Menguadas propuestas en el área de educación
No se entiende cómo meras acumulaciones de medidas forman una estrategia de desarrollo para el país. Hay ausencias notorias.
por José Joaquín Brunner – 08/10/2013 – 04:00
EN MATERIAS educacionales, los programas presidenciales se han convertido en meros menús de medidas. Estas suelen encabezarse, además, con verbos blandos como promover, propender, impulsar, profundizar, diseñar, proyectar, avanzar, estimular, buscar, mejorar. A veces las ofertas van acompañadas por un precio difícil de evaluar, porque se desconocen los insumos considerados, su dosis y combinación.
En general, las candidaturas proclaman su voluntad de invertir más en educación, ampliar la cobertura y calidad de la enseñanza inicial, mejorar la carrera docente y las condiciones laborales del magisterio, reforzar el rol de los directores, aumentar la equidad de los aprendizajes y declarar apoyo a la educación pública, aunque con diferencias de orientación.
Las interrogantes frente a estas listas son varias.
Metodológicas: falta saber cómo los candidatos pretenden llevar adelante sus propuestas. En general no señalan prioridades, un déficit grave considerando que hay apenas tres años útiles para concretarlas. No queda claro si los posibles gobernantes poseen una visión coherente del futuro de nuestra educación. Tampoco si cuentan con diseños para concretar sus aspiraciones y con medios adecuados para asegurar una gestión eficaz, evitando que la educación se convierta en improvisaciones o un campo de batalla.
Sustantivas: en asuntos de fondo hay gruesas falencias. Algunas candidaturas ofrecen un “cambio de modelo” mas no explican cuál es la alternativa ni cómo llegarán a ella: si mediante acuerdos o por imposición. No se mencionan las modificaciones constitucionales, legales, institucionales y de régimen de provisión que sería necesario introducir. Tampoco hay estimaciones realistas de costo para estas transformaciones (varían entre 1,5 y 3,5 puntos porcentuales adicionales por año). Los cambios se focalizan en el financiamiento: aumento de la subvención escolar, mejores remuneraciones docentes, fin del copago y gratuidad universal a nivel terciario.
¿Cómo evaluar estos anhelos en su actual estado de vaguedad? De hecho, la letra chica indica que la gratuidad universal no se concretaría durante el próximo gobierno. ¿Y cómo se extendería la gratuidad a las instituciones privadas? Nada se dice. Ni hacen sentido, tampoco, masivas transferencias de recursos al estrato socioeconómico más rico, el que se vería doblemente favorecido: por la gratuidad y por el acceso a las universidades más selectivas.
Enmarcamiento: no se entiende cómo meras acumulaciones de medidas forman una estrategia de desarrollo para el país. Hay ausencias notorias: uso educativo de las tecnologías digitales, gobernanza del sistema educacional, autonomía y gestión de las escuelas. Tampoco existen los necesarios vínculos entre aspectos educacionales y sector productivo, pluralismo democrático, responsabilidad individual, desarrollo local y regional, cambios demográficos. Por último, faltan principios orientadores, por ejemplo, ante la desintegración comunitaria, las redes sociales, los fenómenos de anomia juvenil, etc. En fin, aún dejan mucho que desear las contribuciones de los candidatos a la deliberación pública.
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