Dos narrativas sobre la internacionalización de la educación superior: ¿cuál es la correcta?
The Chronicle of Higher Education, January 5, 2012, 3:50 pm
By Francisco Marmolejo
En diciembre pasado tuve la oportunidad de participar en dos diferentes conferencias sobre internacionalización de la educación superior efectuadas en una misma semana a más de 10,000 kilómetros de distancia. Dado que los temas de ambas conferencias eran similares, uno pudiera imaginar que el tono de sus discusiones también lo sería. Sin embargo, tal pareciera que la distancia entre Penang en Malasia y Lund en Suecia no solo era geográfica sino también en cuanto al tipo de discurso y enfoque sobre la internacionalización que impera en diversas partes del mundo. De alguna manera las dos conferencias fueron un buen reflejo de las posiciones divergentes que hay en torno a la internacionalización de la educación superior y, al final de cuentas, del importante dilema que en el mundo actual enfrenta la educación superior: ¿cómo atender las necesidades actuales y futuras de nuestras sociedades en el contexto de una sociedad del conocimiento cada vez mas internacionalizada y competitiva?.
El primero de ambos eventos al que hago referencia fue el Foro Mundial de la Educación Superior llevado a cabo los días 12 y 13 de diciembre en la Universidad de Ciencias de Malasia (USM) y co-convocado por varias organizaciones internacionales incluyendo, entre otras, la Asociación de Universidades Africanas (AAU), la Asociación Internacional de Universidades (IAU) y el Consorcio para la Colaboración de la Educación Superior de América del Norte (CONAHEC). En esta conferencia los más de 400 delegados, abrumadoramente provenientes de países en vías de desarrollo, debatieron sobre las oportunidades y amenazas asociadas con diversos escenarios futuros de la educación superior en el mundo. Los diversos panelistas enfatizaron la necesidad de incorporar un enfoque de responsabilidad social al momento de establecer políticas nacionales en materia de educación superior, así como al implementar estrategias de internacionalización a nivel institucional. Ahí se reconoció que durante los próximos 30 años el crecimiento en la matrícula de la educación superior a nivel global se registrará principalmente en los países en desarrollo, que el acceso a la educación superior continúa siendo altamente selectivo, que la participación en la movilidad internacional principalmente beneficia a estudiantes con mayores recursos y que las políticas nacionales de países desarrollados encaminadas a atraer y retener talento del extranjero son dañinas para los países con economías en crecimiento.
En el centro de la discusión en Malasia se planteó si es posible que las instituciones de educación superior ayuden a construir un mundo en el que haya más justicia, equidad, entendimiento intercultural y tolerancia, reconociendo que ello debe lograrse en un entorno altamente competitivo, con limitados recursos, crecientes llamados a la transparencia y rendición de cuentas e inclusive la presencia de los rankings.
Justo dos días después, se llevó a cabo la Conferencia sobre Gestión Estratégica de la Internacionalización de la Educación Superior en la Universidad de Lund en Suecia, convocada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y su programa de educación superior (IMHE) en colaboración con la Asociación de Directivos de Universidades Nórdicas (NUAS). En este evento también se buscaba discutir una interrogante similar a la de Malasia y analizar las diversas formas en las que el papel de la internacionalización de la educación superior ha estado modificándose en años recientes y de qué manera las instituciones han estado respondiendo a este fenómeno.
Los participantes en la conferencia de Lund –principalmente de Europa y de otras economías de mercado que forman parte de la OCDE- en general estuvieron de acuerdo en que la educación superior no ha escapado del fenómeno de la globalización y, de hecho, la agenda de la internacionalización ha asumido una posición central en las políticas de la educación superior y se ha convertido en un tema de gran interés no sólo para las instituciones sino también para los formuladores de políticas gubernamentales.
En varios países miembros de la OCDE, la internacionalización de la educación superior se ha convertido en un componente importante de la política de comercio exterior. Se sabe además que esta actividad es una generadora significativa de recursos financieros para las instituciones de educación superior en lo individual y las economías locales, ayuda a dotar de estudiantes en programas de posgrado y laboratorios, atrae individuos talentosos de diversas partes del mundo, contribuye al prestigio institucional y al posicionamiento en los rankings y, finalmente, sirve como estrategia clave dentro de la conocida como “diplomacia suave” de diversos gobiernos.
Aunque las razones, propósitos y medios para la internacionalización que se escucharon en Lund eran en cierto sentido diferentes a las que se discutieron en Penang, aún así era interesante escuchar ahí a algunos expositores expresar su preocupación en torno al peligro de ver la educación superior internacional como otro producto comercial o también sobre los riesgos de asociar la internacionalización de la educación superior solamente con el prestigio institucional y los rankings. Inclusive algunos oradores de manera enfática insistieron en que las instituciones de educación superior deben constituirse en una voz en favor de la justicia social y que no deben beneficiar solamente a la élite.
Al reflexionar sobre la narrativa de ambos encuentros, pareciera existir una separación en cuanto a los enfoques y expectativas sobre la internacionalización de la educación superior entre el mundo en desarrollo y el mundo desarrollado. No obstante, la necesidad de encontrar un punto de convergencia es crucial. Al final de cuentas, un desafío crucial que los líderes de la educación superior tienen frente a sí, sin importar si están en los países desarrollados o en desarrollo, es cómo reconciliar ambas perspectivas de tal forma que los futuros egresados de nuestras instituciones tengan tanto los conocimientos adecuados y las habilidades culturales y lingüísticas que se requieren en el competitivo mundo de la actualidad, como un fuerte sentido de responsabilidad social y compromiso con la justicia social tanto global como local.
Ciertamente no existe una solución sencilla para resolver el dilema que representa acercar estas posiciones aparentemente en conflicto, pero hay evidencia sobre la implementación exitosa de estrategias de internacionalización integral como como las que describe John Hudzik de NAFSA, las cuales se han puesto en marcha en una amplia variedad de instituciones y sobre las cuales hay mucho por aprender.
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