Sector educacional a tres velocidades
Una dinámica de tres velocidades parece haberse instalado en el sector educacional. En la más lenta, de ciclos largos, transcurren los cambios de fondo o estructurales del sistema educacional.
José Joaquín Brunner
A partir de los últimos eventos parece haberse instalado una dinámica a tres velocidades en el sector educacional.
A alta velocidad, propia de los ciclos informativos de la TV, se suceden los acontecimientos noticiosos: declaraciones de la nueva ministra Schmidt, desmoronamiento de la Universidad del Mar, resultados Simce, desorden en el manejo de becas Conicyt, protestas estudiantiles, rectores en tribunales, anuncios del Cruch, malos tratos en un colegio, reclamos por pérdidas de beneficios estudiantiles, denuncias ante la CNA, etc. Son eventos, situaciones, ocasiones; una miríada de fugaces intervenciones públicas y un flujo ininterrumpido de interacciones comunicativas. El reino de las redes sociales.
La mayoría de estos acontecimientos pasan sin dejar huella por la historia. Constituyen la frágil trama de la vida cotidiana, como el tránsito por las calles y avenidas y rotondas de la ciudad.
A una velocidad intermedia se desplazan por el segundo carril los procesos, conflictos y negociaciones de la política sectorial. Por ahí circulan decisiones de gobierno, discusiones en sede parlamentaria, procedimientos judiciales que envuelven a actores del sector, negociaciones gremiales y de intereses corporativos. Es un mundo más relevante, donde se deciden asuntos de mayor impacto; aquellos que no caben en un tuit y obligan a adoptar posiciones y a gestionar conocimiento experto y no solo pasiones ideológicas.
La movilización estudiantil se halla suspendida incómodamente entre estos dos carriles. Avanza aceleradamente el día de las manifestaciones cuando copa las noticias, muchas sobre consignas y violencias. Luego pierde protagonismo mediático y parece atrapada en su propio horizonte utópico, sin poder efectivo de negociación: todo o nada. Bajo esta premisa, el movimiento corre el riesgo de tornarse un rito mensual y se convertirá en una expresión noticiosa de la calle.
La abrupta salida del ministro de Educación, por su lado, crea un vacío en el segundo riel. Independiente del juicio respecto de su desempeño, es innegable que fue un activo (a ratos excesivo) generador de asuntos y controversias de política pública educacional.
Por fin, en velocidad lenta, de ciclos largos, transcurren los cambios de fondo o estructurales del sistema educacional: un continuo aumento de las coberturas y tasas de participación; el gradual mejoramiento de los aprendizajes; el aumento persistente de la inversión pública educacional mediante el uso de instrumentos sofisticados como convenios de desempeño, créditos estudiantiles con devolución contingente al ingreso y una subvención escolar preferencial.
En este cauce se producen también los efectos más duraderos de la educación: la reproducción del capital escolar y la desigual distribución del conocimiento y las destrezas; la selección de las elites y sus herederos; la cambiante valorización de las credenciales en el mercado laboral, etc.
Los movimientos simultáneos de diferentes velocidades mantienen en tensión al sector educacional. Si los actores operan además adversariamente, el riesgo de que se paralice el tráfico, se produzcan colisiones o se descarrilen algunos protagonistas aumenta.
Por eso sería importante que el carril uno, el noticioso, se reordenara ahora en torno a unos pocos asuntos pendientes, como medidas para el fortalecimiento de la educación inicial; la generación de oportunidades valiosas de capacitación en el trabajo para profesores de enseñanza básica y media; la creación de la superintendencia de educación superior; la refundación del sistema nacional de acreditación y la discusión (¡de una vez por todas!) sobre la conveniencia de contar con un ministerio de educación superior, ciencia y tecnología.
De implementarse estas medidas, el impacto de largo plazo en nuestro tercer carril sería sin duda positivo.
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