Asuntos clave para comenzar
Enero 26, 2014

Asuntos clave para comenzar

El nuevo gobierno debe abordar desde sus inicios algunos temas fundamentales para lograr con éxito la reforma educacional.  

José Joaquín Brunner, El Mercurio, 26 de enero de 2014

Ahora que el gobierno de Bachelet comienza a formar equipos y trazar su plan de trabajo hay que alentar entre todos sus posibilidades de éxito en la reforma de la educación. Para eso es necesario abordar desde la partida algunos asuntos clave.

Primero, cómo utilizar la nueva institucionalidad para una mejor conducción del sector. Hay nudos estratégicos que resolver. Por lo pronto, el Mineduc requiere un rediseño conceptual y una reingeniería organizacional. Multiplicar sus estructuras burocráticas sin antes definir su misión y funciones en cada nivel -desde la educación temprana hasta la terciaria, incluyendo la investigación académica y formación de posgrado- carece de sentido. Probablemente se requiere más de un ministerio; en todo caso, son imprescindibles mayores capacidades humanas, tecnológicas, de inteligencia estratégica y coordinación.

Además hay que consolidar los organismos de reciente creación, como el Consejo Nacional de Educación, la Agencia de Calidad y la Superintendencia para los colegios. Deberán legitimarse por la calidad de su desempeño. Asimismo, habrá que crear o fortalecer otras instancias, como un organismo contralor para la educación superior, una agencia pública de acreditación renovada y una potente red de apoyo escolar. Si no mejora el timón no habrá conducción ni cambios.

En seguida, se requiere responder con urgencia a la pregunta de qué hacer con la organización de los proveedores educacionales. Cómo fortalecer la autonomía pedagógica y de gestión de los establecimientos subvencionados, municipales y privados. Cuáles reglas deben aprobarse para este sector. Quién se hará responsable de la educación desmunicipalizada y cómo será administrada a nivel local y coordinada a nivel regional y nacional. La ambigüedad reinante daña al sistema.

Punto aparte merece la cuestión del financiamiento. La promesa es aumentar significativamente los recursos públicos en todos los niveles y disminuir la contribución privada. ¿Cómo, cuánto, con cuáles instrumentos y cuándo? Cualquier cambio en la economía política de un sistema complejo trae consigo riesgos, como aprendimos en el caso del transporte de Santiago. Para el éxito de esos cambios -llamados estructurales- se necesitan estudios rigurosos, amplias consultas, acuerdos entre actores, múltiples experimentos, evaluaciones independientes. ¿Podrán asegurarse dichas condiciones oportunamente contando con los ritmos más lentos del proceso político y legislativo, con la debilidad de los órganos ministeriales, el advenimiento de nuevos equipos y los inevitables límites presupuestarios?

En el terreno de los contenidos pedagógicos y formas de enseñanza, ¿qué se requiere? Ya sabemos: abordar la profesionalización docente, reclutar jóvenes con mérito académico, elevar material y simbólicamente el estatus del profesor. Además: alivianar un currículo escolar sobrecargado, dotar de mayor fortaleza a la gestión directiva de las escuelas, innovar en los métodos para desarrollar mejor la responsabilidad de los alumnos, sus capacidades para resolver problemas, comprensión lectora, habilidades interpersonales y para participar en la vida cívica. Todo esto supone objetivos, prioridades, planes, incentivos, seguimiento y, sobre todo, confiar en los colegios y apoyarlos. Sin confianza la educación se vuelve imposible y se transforma en una jaula de hierro, como llamaba Max Weber a la extrema burocratización de las organizaciones.

Algo más: la inflación de expectativas generada en torno a la educación y su promesa (exagerada) de bienestar colectivo, movilidad social y distribución de oportunidades dificulta la deliberación pública sobre las mejores respuestas a las cuestiones aquí formuladas. En efecto, el discurso político ha elevado hasta tal punto el valor de la escuela y la universidad que ahora corre el peligro de no estar a la altura y, con ello, de provocar frustración.

Mayor aun es el riesgo cuando la educación está objetivamente sub-gobernada, su organización ha perdido legitimidad, sus medios materiales son insuficientes y sus métodos parecen obsoletos. Por lo mismo, para la administración entrante un desafío inicial es racionalizar expectativas, controlar la inflación discursiva, presentar un horizonte creíble de cambios y articular una estrategia compartida para su implementación.

Hay nudos estratégicos que resolver. Por lo pronto, el Mineduc requiere un rediseño conceptual y una reingeniería organizacional. Multiplicar sus estructuras burocráticas sin antes definir su misión y funciones en cada nivel -desde la educación temprana hasta la terciaria, incluyendo la investigación académica y formación de posgrado- carece de sentido.

 

 

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