Presentación al Seminario Internacional “Periodismo, Ética y
Poder“; Lima, Perú, 6 mayo, 1999
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Como muestra un famoso poema de Kavafis, “Esperando a los bárbaros”, sentimos miedo a la vez que fascinación por esas fuerzas que vienen de fuera y que representan mundos desconocidos. No nos vaya pues a ocurrir que por quedar atrapados en esa ambigüedad-entre la globalización y el localismo-nos suceda lo que en esos versos se describe:
“¿Por qué comenzó de improviso esta inquietud
Y confusión? (Los rostros qué serios que se han puesto.)
¿Por qué rápidamente se vacían las calles y las plazas
Y todos regresan a sus casas pensativos?
Porque anocheció y los bárbaros no llegaron.
Y unos vinieron desde las fronteras
Y dijeron que bárbaros ya no existen.
Y ahora qué será de nosotros sin bárbaros.
Los hombres esos eran una cierta solución”

Durante las últimas semanas he tenido la oportunidad de visitar varios países de América Latina. Me llama la atención que en todos, sin excepción, existan o se escuchen los ecos de discusiones sobre la libertad de expresión, el derecho a la información, la representación de la violencia en los programas transmitidos por la televisión, la compra-venta de empresas de comunicación, el rol de la prensa en las controversias políticas, la concentración propietaria de los medios, la relación entre rating, publicidad y calidad de la programación televisiva, la censura cinematográfica, la participación del capital extranjero en la propiedad de medios locales, la globalización de las comunicaciones, la protección de la intimidad de las personas frente a la intrusión del periodismo, el papel de la ética en el ámbito de la información, el derecho de acceso a las fuentes públicas y privadas, la suerte de los medios comunitarios de información, los alcances del secreto oficial, la función de los trascendidos y del off the record en la construcción de las noticias, el papel de los organismos reguladores del sector audio-visual, el número de periodistas que se forman en nuestras universidades, el derecho reservado o preferente de los profesionales a ejercer ciertas funciones informativas, y así por delante.
Es natural que estemos interesados por estos asuntos. Vivimos rodeados de imágenes, información y opiniones proporcionadas por los medios. Más todavía: estamos insertos en un mundo donde todas las instituciones comunican; incluso los productos materiales hablan a través de la publicidad. Aún sin considerar los medios electrónicos la escena semeja una verdadera Torre de Babel.
En suma, participamos de innumerables redes de intercambio simbólico. Nos movemos entre signos. Somos consumidores, antes que todo, de mensajes. No debiera sorprender, por lo mismo, que nos preocupen la libertad de información y el derecho a estar informados.
¿Cual es, en estas materias, la visión ideal que nos ha legado el pensamiento liberal-democrático como resultado de su mejor tradición? Se trata, repito, de un modelo ideal. Su argumento principal se despliega en tres pasos sucesivos.