unidas en el 2015, y así tomarles ventaja a los expertos que estarán proponiendo indicadores como se hizo con las metas del milenio, cuando no se tomó en cuenta nuestra opinión al respecto. A partir de las respuestas a la consulta iremos proponiendo los resultados obtenidos y así generar una discusión amplia sobre el tema.
Crédito de la foto: Sharing Skills, La Paz, Bolivia/United Nations Photo /Flickr.com/CC BY-NC-ND-2.0
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