Interesanet reflexión de A. Usher (Canadá) sobre autonomía universitaria y sus prerrequisitos cultuarles. Más abajo traducción automática de Google al castellano.
Autonomy, Quality and World-Class Universities
Alex Usher, HESA, April 25, 2012
My colleague Pam Marcucci and I have been spending some time in Jakarta recently on a USAID project relating to improving the country’s higher education system. One of the key issues the project is facing is that of “autonomy.”
If you read the policy literature on higher education, you’ll know that university autonomy is seen as a kind if sine qua non of educational quality: you can’t really have a great university without it. The first paragraph of pretty much any set of recommendations – from an international body on improving higher education in some country in Eastern Europe or Asia – usually contains the phrase “universities must be given greater autonomy.”
But autonomy comes in many dimensions: curriculum, hiring, finances, setting of fees, etc. As a result, there isn’t really one single measure of autonomy; there are lots of ways to be autonomous (the EUA, for instance, has an excellent website showing different arrays of autonomy all across Europe). That actually makes discussions about autonomy somewhat complicated, as proponents and opponents often end up talking about entirely different things.
Regardless of the definition of autonomy one uses, it doesn’t mean anything unless leaders are prepared to use it by taking responsibility for significant decisions. That may sound simple, but it’s really alien to some cultures. The Japanese “Big Bang” of university autonomy reforms in 2004, for instance, was at best a partial success because very few institutional leaders really wanted the responsibility of making decisions on their own. Japan got the form of autonomy but not the substance.
But this kind of leadership, it seems to me, is tied up with cultural understandings about institutions. It’s probably not a coincidence that 78 of the top 100 universities in the Shanghai rankings are from jurisdictions without civil codes (79 if you include McGill, which is a bit of an odd case). There’s bound to be a difference between leadership in cultures that believe you can do whatever laws don’t specifically prohibit, and that in cultures where you can only do what the rules specify is possible.
Being a great university isn’t just a function of pumping out ludicrous numbers of scientific papers; it’s a product of the ability to deploy resources strategically to take advantage of emerging academic opportunities. But autonomy is less a legal relationship between state and university and more a state of mind. It’s why we should be skeptical of claims that large numbers of Asian universities are on the verge of reaching “world-classness.” The financial gap may be closing, but the cultural one may take longer to shrink.
La autonomía, calidad y clase mundial-Universidades
Autonomy, Quality and World-Class Universities
Alex Usher, HESA, April 25, 2012
Mi colega Pam Marcucci y he pasado algún tiempo en Yakarta recientemente en un proyecto de USAID que sirvan para mejorar el país el sistema de educación superior. Una de las cuestiones clave del proyecto que se enfrenta es el de la “autonomía”.
Si usted lee la literatura política de la educación superior, sabrás que la autonomía universitaria es visto como una especie, si sine qua non de la calidad de la educación: en realidad no se puede tener una gran universidad sin ella. El primer párrafo de casi cualquier conjunto de recomendaciones – de un organismo internacional en la mejora de la educación superior en algún país de Europa del Este o Asia – por lo general contiene la frase “las universidades deben tener una mayor autonomía.”
Pero la autonomía se presenta en muchas dimensiones: plan de estudios, la contratación, las finanzas, el establecimiento de cuotas, etc Por lo tanto, no hay realmente una sola medida de la autonomía, hay un montón de maneras de ser autónomo (la EUA, por ejemplo, tiene un excelente sitio web que muestra diferentes matrices de autonomía de toda Europa). Esa realidad hace que las discusiones sobre la autonomía un tanto complicado, ya que los defensores y opositores a menudo terminan hablando de cosas completamente diferentes.
Independientemente de la definición de la autonomía que se utilice, no significa nada a menos que los líderes están preparados para su uso por medio la responsabilidad de las decisiones importantes. Esto puede sonar simple, pero en realidad es ajena a algunas culturas. Los japoneses “Big Bang” de las reformas de la autonomía universitaria en 2004, por ejemplo, fue el mejor en un éxito parcial porque los líderes institucionales muy pocos los que realmente quería la responsabilidad de tomar decisiones por su cuenta. Japón tiene la forma de autonomía, pero no la sustancia.
Pero este tipo de liderazgo, me parece, está ligada a la comprensión cultural acerca de las instituciones. Probablemente no sea una coincidencia que 78 de las 100 mejores universidades en el ranking de Shanghai son de jurisdicciones que carecen de los códigos civiles (79 si se incluyen McGill, que es un poco de un caso impar). Hay muchas posibilidades de encontrar una diferencia entre el liderazgo en las culturas que creen que pueden hacer lo que las leyes no prohíben específicamente, y que en las culturas donde sólo se puede hacer lo que la normativa establece que es posible.
Al ser una gran universidad no es sólo una función de bombeo de los números ridículos de artículos científicos, es un producto de la capacidad de desplegar los recursos de manera estratégica para aprovechar las nuevas oportunidades académicas. Pero la autonomía no es tanto una relación jurídica entre el Estado y la universidad y más un estado de ánimo. Es por eso que debemos ser escépticos de las afirmaciones de que un gran número de universidades asiáticas están a punto de llegar a “conciencia de clase mundial.” La brecha financiera puede ser el cierre, pero la cultura puede tomar más tiempo para reducir el tamaño.
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