Columna de opinión publicada el día domingo 11 de junio 2006 en la sección Artes y Letras de El Mercurio.
Ver texto completo más abajo.
Disponible aquí también como Download file 11 KB
Recursos relacionados
Movilización de estudiantes secundarios en Chile: selección de opiniones realizada por Gregory Elacqua, junio 2006
Paro estudiantil y reforma educacional, mayo 2006
Brecha generacional
José Joaquín Brunner
A lo largo de la historia, una de las mayores fuentes de cambio cultural han sido los jóvenes, cuya rebeldía colectiva manifiesta habitualmente un profundo desajuste con las estructuras de autoridad y con las prácticas de los valores adultos y su transmisión social. De allí, asimismo, el carácter de conflicto generacional que de ordinario acompaña a los movimientos juveniles, apenas disimulado tras motivos de orden participativo o democratizador.
Lo que estos movimientos revelan es, ante todo, un malestar generacional con la cultura establecida, especialmente con aquellos aspectos más vinculados a sus instancias formativas. ¿Cuáles? La educación y el consumo, la familia y la moral, la religión y la estética, la vocación y el trabajo, los medios de comunicación y las tecnologías del saber.
En Chile, particularmente, la nueva generación -nacida al borde de los años 90- debió formarse en un clima cultural completamente colmado por las preocupaciones adultas. Preocupación por el pasado y sus traumas; la transición democrática y la nostalgia por los tiempos sucedidos; el taylorismo laboral y la sublimación instintiva; el crecimiento económico y la competitividad; el consenso valórico y el miedo conservador al pluralismo y la diversidad; las estéticas modernas y los estilos moderados.
Por el contrario, los hijos formados a la sombra de estas preocupaciones son ajenos, y se sienten distantes, del mundo que las creó y que como un eco las mantiene. Nacidos en un entorno de derechos y libertades; TV, telefonía móvil e internet; divorcio y relaciones contractuales; debilitamiento de las tradiciones y autonomía personal; mayor tolerancia e igualdad de género, han seguido un camino propio que, imperceptiblemente, los apartaba de aquél recorrido por sus padres. Dejaron de leer la prensa que se dice seria para volcarse hacia The Clinic. Se reúnen en bares acostumbrados, tarde después de que la ciudad adulta se recoge. En las encuestas declaran iniciarse temprano en el sexo, mientras las élites mayores discuten sobre la conveniencia de adoptar programas de abstinencia sexual y sobre el riesgo de las Jocas. Pronto ingresarán masivamente a la enseñanza superior, en tanto que sus padres -más exactamente, siete de cada diez de ellos- no pudieron terminar sus estudios secundarios por falta de oportunidades. En general, se manifiestan más seculares, pero no carentes de interés por espiritualidades ecuménicas. No votan en las elecciones, mas siguen a la distancia, mientras van chateando, los asuntos públicos. Más cosmopolitas son, al mismo tiempo, locales; “glocales” pues, como suele decirse ahora.
Para sorpresa de todos, de repente esta generación entera irrumpió en la escena urbana: espontáneamente organizada, expertamente mediática, entonando su propia música, independiente de lazos políticos tradicionales pero no extraña a ellos, estimulada por su propio entusiasmo, tenaz en sus demandas. Y, ¡cómo no!, alzada sobre un pedestal por los medios y por quienes calculan obtener beneficios sumándose a sus posturas y reivindicaciones.
No hay que equivocarse sin embargo. Los agentes de cambio cultural son también siempre, sin tener necesariamente conciencia de ello, una fuente de renovación del sistema que los empuja a actuar. A fin de cuentas, exigir mejor educación y beneficios tangibles para sí mismos es, de ciertaprofunda forma, un homenaje a la cultura política de los padres, a la vez que una abierta crítica de nuestras limitaciones.
© El Mercurio S.A.P
0 Comments