JOSÉ JOAQUÍN BRUNNER
Investigador U. Diego Portales, El Mercurio, 30 de diciembre de 2013

Las noticias en torno a la PSU -número y origen de puntajes nacionales, predominio de colegios particulares pagados, concentración de mejores resultados en la RM, éxito del Instituto Nacional, fluctuaciones minúsculas en la tabla de posiciones, etcétera- son peculiares: carecen de novedad, no son imprevistas y no interesan más que a unos pocos. Comunican lo que todos saben. Por ejemplo: que el origen de los estudiantes es decisivo; que el esfuerzo individual hace una diferencia y que el gasto incide en el rendimiento escolar. En breve, nada nuevo bajo el sol.

Estas no son noticias que informen sobre algo antes desconocido. Tampoco poseen la cualidad de lo importante o interesante. En efecto, la PSU preocupa solo a un círculo de elegidos; una élite de jóvenes que pugna por ingresar a las universidades más selectivas, 20% del total de éstas y alrededor de un 5% del conjunto de instituciones de educación superior. La mayoría en cambio necesita nada más que alcanzar la puntuación mínima requerida para postular a becas y créditos estudiantiles.

En suma, la PSU ya no es un mecanismo filtro; una única, estrecha puerta de acceso.

Hoy, los desafíos son otros. Hay que diversificar los mecanismos de admisión para cubrir la variedad de intereses, talentos, motivaciones y capitales de los jóvenes. Es imprescindible reducir la tasa de abandono temprano y mejorar la graduación oportuna. Hay que revisar contenidos y métodos de enseñanza. Debe elevarse la calidad de todo tipo de formaciones: técnica y profesional, diurna y vespertina, de jóvenes y adultos, de pre y posgrado. Se necesita ampliar aún más los esquemas de becas y créditos. Y las instituciones deben reforzar sus programas compensatorios, remediales y de desarrollo de competencias genéricas.