A propósito del artículo Job y la conciencia moderna, Mario Fabregat comenta y envía un “aporte que tiene que ver con la lucha entre modernidad y antimodernidad, esperanzado en El triunfo de la modernidad, título de este artículo que se puede bajar aquí [pdf]
Resumen
Tradicionalmente se señala que el mundo moderno representa un modo de vida y asume un conjunto de valores que tienen como principio el respeto a la dignidad de la persona. Ésta se integra, además, como conjunto en una red social que le otorga una serie de derechos, a saber: políticos, culturales, sexuales, económicos, etc.
Sin embargo, el desarrollo económico ha generado una serie de distorciones que por momentos nos hacen dudar del futuro y temer por las reacciones políticas antiliberales y antimodernas que ya se incorporaron al “catálogo” de regímenes políticos, como es el caso del fascismo europeo y su versión más extrema, el nazismo. Es por eso que la modernidad debe estar en constante revisión, obligada a autoconstatarse, para lo cual debe apelar a uno de sus principios fundacionales, la crítica. Sí, la modernidad tiene como obligación y sentido existencial la constante crítica, única forma de autogenerarse, validarse y adecuarse al constante cambio.También debemos reconocer la incesante lucha entre modernidad y antimodernidad, lucha que aparenta ser inexistente, pero que cada cierto tiempo la realidad se encarga de demostrarnos lo contrario.
Nunca se puede cantar victoria, pues la modernidad es un proyecto inacabable.
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